La amante toxica II.

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Ni siquiera sé cómo fue que apareció cuando estábamos los dos solos en nuestra habitación del motel. Sólo sé que sólo yo la vi y él no se percató. Pero su presencia fue tan perturbadora que me distrajo completamente del momento y dejé de disfrutar para poner toda mi atención en ella.

Ni siquiera fui capaz de preguntarle cómo fue que entró ni cómo llegó ni quién era. Pero me dijo que no iba a decirme su nombre por el momento y que a partir de entonces jamás me dejaría sola.

Me dijo que había prioridades en la vida y que por el momento el sexo no era una de ellas. Fue así que en cada encuentro con él, ella se metía entre nosotros. Se colaba en el lugar y me prohibía disfrutar. Me que debía atender mi prioridad.

Me prometió éxito. Me prometió convertirme en princesa. Me prometió que después él sería mi príncipe. DESPUÉS. DESPUÉS. Siempre después. Todavía no era el momento.

Se metió en mi vida. En mi relación. Quiso aislarme. Me prohibió tener amigos. Me prohibió tener sexo con mi pareja, según ella no era el momento. Me prohibió procurar mi supervivencia. Había una meta a la que llegar en un límite de tiempo.

Me dijo que me ayudaría a lograrlo, que llegó a mi vida al verme frustrada por el sacrificio sin resultados. Me dijo que lo haríamos a su modo.

Tomó anzuelos para mantener mis ojos abiertos. Para que observe a mi alrededor y luego observe su indescriptiblemente aterrador rostro. Volvió más agudo mi sentido del tacto. Tanto que no podía soportarlo. Tanto que no podía hacer nada más que seguir al pie de la letra sus órdenes.

Me prohibió estar con el sin que ella esté presente. Ninguna relación podía ser de dos. Y me prohibió ver a menudo a mis amigos.

Pero nunca era suficiente. Nunca era suficiente.

Me prometió ser una princesa, pero sólo fui su esclava. 

No eres una princesa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora