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“¿Cómo es posible que el instituto no cuente con un equipo de animadoras?”

La voz exaltada de Leah resonó en toda la secretaría. Sus manos se habían apoyado con energía en el escritorio de la recepcionista, quién saltó de su asiento de la impresión mirando a la chica francamente sorprendida. La joven se había enterado de tal anuncio por una alumna de la clase, que lo había comentado cuando Billy hizo alarde de su hermanita y su gran experiencia como animadora.

“Nuestro instituto no cuenta con un equipo lo suficientemente bueno para...”

“Normal. Si no tienen quién les dé ánimos, ¿cómo van siquiera a mentalizarse?”

“Disculpe, señorita.”

Ella alzó la cabeza con la misma fiereza con la que había entrado en el lugar, encontrando a un hombre de unos cuarenta y pocos vestido de manera elegante agarrando el pomo de la puerta que había abierto. No tenía que ser licenciada en Harvard para saber que estaba en presencia del director.

“¿A qué viene tanto escándalo?”

“Usted bien lo ha dicho, señor. Es todo un escándalo. ¡El instituto Hawkins no tiene un equipo de animadoras!”

“No hay los suficientes recursos para...”

“Todo eso tiene solución.”

El director de nombre desconocido alzó una ceja, empezando a crecer su curiosidad ante las posibles ideas que tuviera en mente la pelirroja.

“¿Por qué no entras en mi despacho y me explicas esa solución?”

Dicho y hecho. La estudiante entró con decisión en el despacho, tomando asiento en una de las butacas colocadas metódicamente delante del gran escritorio de caoba. Cruzó sus pálidas piernas apoyando sus manos en la rodilla más alta mientras esperaba a que tomase asiento el hombre.

“¿No hay fondos? Se hace una recolecta benéfica para el vestuario de las animadoras. Puedo crear el equipo y podríamos ensayar algo para hacer un par de números para los que asistieran. Todo al aire libre, aprovechando que aún estamos en verano. También podría estar el entrenador que está con el equipo y enseñar a los más pequeños cosas básicas. Un pequeño puesto dónde comprar bebidas e incluso, tal vez, comida, y boom, fondos suficientes tanto para las animadoras como para el equipo.”

Para cuando terminó de hablar, él estaba sorprendido. Realmente le resultaba una idea más que aceptable, era sencilla, inocente y realmente podía funcionar. También le sorprendió lo competente que era, supo entonces que aquella chica podría conseguir todo cuando se propusiera.

“Sólo un par de preguntas. ¿Cuándo entrenarían las animadoras?”

“En California usábamos las clases de gimnasia, y por la tarde, como había algunas actividades extraescolares, podíamos ir si necesitábamos más ensayos.”

“¿Y cómo calificaría el profesor vuestro trabajo?”

“Muy sencillo. Viéndonos. ¿No juegan partidos? Estaremos en ellos.”

“Es una chica muy perspicaz, señorita Mayfield.”

“Gracias, señor director.”   Una sonrisa orgullosa irrumpió en su rostro con aquello.

“¿Te gustaría encargarte de preparar los anuncios para las audiciones?”

“Me encantaría.”

“Todo tuyo, entonces.”

“¡Muchísimas gracias! No se arrepentirá.”

Se puso en pie casi de un salto con tal sonrisa que le molestó las mejillas, pero estaba demasiado feliz y emocionada como para preocuparse por un dolor minúsculo. Salió a grandes zancadas del despacho haciendo resonar sus tacones y se giró hacia la secretaria antes de abrir la puerta.

Bipolar |  Steve HarringtonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora