༒ ONE ༒

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- ¡Idiota! ¡Idiota! ¡Idiota! -

Pobre árbol, sus ramas se sacudían provocando que sus hojas cayeran al suelo por cada golpe que recibía, el no tenía la culpa de que Yukhei nuevamente haya perdido la cordura.

- Soy un idiota... -

Murmuró bajo, los redondos ojos de aquel chico se comenzaban a inundar de lágrimas en amenaza de salir, había dejado de golpear el tronco de aquel árbol situado en el parque cercano a su casa, no quería llegar a ella porque sabía que su madre estaría decepcionada de el al saber que sería suspendido por tres días de la escuela, todo gracias a su mal manejo de emociones, Yukhei con tan solo 14 años de edad sufría de ataques de ira. Se dió la media vuelta dejando caer su pesado cuerpo contra el árbol, se deslizó por el hasta caer contra el suelo, hundido en su miseria, sí, sus ojos estaban al borde del llanto, pero no lloraría, el nunca lo hacía. Sus piernas se encogieron, abrazó sus rodillas contra su pecho y se hizo bolita mientras seguía maldiciendóse a si mismo.

Hasta que de pronto un golpe contra su brazo lo había sacado de su burbuja, una pelota de baloncesto había sido arrojada en su contra, de inmediato la tomó entre sus grandes manos sacando una navaja que llevaba escondida en su tobillo, listo para reventarla ante la vista de cualquiera que fuera el estúpido dueño. A lo lejos algo muy pequeño se acercaba a el, venía a toda velocidad tropezando por cada dos pasos, frunció el ceño y entrecerró sus ojos para poder ver mejor aquello que parecía ser diminuto, era un niño, solamente un niño, de inmediato guardo la navaja y cambio el semblante que tenía en su cara.

- Lo- Lo siento... Yo... -

Su habla era tan torpe como sus pasos, el más alto le entrego la pelota con una sonrisa tratando de ser amable, pero el menor se aterró al verlo, era enorme delante suyo, de su ceja brotaba sangre al igual que de sus nudillos, acompañado de una fría mirada, de nada había servido ser gentil. Tomo la pelota entre sus manos rápidamente y salió corriendo, pero a penas avanzó tres pasos y ya había caído contra el suelo a causa de sus agujetas mal atadas. El mayor preocupado lo tomo por la espalda para ponerlo de pie, se hincó delante suyo y sacudió la tierra que yacía en su shortsito, arreglo su camisita y ató sus agujetas.

- Duele... -

Murmuró con su voz quebrada a causa del llanto qué venía en camino.

- Es solo un pequeño rasp... -

El niño se había lanzando en sus brazos rompiendo en un llanto incontrolable ¿Cómo podía llorar solo por un...? Yukhei bufó rodando sus ojos y con sus brazos rodeo el delgado cuerpo de su contrario, poco a poco su llanto había cesado, hasta que se separó limpiando sus mocos con el propio dorso de su mano ¿Era extraño sí a Yukhei le parecía adorable verlo así? ¿Con sus ojos brillantes por el llanto y sus mejillas ruborizadas por la vergüenza? Tal vez.

[ - - - - ]

- ¡Si! ¡Me encanta el helado de menta Hyung! -

Exclamó con sus brazos en alto el angelito que Yukhei  había conocido en aquel parque, si, era su ángel.

- Entonces dí ah~ -

El mayor tomo una cucharada del bote de helado llevándola a sus labios, que con gusto recibió el contrario balanceando sus piecitos que colgaban de la barra de la cocina, cualquiera que viera la escena quedaría boquiabierto, no creerían que el castaño tuviera ese lado tan... Dulce.

- ¡Dame! ¡Dame en mi boquita! -

Jimoteó el pequeño en su lugar asomando su rosada lengüita por sus labios chorreantes de helado.

- Hyung... Dame... -

Puchereó formando un puño con sus manos a punto de lloriquear ¿Porque no le daba? Parecía que su Hyung había quedado como una estatua y eso porque su pene crecía en su interior, porque ya había delirado con un niño, un niño de tan solo 7, se sentía culpable y sucio, pero en su defensa era adorablemente excitante. Disipó sus pensamientos y limpió con su dedo pulgar los restos de comida, pasando despacio su dígito por su rosada boquita a causa del frío, de inmediato el más pequeño lamió el gran pulgar de Yukhei con su helada lengua, aferrando sus manitas al fuerte brazo del mayor. No le ayudaba a guardar la calma, parecía un gatito, uno que solo quería su lechita y Yukhei se iba a encargar de dejarlo satisfecho.

- Quiero... Quiero un besito... -

Murmuró a penas audible para el más alto, jugando con los deditos de sus manos, sus acolchonadas mejillas estaban ruborizadas, alzó su inocente mirada en súplica de unir sus delgados labios con los carnosos del mayor.

- Tu petición es mi deseo. -

Una sonrisa maliciosa se había apoderado en el rostro del más alto, tomo la barbilla del contrario alzando su cara lo suficiente para conectar sus miradas, ambas tan llenas de deseo. Abrió ligeramente sus labios para acoplarlos con los de el contrario, su unión había sido perfecta, al principio fue lento, pero poco a poco la intensidad iba incrementando en el momento que el castaño había ladeado su rostro para hacerlo más profundo, su lengua se había hecho presente en la boquita del menor, explorando toda esta sin pudor alguno, el pequeño estaba sorprendido por lo que hacía, pero le gustaba, le encantaba y solo podía apretar sus ojitos dejando que su Hyung jugará con su lengüita y que sus manos apretaran a su gusto sus delgadas piernitas. En su shortsito había un adorable bultito, estaba duro y dolía, de tan solo recordar todas las veces que había soñado vivir este momento, al igual que el bulto de Yukhei, que en definitiva era más grande por la ilusión de poder tocarlo, por algún día poder hacer su escuálido cuerpo suyo, quería complacerlo y el menor también, ¿Era tan inocente como parecía? Lo era, pero no era idiota.

Nuevamente no podía controlarse, bajó de los cabellos al menor hasta el suelo arrodillandólo delante suyo, Yukhei se desabrochó el pantalón de inmediato, bajo el elástico de su ropa interior provocando que su erección apareciera con un rebote, los ojos del menor se abrieron grandes, ahora el estaba como estatua, el castaño tomo una cucharada más y en lugar de llevarla a los labios de su contrario derramó todo el dulce en su crecida extensión soltando de su boca un grave jadeo por el frío.

- Abre la boca. -

Eso era un orden, la cual acató de inmediato capturando la punta con su boquita disfrutando del helado que sin duda alguna sabía más rico proveniente del pene de su Hyung, succionó como si fuera un biberón, estaba contento porque aunque desde abajo la mirada del contrario lo hiciera temblar de miedo sabía que le gustaba, por lo que sus manitas se aferraron a la extensión succionando con más fuerza, Yukhei se sentía como en el cielo y Renjun era su travieso angelito.

Tú petición es mi deseo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora