5. ESQUELETOS DE NUEVO AL ATAQUE

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Tras haber viajado durante un tiempo, con Harry tiernamente dormido en los brazos de Percy, los  alcanzó un helicóptero militar negro, como el que había en Westover Hall. Se aproximaba hacia ellos, con lo que quedó claro que habían identificado la furgoneta. 

—Harry, despierta —exclamó Percy suavemente, sacudiéndolo al joven. Las pestañas del ojiverde se deslizaron perezosamente hasta descubrir sus ojos.

—¿Que pasó? ¿Está todo bien? —inquirió bostezando.

Miró por la ventana y su expresión adormilada se despejó

Salieron en el aparcamiento y se metieron en una boca de metro, comprar los billetes e irse hacia el sur. Al  iniciar el viaje  vieron al helicóptero volando en círculos sobre el aparcamiento.

Durante la siguiente media hora cambiaron dos veces de tren, logrando despistar al fin al vehículo.

Al final el grupo quedó varado en uno de los suburbios de Washington al acabarse la línea de metro, aunque un vagabundo les mostró un tren que iba hacia el oeste. "Línea del sol oeste", decía. Así que, una hora después, estaban traqueteando hacia allí, con Zoë y Bianca profundamente dormidas en un Lexus de la plataforma superior, Thalia intentando sintonizar la radio de un Mercedes negro, Grover jugando a los conductores de carrera en un lamborghini y Harry sentado al volante de un Ford Anglia blanco. El azabache cerró los ojos y se durmió al instante. Estaba agotado.

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—Harry, despierta —dijo Percy sacudiéndole un brazo suavemente—. El tren ha parado.

Se incorporó en su asiento y lo colocó bien, pues antes lo había echado para atrás. Era cierto, el tren había disminuido su velocidad. Zoë y Bianca estaban levantando la malla metálica, dejando ver los alrededores de una población de esquí enclavada entre montañas. "Bienvenido a Cloudcroft, Nuevo México", decía el cartel que había. Hacía demasiado frío, y Harry lamentó no haberse traído unos cuantos jerséis extras. Percy les contó la conversación que tuvo con Apolo, incluido un consejo que le dio: buscar a Nereo, el caballero del mar.

—Bien —dijo Thalia al escuchar a Zoë y Grover hablando acerca de dulces y demás—. Entonces vosotros dos iréis a la cafetería a por el desayuno y Harry, Percy, Bianca y yo iremos a la tienda de comestibles. —Todos estuvieron de acuerdo, aunque Harry veía a Bianca algo reacia a venir, pero la chica no se quejó.

El encargado les dijo a los cuatro chicos que podían pedir un taxi de Alamo-gordo, pero que tardaría una hora y les costaría unos cientos de pavos. Como el dueño de la tienda parecía muy solo Percy le compró una rata de goma y Harry optó por una lechuza, también de goma.

Después Thalia se fue a probar suerte en las otras tiendas y los otros tres la esperaron.

— Eh... Bonita rata —dijo Bianca por fin tras un rato de incómodo silencio.

—¿Y... qué tal es ser cazadora?

Ella les explicó a los dos chicos que se sentía más segura y serena.

Luego dijo que no se habría arriesgado a dejar a su hermano sin haberles conocido.

—Además... conté con que te quedaras... a cuidarlo —reprochó Bianca a Harry.

—Lo siento —dijo el chico apesadumbrado, bajando levemente la cabeza y con un rubor que a Percy se le hizo adorable—, él me dijo que te cuidara y me lo hizo prometer.

—¿Y cómo os las arreglabais hasta ahora? ¿A qué colegio fuisteis antes de Westover? —preguntó Percy cambiando de tema.

—Creo que fuimos a un internado en Washintong —frunció el ceño, tratando de recordar—. Parece como si estuviera muy lejos.

—¿Y tú? —dijo Percy volviéndose hacia Harry.

—Mis padres... Bueno, o los que yo creía que eran... Murieron asesinados. Yo en realidad soy distinto... Puedo hacer magia —respondió él.

—¿Cómo que magia? —preguntó Percy.

—Mirad —el chico sacó su varita y apuntó hacia la rata de goma—. Wingardium Leviosa —dijo Harry, y la rata se elevó, voló unos metros y volvió a caer en la nieve.

—Uau —dijo Bianca—, eso es fantástico, y Harry sonrió incómodo.

—Pensé que me rechazaríais o algo así —explicó con alegría por ver en sus caras algo parecido a la curiosidad.

—¿Y por qué? No me importa —dijeron los dos a la vez—.

—Hasta puede ser útil para la misión —añadió Percy.

—Tal vez —sonrió el azabache—, puede que mate algunos monstruos, no sé.

—¿En qué colegio estudias?

—Oh, aquí creo que hay otro colegio de magia, pero yo sólo estoy de vacaciones. Hogwarts es un colegio de magia que hay en Inglaterra.

—Guay —dijo Percy—, ¿me enseñas un poco?

—No sé si se puede hacer eso: tal vez los mestizos no tienen magia... O tal vez tus poderes se consideren como tal —pensó Harry en voz alta.

No pudieron seguir hablando porque en aquel momento aparecieron Grover y Zoë, con los brazos cargados de dulces y bebidas: chocolate para Bianca, Percy y Harry y café para ellos. Cogió unas magdalenas y empezó a desayunar. A Percy le extrañó que con solo dos pequeñas magdalenas Harry estaba satisfecho, y se lo expresó así. Cuando le preguntó, el chico se encogió de hombros, diciendo un cortante "no necesito mucho para llenarme".

Estaban hablando tranquilamente cuando una brisa cálida los envolvió y los estampados de palomas de la taza de Grover, la lechuza de Harry y la rata de goma de Percy salieron volando y corriendo respectivamente. Grover se desmayó y tuvieron que levantarlo para luego salir corriendo, pues los guerreros-esqueleto los tenían rodeados. Uno  sacó un walkie-talkie y emitió unos chirridos que de alguna manera Harry entendió.

—¡Están avisando a los demás! —gritó.

Grover se puso a gemir algo acerca del regalo del salvaje que para el azabache menor sonó extraño. El joven pulsó su anillo y blandió su espada, dispuesto a luchar. Se concentró e hizo surgir su propio ejército de esqueletos: seis que hicieron frente a seis de los doce allí presentes, dejando uno a los seis integrantes de la misión. Estaba luchando contra uno cuando de reojo vi cómo Bianca le clavó a uno su cuchillo en todo el pecho. El ser ardió en llamas, dejando únicamente cenizas y una placa de policía. Harry le levantó los pulgares y la imitó, obteniendo el mismo resultado.

—¿Cómo lo habéis hecho?

—Clavadle las armas en el pecho —dijo Harry, y los demás le obedecieron. Llamas por aquí, llamas por allá, y sólo quedaban otros seis esqueletos a los que vencer.

Harry dejó que los esqueletos que había hecho surgir se enfrentasen a los que quedaban, porque había oído un chillido colosal... Un cerdo enorme se acercó enfurecido, listo para embestirlos con sus colmillos, y barrió a los esqueletos, tanto a los del azabache como a los enemigos.

MY LOVE - HARCYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora