El poder y el control te hacen superior a los demás.
No eres como el resto,
puedes lograr cosas increíbles.
Puedes llegar a tu meta.
Puedes superar tu meta.
Siempre voy a exigirte más
porque sé que puedes.
Seré dura
porque sé que puedes.
Serás poderosa.
Serás superior.
La más bella,
la más etérea.
Serás una princesa.
No te detendrás.
Pero como todo,
tendrás que pagar un precio.
Obedecerme será tu prioridad.
Me cederás el control
de todos los aspectos de tu vida.
Seguirás mis órdenes.
Harás lo que te pida.
Nunca te dejaré sola,
NUNCA.
Porque sola no puedes.
Entiende,
NO PUEDES.
Ya lo intentaste todo
y no pudiste.
El reloj avanza
y no puedes.
Toma mi mano,
voy a hacerte superior,
la mejor.
Porque estás destinada a ser una princesa.
No importa si para pagar el precio no tienes dinero.
No necesito dinero.
Necesito tu obediencia
y tu cabello.
Necesito tu sangre,
tus lágrimas
y tu sudor.
Te necesito obediente,
pura y casta.
No hasta el matrimonio, sino hasta que seas una verdadera princesa.Toma mi mano y abre los ojos.
¡ÁBRELOS!
¡ÁBRELOS!
¡ÁBRELOS!
Su voz taladraba mis oídos, pero sin embargo no había nadie. Miré hacia todos lados. Las luces estaban apagadas y él estaba dormido.
Otra vez ella me dijo que vaya al baño y por alguna razón lo hice pensando que todo era un sueño. Me vi en el espejo hasta que la vi: alta, delgada y con una capa negra hasta los tobillos y una capucha que cubría sus ojos.
Si me aceptas en tu vida
serás poderosa,
lograrás tus metas,
triunfarás
y te convertirás en princesa.
Por fin verás los frutos de tu esfuerzo.
Le dije que la aceptaba y fuimos juntas a la cama. A la mañana siguiente ella seguía allí a mi lado. Estaba conmigo pero él no la vio y me saludó como si nada. Hablamos un rato hasta que comenzó a besarme pero a pesar de todo ella no se iba y yo me sentía muy incómoda. Le dije que se vaya y ella se negó. Tan sólo me miraba, me observaba. Estaba demasiado incómoda con su presencia silenciosa y no tenía ni la menor idea de cómo era que él no la veía. A medida que me iba quitando la ropa ella se acercaba más y eso me incomodaba tanto que ya no quería seguir obedeciendo, pero había aceptado el pacto, siempre sería así y me debía acostumbrar. Traté de relajarme y de hacer como si ella no estuviera hasta que él tocó mi cuerpo desnudo y su mano me quemó como si hubiese utilizado un hierro al rojo vivo. Pensé que era sólo la sensación ¡era algo imposible e inexplicable! Pero la sensación volvía y volvía con cada toque de él. El dolor era tan insoportable que quería llorar, tan fuerte que no aguanté mas y le pedí que se detenga.
Ella me miró asintiendo con su cabeza y me dijo:
—Muy bien, la obediencia es el primer paso.
Volví a decirle que estaba de acuerdo y me puse a sus órdenes a cambio de sus promesas.
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No eres una princesa.
DiversosEscritos cortos sin relacion entre si acerca de la cruda realidad de los trastornos alimenticios.