En tiempos muy remotos, vivían muy contentos un zar y su zarina que tenían una dulce hija a la que llamaban María Trenza de Oro. Inesperadamente se abatió sobre el reino una terrible desgracia. Llegó a aquel país, volando por los aires, un espantoso dragón con nueve cabezas, nueve trompas y nueve colas acompañado de sus dos hijos, el mayor de seis cabezas y el menor de tres. Dijo el dragón padre, a gritos desaforados:
—¡Escuchen zar, zarina y todo el pueblo ruso! Puedo incendiar vuestro reino y esparcer al viento la cenizas, descuajar todos los bosques, secar todos los ríos y lagos, arruinar todos los campos y prados y matar a toda la gente. Si quieren vivir, tendrán que darnos de comer a mis hijos y a mí durante toda la vida. Cada día, al llegar la aurora vespertina, habrán de llevar al Monte Buyán una niña se dieciséis años. Ella será nuestro sustento y la salvación de ustedes.
¿Qué se podía hacer? Todo el pueblo lloraba amargamente, pero hubo que aceptar las terribles condiciones. Desde entonces, cada día, al anochecer, llevaban una niña de dieciséis años al Monte Buyán y la encadenaban a un roble centenario. Los tres dragones llegaban, se comían a la niña y arrojaban sus huesos a un lago cercano.
Mientras tanto en las afueras de la ciudad vivía una tierna anciana que tenía un nieto llamado Vaniushka, a quien quería mucho. Y en cierta ocasión, Vaniushka vio en la dorada plata, a orillas del mar azul, a María Trenza de Oro y se enamoró perdidamente de ella. Vaniushka sabía lo que estaba sucediendo, pero nada lo desesperó más, que saber que al día siguiente habrían de entregar a la princesita al dragón. El rey y la reina lloraban amargamente. Las campanas de las iglesias tocaban sin cesar anunciando la desgracia que se avecinaba.
Vaniushka se levantó a la mañana siguiente y dijo a su abuela:
—Prepárame, abuela, una camisa de lino limpia, que voy a combatir al feroz dragón. Si no muero, salvaré a la princesita.
Rompió a llorar la abuela, le preparó la camisa de lino, fue luego a la huerta, arrancó una brazada de ortigas y se puso a tejer con ella otra camisa. Mientras tejía, lloraba de dolor.
—Toma— dijo a Vaniushka—, ponte esta camisa. Al dragón le picará terriblemente la lengua si te muerde.
—Está bien, abuelita— dijo Vaniushka.
Al llegar la aurora vespertina, tomó Vaniushka una afilada guadaña y una cachiporra de hierro, se puso la camisa de lino, y, encima, la de ortigas, se despidió de la abuela y encaminó sus pasos al Monte Buyán. El lo alto del monte se alzaba el roble centenario. María Trenza de Oro estaba dijera a él con una cadena de oro. Al ver a Vaniushka, la princesa rompió a llorar.
—¿Para qué has venido? Me ha llegado la hora de morir. ¿Qué necesidad hay de que tú también pierdas la vida? Ahora mismos llegará el dragón y te devorará.
—No temas, niña hermosa. Puede que no me devore, puede que se atragante.
Se acercó Vaniushka a la princesa, tomó la cadena de oro con su fuerte mano y la partió como si fuese un delgado hilito. Luego se tendió en la arena, descansó la cabeza en las rodillas de María Trenza de Oro y dijo:
—Mira, princesita, voy a dormir un rato. Tú mira mientras hacía el mar. En cuanto aparezca una nube, sople el viento y se encrespen las aguas, me despiertas.
Se durmió Vaniushka profundamente. María Trenza de Oro observaba el mar. De pronto apareció una nube, sopló el viento y las aguas se encresparon. El dragón de tres cabezas salía del mar azul.
María Trenza de Oro despertó a Vaniushka. A penas el joven se puso de pie, llegó el dragón.
—¿A qué has venido aquí Vaniushka?— dijo—. Despídete de este mundo y métete tú mismo a mis fauces, que así sufrirás menos.
ESTÁS LEYENDO
Cuentos Rusos
ContoCUENTOS RUSOS De niña me encantaba leer éstos cuentos rusos que ahora compartiré con ustedes. • •°• 🇷🇺 •°• • Recopilación de cuentos rusos. No soy su autora, solo se los comparto porque me gustan mucho. La portada no es mía. Espero que disfrut...