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Durante la semana que siguió se quedó todas las tardes después de clases junto a las que habían sido aceptadas para el equipo ensayando algunas coreografías. Se llevaba una muda de ropa para cambiarla después de las clases, nunca podría renunciar a su moda para llevar cada día lo mismo. Con el tiempo las integrantes se dieron cuenta que Leah era una chica muy perfeccionista. Era una líder innata, pero no por ello era mala. La tenían como su figura superior, todas la repetaban y admiraban, y eso era algo que Mayfield adoraba. Ella siempre les daba consejos sobre cómo dar lo mejor de sí mismas, y les decía que hiciesen en sus casas, todos los días, un par de ejercicios que ayudarían a agilizar sus extremidades. En ocasiones tuvo que pedir a su hermano que se fuera cuándo éste decidía quedarse como espectador, porque estando allí las chicas no eran capaces de mantener la concentración.

Al fin llegó el día del evento. Leah ignoró sus clases, por suerte tenía de testigo al mismo director sobre lo que estaba haciendo. Era viernes, el día estaba despejado y soleado, algo que encantó a la pelirroja. Estaba tan emocionada que incluso ayudó a transladar el escenario que iban a poner afuera con algunos alumnos que habían sido llamados para colaborar. Aunque algunos estaban más pendientes al movimiento de la falda de la adolescente y de como se agachaba, aunque no tuvieron la suerte que buscaban.
Llevaba en su zurda otra carpeta del estilo de la anterior, escribiendo un tick en cada cometido realizado.

“¿Queda algo, señorita Mayfield?”   Preguntó el director tras colocarse al lado de la pelirroja.

“Lo que se va a vender en el puesto que se ha colocado allí, pero eso deberíamos dejarlo para cuando quede menos tiempo, para no gastar demasiada luz con las neveras.”

“Lo tienes todo calculado al milímetro, por lo que veo.”

“Por supuesto. Me gusta que todo esté en orden.”

Con una sonrisa satisfecha, el director se dirigió hacia el edificio. Ella, sin embargo, se mantuvo observando mientras jugaba con su bolígrafo rojo como había quedado todo. Como los grandes altavoces descansaban a cada lado del escenario, el puesto parecía una caseta incluso. Todo tenía el aspecto que ella había imaginado y estaba más que satisfecha por eso. Ahora solo esperaba que su equipo no metiese la pata. Les había pedido el día anterior que todas llevasen una ropa mínimamente parecida, por eso contempló la idea de unos pantalones negros elásticos y una camiseta amarilla no demasiado holgada. Ella lo llevaba en su mochila, en la cuál aquél día no había ningún libro. Más que para clase parecía que iba únicamente para aquél acto. En su mochila se encontraba la ropa que llevaría, unas deportivas planas -ese era uno de los dos pares que ella tenía planos, y los usaba en su mayor medida, para cuando ella tenía sus ensayos con el equipo de animadoras de California-. También tenía un pequeño neceser con maquillaje, un peine y su frasco de colonia favorito.

“A qué hora empieza el evento, enana?”   Preguntó un curioso Hargrove cuando llegó a su lado.

Se cruzó de brazos observando con el ceño levemente fruncido como había quedado todo. Leah se giró para mirarle con una radiante sonrisa, con tanta emoción que apenas cabía en ella. Sólo esperaba que después de aquello no surgiese la contraparte de su afección.

“A las cinco en punto, hermanito.”   Respondió ella sonriente.

Él se acercó, apartando con un pequeño suspiro un mechón anaranjado de su rostro, antes de acariciar con los pulgares sus pómulos, bajando el tono de su voz antes de hablar.

“Ya sabes que debes tomarte tu medicamento, ¿verdad?”

Un curioso Harrington observaba desde la lejanía la escena, ya que para ese entonces ya habían terminado el horario de clases e iba al aparcamiento para volverse a casa y descansar un rato, ya que tenía planeado aparecer por el evento un rato, cuando divisó a la pareja en la lejanía. Era imposible confundir esa cabellera roja, como también era imposible confundir el porte de Billy. Mentiría si dijese que le entró curiosidad por conocer la unión de aquellos dos, por lo que se acercó con paso desinteresado.

Bipolar |  Steve HarringtonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora