16

879 107 4
                                    

 Aclaración: universo alternativo, escolar

[...]

¿Qué es poesía?, dices mientras clavas

en mi pupila tu pupila azul;

¡Qué es poesía! ¿Y tú me lo preguntas?

Poesía... eres tú.

[...]

Jack lo consideraba estúpido, realmente estúpido. Un rubio de baja estatura, narcisista y burlón.

Cada que lo veía por los pasillos lo evitaba, escurriéndose por las sombras que se formaban a esas horas de la tarde. Por cada cambio de clase era una misión de escape. Y, si se lo preguntaban, era demasiado tonto. Porque no estaba en su sangre evitar, huir de los enfrentamientos. Pero no podían culparle, no cuando esos ojos eran su oponente, no cuando esa sonrisa era su mayor enemigo.

—Hasta que te encuentro, hombre —expresó el más bajo. Sus ojos azules viendo al piso, sonando ligeramente cansado. Conway agradeció que Gustabo no lo mirara pero, en el fondo, todavía deseaba que lo hiciera.

—¿Qué quieres?

Evadió su mirada, fijándose en un cartel de cafetería. No había nada nuevo allí, promociones sobre almuerzos pocos nutritivos y poco más.

—Pero mírame, joder —se quejó el rubio—.Que no te haré daño, payaso.

Conway quiso decirle que sí, que lo haría. Quizás no de la forma convencional, quizás no daño físico, pero sí lo haría. Porque esos ojos lo condenarían, incluso más.

—¿Qué quieres? —repitió, su voz oyéndose levemente alterada. Tanto tiempo de precaución, al final, no sirvió de nada. Estaba frente a Gustabo García, tan peligrosamente cerca que le aterraba.

Jack oyó al rubio bufar y creyó, ingenuamente, que se cansaría de él. Porque Gustabo era un chico popular e inaccesible, ¿qué ganaría con perseguir a un amargado como él? Si su único mérito era tener buenas notas y un tono de voz intimidante.

Se giró a verlo, con las sensaciones contradictorias de alivio y decepción que sobrevenían siempre que huía de Gustabo. Pero, esta vez, sus miradas se encontraron.

—Por fin —dijo el más bajo, sonriendo. Sus ojos azules, sus mejillas cálidas y esa bonita sonrisa era todo aquello que venía evitando.

—Joder.

Y era realmente estúpido, demasiado tonto. Porque Gustabo García le encantaba, así de mucho. Lo suficiente como para comportarse como un completo imbécil, tanto como para condenarse por él. 

Eternidad | GustabowlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora