Capitulo 4

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Enith

Los lunes por la mañana se han vuelto algo irritantes, sin mencionar el desagradable frió que a estado haciendo los últimos días. Quiero que vuelva la primera, o el otoño. No exige mucho abrigo, ni tampoco causa el molesto sudor en todo el cuerpo. No puedo para de frotar mis manos, no se si es por lo congeladas que están o si es por lo nerviosa que me estoy sintiendo. La habitación que me rodea es estrecha, de un celeste cielo acompaña a las paredes. Un escritorio marrón lleno de papeles, una pequeña palmera en un rincón, y el cómodo sillón gris en cual me encuentro sentada. Siempre he querido recostarme en el, pero por alguna razón nunca me anime. Solo me siento y relajo mi espalda rígida en el respaldar, esperando que eso me tranquilice un poco. La mujer delante mío, siempre lleva en sus manos una lapicera y un cuadernillo, con el cabello recogido y unos lentes para la vista. Debe ser unos diez años mas grande que yo. Su manera de hablar es algo fría, pero aun así siempre es amable. O al menos cuando no hablamos de cosas "complicadas" como hoy. Tengo ganas de evaporarme, correr hasta una cafetería y tomar un café caliente. A puesto el aire al máximo pareciera, mis manos están congeladas, pero no me animo a decírselo. En este momento, ha puesto esa expresión que detesto. Con sus cejas fruncidas, clavándome sus ojos como si fuera aun repugnante cucaracha. Tengo ganas de que cambiemos de tema, pero supongo que su trabajo la obliga a que hablemos de lo complicado. O así lo llamo yo. Porque para mi es complicado, como cuando intentas hacer un calculo de matemáticas que da un numero infinito, sabes que jamás obtendrás un resultado correcto, pero aun así quieres seguir sacando cuentas para ver si algún día ese infinito acaba. Tengo la cabeza gacha, pensando si comprare un café latte cuando salga de aquí. Levanto la mirada con sigiló, para ver si esta mirándome o esta anotando algo en su cuaderno. Para mi sorpresa tiene sus ojos clavos en mi, con la pierna cruzadas, tengo la impresión que su falda se ha levantado un poco y por eso no debo bajar la mirada o veré algo indeseado. De la nada, me pregunta con voz clara. -¿como va la convivencia con Cristian?

Respondo con rapidez. -bien. No habido problemas.

Sonríe con gentileza. Luego endereza la espalda, y eso me causa un escalofrió. Nada bueno esta por venir.

-¿sabes? He estado pensado proponerte una terapia. ¿alguna vez a escrito un diario?

-no.

-bueno, podrías empezar ahora. Me gustaría que escribieras todo lo que te sucede, lo que sientes, lo que odias, lo que sueñas. Esta terapia es muy recomendable en situaciones como la tuya.

Asiento con la cabeza por costumbre. Ya estoy cansada de todo esto, ya por el momento no tengo ganas de pensar en nada de esto. Veo el reloj colgado en la pared, solo tres minutos mas y listo. Miro a los ojos a la mujer, algo que no hice en toda la mañana. -lo intentare... aunque no se si me ayudara en algo. -tomo mi cartera y la voy envolviendo en mi brazo, eso le hará entender que es hora de que me vaya. Estoy a punto de levantarme, cuando su voz me detiene. -recuerda Enith. No olvides diferenciar la realidad de lo irreal.

Quede pasmada, no esperaba que me digiera eso. Me molesta no tener una respuesta a esa frase tan simple. Odio esas palabras. Intento ser indiferente, y asiento, la saludo y salgo con prisa del lugar. Una vez que tengo los pies fuera del consultorio, dejo que la fría brisa de invierno golpee mi cabello y mejillas. Suspiro, he sobrevivido otra mañana de lunes. Volteo a mi izquierda y veo a Cristian reposado contra un banco. Me observa con una sonrisa cálida, corro a su lado y me aferro a su brazo. Al menos eso me reconforta, su mano acariciando mi mejilla es todo lo que necesito. Caminamos hasta la cafetería mas cercana, y pedimos dos cafés y medialunas. Estoy calmada y serena, disfrutando mi propio paraíso. Pero Cristian lo interrumpe. Sus ojos marrones oscuros me analizan de arriba hacia abajo. -¿como estuvo hoy?

En los sueños te busqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora