FOMÁ BERÉNNIKOV.

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Érase una anciana que vivía con su hijo Fomá Berénnikov. Un día el hijo se fue a labrar al campo; su caballo era un rocín flaco y débil, y el pobre Fomá, desesperando de hacerle trabajar, se sentó en una piedra.

Las moscas zumbaban volando sobre un montón de basura, y Fomá, cogiendo una rama seca, las pegó y se puso a contar cuántas había matado. Contó hasta quinientas, y aun había muchas más, que no pudo contar porque se cansó. Luego acercose a su rocín y vio hasta una docena de tábanos que le picaban; los mató también, y volviendo a su casa pidió a su madre la bendición, diciéndole:

-He matado tal cantidad de enemigos, que ni siquiera se pueden contar, y entre ellos había doce guerreros valientes; déjame, madre mía, ir a realizar hazañas dignas de un hombre valeroso, pues no conviene a un hombre como yo seguir labrando la tierra: quédese eso para un campesino y no para un héroe.

La madre le dio la bendición y lo dejó ir a realizar sus valerosas proezas.
Fomá Berénnikov se colgó sobre los hombros una alforja, se sujetó a la faja una vieja hoz y se dirigió por un camino desconocido hasta llegar a un sitio donde estaba clavado un poste en el suelo.
Buscó en sus bolsillos, sacó un pedazo de yeso y escribió en el poste:

«Pasó por aquí el valiente Fomá Berénnikov, que de un golpe mató una multitud de enemigos, y entre ellos doce guerreros valerosos».
Una vez escrito esto, siguió su camino. Poco rato después pasó por el mismo sitio Ilia Murometz; se acercó al poste, leyó la inscripción y dijo:

-¡Cómo se echa de ver en este letrero la naturaleza y el carácter de un hombre valeroso! ¡No gasta ni oro ni plata; sólo usa yeso!

Y escribió en el poste con un pedazo de plata:

«Tras Fomá Berénnikov pasó por aquí el valiente Ilia Murometz».
Siguió por el camino, y alcanzando a Fomá Berénnikov, le preguntó respetuosamente:

-¡Invicto héroe Fomá Berénnikov! ¿Dónde me mandas estar, delante o detrás de ti?

-Ven detrás -contestó Fomá.

Iba por el mismo camino el joven Alejo Popovich, y ya desde lejos vio resplandecer como escrito con brasas el cartel del poste. Acercose a éste, leyó las inscripciones de Fomá Berénnikov y de Ilia Murometz, sacó de su bolsillo un pedazo de oro y escribió:

«Tras Ilia Murometz pasó por aquí el joven Alejo Popovich».

Siguió por el camino, alcanzó a Ilia Murometz y le preguntó:

-Dime, Ilia Murometz, ¿dónde tengo que ir, delante o detrás de ti?

-No me preguntes a mí, sino a mi hermano mayor, Fomá Berénnikov -le contestó Ilia.

El joven Alejo Popovich se acercó a Fomá Berénnikov y le preguntó:

-¡Invicto héroe Fomá Berénnikov! ¿Dónde mandas que vaya Alejo Popovich?

-Ven detrás -dijo Fomá.

Así siguieron los tres por el mismo camino, atravesando un país desconocido, y al fin llegaron a unos espléndidos jardines. Ilia Murometz y Alejo Popovich plantaron sus tiendas blancas y Fomá Berénnikov se tendió sobre su sayo.
Los jardines pertenecían al zar Blanco, el cual estaba en guerra con un rey extranjero, que envió contra él sus seis guerreros más valerosos.

El zar Blanco envió a Fomá Berénnikov un mensaje que decía:

«Estoy en guerra con un rey extranjero. ¿Quieres prestarme tu ayuda?».

Fomá, aunque no comprendía lo escrito, porque no sabía leer, miró el mensaje, meneó la cabeza y dijo:

-Está bien.

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