Capítulo 46

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Me miro nuevamente en el espejo, y paso mis dedos a través de mi cabello, en lo que intento descifrar qué es eso que siento que le falta a mi aspecto

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Me miro nuevamente en el espejo, y paso mis dedos a través de mi cabello, en lo que intento descifrar qué es eso que siento que le falta a mi aspecto.

Reparo en mis jeans de mezclilla, y en mi suéter de tela fina, pero estoy segura de que la falta no reside allí, así que vuelvo a mirarme.

Paso mi dedo índice sobre mis labios, y hago una mueca de desaprobación.

Tomo una de las toallas desmaquillantes, y la paso por ellos hasta quitar todo resto del labial rosado.

Me dirijo con especial cautela hacia la habitación de mi mamá, y una vez que estoy de vuelta en la mía, observo con incertidumbre el labial color negro que sujeto en mis dedos.

Trato de no pensarlo demasiado, y lo paso sobre mis labios, con cuidado de no salirme. Con una brocha fina termino de dar los retoques, y el resultado final me convence incluso más de lo que pensé.

Me ajusto las agujetas de mis zapatillas, y tras una última mirada en mi espejo, me decido a bajar las escaleras.

Hoy ha sido un día especialmente dedicado al arte del ocio, y de engordar frente a la pantalla del televisor. En vano fueron todos los pensamientos acerca del beso de David, y de cómo tendría que reaccionar ante él ahora. Estoy justo igual al inicio de debatírmelo: en cero.

Su natural actuación el último día de clases hizo las cosas un poco menos tensas e incómodas, pero no es como si pudiese ignorar el hecho para siempre, así que no sé que viene después, y esa simple incertidumbre es desesperante.

Doy pasos poco precisos en lo que espero a que mi teléfono celular suene, y abro la nevera para tomar un paquete de chicles de sandía. Cuando me desespero, son la mejor forma de calmar un poco la ansiedad.

Tomo uno, y guardo el resto en mis bolsillos traseros.

—Es un poco tarde, ¿no crees? —pregunta mi mamá, sentada en el sofá.

Pongo los ojos en blanco por milésima vez desde que le dije que saldría.

—Mamá, por favor...

—Bien —espeta ella en lo que salgo de la cocina, y la veo acariciar su rojizo cabello—. Ya no te voy a decir nada. Sabes que debes tener cuidado.

—¿Debo? —Me cruzo de brazos.

—Tienes —puntualiza, y suelto una risa entre dientes.

Las vibraciones de mi celular en el bolsillo delantero de mis jeans, me hace pegar un respingo, y los latidos en mi organismo aumentan considerablemente.

—Ya me voy —anuncio, tomando el dinero sobre la mesa, y lo guardo bajo el forro del teléfono.

—¡No llegues tarde! —exclama Helen Adams cuando atravieso el umbral hacia la salida.

Bajo cada peldaño con el singular miedo de la mano en lo que me voy acercando cada vez más al auto de David.

Logro apaciguar mis nervios, y cuando estoy frente al chico, soy capaz de esbozar una sonrisa.

Morphine © [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora