8. EL TAUROFIDIO Y LA CAPTURA DE NEREO

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Harry sonreía mientras el viento le acariciaba la cara. Amaba volar, de cualquier forma. Sus ojos brillaban con una alegría sin límites y su cara era cruzada por una gran sonrisa de satisfacción. Ninguno de sus compañeros de misión tenía su misma expresión. Thalia tenía los ojos fuertemente cerrados, y Percy simplemente se dedicaba a conversar con la estatua que aferraba a los hijos de Poseidón, Zeus y Thanatos, con la casual intervención del que tenía aferrados a Zoë y Grover. Grover tocaba sus flautas y Zoë lanzaba flechas a las vallas publicitarias y a los rótulos de entrada de los centros comerciales a 160 km por hora.

Harry, entre tanto, disfrutaba de la sensación de estar en el aire y de las vistas de debajo de ellos

—¿Dónde queréis aterrizar? —preguntó uno de los ángeles, Hank, al llegar a una hermosa ciudad rodeada de colinas y con islas, botes y barcos de pesca, con el Golden Gate destacando de entre la niebla.

—Allí —propuso Zoë—, al lado del edificio embarcadero.

Los ángeles así lo hicieron y, al bajar y aterrorizar un vagabundo que gritó que venían los marcianos, los cinco no supieron a dónde ir. Tras un intercambio de opiniones decidieron que debían de averiguar el monstruo misterioso del que hablaba la profecía, preguntándole a Nereo. Todos acordaron que Harry y Percy deberían hacerse pasar como vagabundos para bajar al embarcadero en el que estaba el caballero del mar, así que Zoë les vistió de tal forma en que no desentonaran con el paisaje de la costa en la que estaban.

Pasaron dando tumbos junto al vagabundo que les había visto llegar, que prevenía a los demás de la llegada de unos ángeles de Marte. Harry sonrió divertido al verlo correr apresurado para difundir el rumor.

Siguieron bajando, con los olores típicos de personas que vagaban por las calles, pero se detuvieron al final del embarcadero al ver a un hombre gordo, de barba amarillenta y vestido con un pijama y un albornoz. A Harry el olor le desagradó de tal forma que a duras penas pudo contener el vómito. Pensó que si abriese la boca vaciaría su estómago instantáneamente.

—¿Listo? —dijo Percy, y Harry asintió. El mayor se sentó al lado de Nereo, murmurando algo de unos padres insoportables y un colegio aún peor. Cuando Nereo se hubo dormido de nuevo, Percy saltó sobre él. El hombre gritó y lo agarró con fuerza, pero Harry en ese momento saltó a ayudar a Percy.

Se revolcaron por el embarcadero durante un tiempo, hasta que Percy se golpeó contra un poste, y tras estrujar levemente a Harry Nereo lo lanzó hacia el mayor, que lo logró atrapar, pero quedaron en una posición un tanto comprometedora, con sus labios casi rozándose. Percy sonrió y besó fugazmente la mejilla del menor, haciéndole sonrojar, antes de levantarse y hacerle al viejo un placaje por la espalda para que no escapara.

—¡No tengo dinero! —gritó, intentando salir corriendo, pero entre Harry y Percy lo sujetaban por delante y por detrás respectivamente.

—No queremos dinero —le dijo Harry.

—Somos mestizos, queremos información —completó Percy.

—¡Héroes! ¿Por qué siempre os metéis conmigo?

—Oh, por nada... No sé, ¿tal vez porque lo sabes todo? —preguntó Harry mientras trataba de agarrar con fuerza al viejo. Sin que Nereo lo advirtiera, Percy le hizo una seña a Harry para que soltara al anciano y este, tras dirigirle una mirada interrogante, obedeció fingiendo que se escurría y quedaba tirado en el suelo.

—¡No! —gritaron los dos—. ¡Al agua no!/¡No lo tires al agua!

Gritando victorioso, Nereo arrastró a Percy a las profundidades del mar, y Harry asintió con satisfacción. Rio al ver emerger a Percy, montado sobre una ballena asesina y saludando con la mano, y aún con la sonrisa en sus labios le devolvió el saludo.

Cuando los combatientes tocaron tierra de nuevo, se reunió con ellos, seguido por sus demás amigos.

—Buen combate —le susurró a Percy, mientras de fondo se escuchaba el asombrado "¡Lo tienes!" de Zoë.

—Gracias, ángel —sonrió este, dándole un suave abrazo y haciéndole sonrojar por segunda vez en el día.

—¿Y si preguntas todo lo de la misión en una sola pregunta? —le sugirió a Percy al ver la inmensa duda en sus ojos.

—Lo intentaré —asintió él.

—Bien. ¿Cuál es el monstruo que podría provocar el fin de los dioses. Ese que Artemisa estaba persiguiendo. También...

—Alto, ya formulaste tu pregunta —dijo Nereo—. Y con respecto al monstruo, está aquí mismo —y señaló el agua de la playa.

—¿Dónde? —preguntó Harry.

—Yo ya cumplí mi parte del trato —dijo el viejo, y con un chasquido se convirtió en un pez de colores que saltó hacia el agua.

Thalia abrió enormemente los ojos.

—¿Qué es eso?

—Muuuuuuuu.

Harry bajó la vista, y se encontró con los ojos castaños de la vaca-serpiente a la que habían ayudado a salvar.

—Bessie —dijo Percy—. Ahora no.

—Muuuuuuuuu —dijo, apremiante, golpeando al aludido con el hocico.

Grover, que podía entender al taurofidio, les dijo que "los malos" estaban cerca, que Percy y Harry eran los protectores de Bessie y que este huía de ellos. Luego Zoë les contó la historia de la guerra de los titanes y de cómo un gigante había matado al taurofidio pero Zeus había mandado un águila para quitarles las entrañas del animal, antes de que las quemaran.

—Tenemos que protegerlo —dijo Percy, y Harry asintió—. Si Luke le pusiera las manos encima...

—Luke no vacilaría —musitó ella—. El poder de derrocar al Olimpo, es una pasada.

—Sí, querida, así es —dijo una voz masculina y de marcado acento francés, justo detrás de Harry, sobresaltándolo—. Y ese poder lo vas a desencadenar tú.

MY LOVE - HARCYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora