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Camino a mi celda noté como varias presas me miraban con deseo, otras me silbaban y me decían asquerosidades, yo solo hacía caso omiso a sus palabras y seguía mi camino. Al llegar vi a Macarena y a la rizos en pleno faje, y en mi cama de paso.

-Uy mala mía, lo siento- dije dándome la vuelta para irme de nuevo, escuché como ellas rieron y sentí mis mejillas arder.

-Tranquila guapa que no pasa nada- dijo rizos, yo me volteé- Pero si te has puesto roja- rió y la rubia tenía una sonrisita en el rostro- Te ves muy tierna- me agarró los cachetes y me los apretó.

-Si si, como sea- dije quitándome sus manos de encima- Ah, y si quieren hacer sus cochinadas háganlo en la cama de la rubia o en la de Anabel pero no en la mía, cerdas- Rizos rió.

-Cerdas- repitió con una sonrisa- Es que eres virgen ahora.

-Mi amor, yo soy más virgen que la propia virgen María. Pa' que sepáis- dije guiñandole un ojo- Y ahora fuera que quiero descansar un rato, vayan a tirar a otro lado sexosas- ellas rieron y salieron, yo me subí a la cama y me acosté, tan solo me tomó unos minutos para quedarme profundamente dormida.

Estaba durmiendo tranquilamente hasta que el ruido de varias voces me despertaron, miré hacia abajo y allí se encontraban Macarena en la mesa, sole con su juego de cartas en la mano y Tere al lado de ella.

-Al fin despiertas bella durmiente- dijo Sole muy concentrada en sus cartas.

-Callense la jeta que quiero dormir- gruñí volteandome y tapándome los oídos con la almohada.

-Levántate mijita y ponte a acomodar tus cosas que tenemos que ir al huerto- dijo Sole dandome unas palmaditas en la pierna, gruñi de nuevo y me levanté, agarré las sábanas y empecé a acomodarlas. Macarena me dijo que las sábanas y la manta deben quedar metidas por dentro de la cama porque si cuelgan me ponen una falta, y a la tercera falta me mandan a aislamiento.
Acomodé mis pertenencias en el pequeño estante que se encontraba arriba de mi cama y bajé, todas empezamos a caminar hacia la carpa donde se encontraba el pequeño huerto.

-Niña ¿pero tú tienes corazón ahí dentro? Todas en nuestro primer día estábamos que nos cagabamos en los pantalones, sobretodo esta- dijo señalando a la rubia mientras reía- en cambio a ti te veo tan tranquila.

-Al principio estaba un poco nerviosa, como toda novata ¿no?- ellas asintieron- Pero estoy entregada a lo que sea que pase aquí Sole y no tengo nada que perder- las miré y ellas tenían una mirada de pena en sus rostros- ¿Pueden dejar de mirarme así?- bufe- Estoy bien y no necesito que anden por la vida mirándome con pena.

Al entrar a la carpa cada una fue a atender sus plantas, como yo no sabía dónde estaba ubicada la mía la gobernanta me guió hasta ella y me entregó una caja con unas pequeñas plantas y un sobre de semillas de tomate, en la tierra se encontraba enterrado un pequeño cartel que tenía escrito mi número de identificación y mi nombre. Agarré la pala, una de las plantas y la enterré en la tierra, acaricie lentamente una de sus hojas y fue como si me transportara al pasado, cuando hacía jardinería con mi madre. A ella siempre le encantó la naturaleza, en casa tenía un pequeño jardín en donde cultivaba sus propios vegetales y en el otro extremo donde sembraba flores hermosas y plantas exóticas, nos pasábamos horas entre la tierra platicando y cuidando de las plantas, mi padre decía que gastaba dinero innecesario en tantas plantas pero siempre le compraba más porque le encantaba complacer a las mujeres de su vida. Sonreí recordando esos momentos y sentí como un nudo se comenzaba a formar en mi garganta y los ojos se me llenaban de lágrimas.

-Hola cariño- Anabel me sacó de mis pensamientos, pestañee varias veces para eliminar las lágrimas que amenazaban con salir y la miré, ella tenía su planta al lado de la mía- ¿como te sientes? Ya sabes que si necesitas algo tú solo dímelo y yo te lo consigo- ni por el coño te pediré algo a ti zorra, pensé.

La Libertad En Tus Brazos (Vis a Vis)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora