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Cuarto error.

Horacio parecía no querer hablar con él. Era molesto e incómodo cuándo patrullaban juntos, pero había intentado durante todo el día hacerlo cambiar de opinión y no pudo obtener nada.

—Horacio, venga ya ¿Cuánto más estarás enfadado? Ya cansa.

—Te tiraste a Conway mientras yo estaba borracho en el sofá.

Gustabo suspira intentando mantener la calma.

—Te he dicho mil veces que no nos acostamos. Además, fue cosa del viejo verde. No entiendo porque toda la culpa tiene que ser mía.

—Porque sabes manipular.

—¿Y según tú cómo manipulé a Conway para que quisiera que le chupara—sus palabras son inmediatamente interrumpidas por Horacio.

—No quiero detalles.

—Tú siempre me das detalles sobre lo que haces, Horacio.

—Pero no conoces a ninguna de esas personas con las que he estado y mucho menos son tu maldita figura paterna. —el chico de la cresta alza un poco la voz, enfadado y dolido.

—Está bien. —dice simplemente, entendiendo a lo que se refería Horacio en cierta medida.

—No, no está bien. Escuché cosas que las conservaré como un trauma para siempre.

El rubio no puede evitar soltar una carcajada ante esas palabras.

—Cosas peores has hecho y escuchado en tu vida.

Horacio estaba decidido a no dejar su enfadado de lado todavía, pero Gustabo cambia rápidamente de tema y le hace reír varias veces antes de que sus turnos terminen.

Al final de la jornada, puede asegurar que había pasado un ajetreado día lleno de persecuciones, robos e incluso un tiroteo. Todo eso había sido agotador.

Cuando se dirige hacia el interior de comisaría, podría simplemente salir de servicio e irse a casa, pero sentía la necesidad de darse una pequeña ducha y quitar de su piel toda la tierra junto al sudor que tenía por culpa de la carrera y posterior caída detrás de un tío que estaba demasiado gracioso en el norte.

No era muy fan de ducharse en comisaría porque no estaba muy seguro de la higiene de las personas de allí o de la discreción con la que podía contar mientras se duchaba. Afortunadamente, era muy buena hora y ese último punto no era tan importante ya que no había casi nadie en comisaría.

Una vez que el agua tibia cae por sus tensos músculos, siente que había tomado la decisión correcta. Esa sensación era tan placentera y relajante que estaba ignorando el sonido de la puerta abrirse y los pasos del  malhumorado superintendente.

El chico estaba tan alejado de la realidad en esos instantes que comienza a tararear una canción mientras mueve un poco sus caderas al mismo ritmo. Agradecía tener unos instantes de paz dónde pensar en todas las cosas positivas que había tenido ese día.

—¿Gustabo? ¿Es tú? —se escucha la voz de Conway con eco.

Gustabo se queda estático al escucharlo. De todas las personas ¿tenía que ser él?

—Gustabo, sé que estás ahí. Te estaba escuchando cantar. —esta vez, habla en un tono más alto y autoritario.

El rubio contempla más opciones que tiene para escapar de ahí sin ser visto: es decir, ninguna. Tendría que hablar con Conway para salir de ahí. Un hecho que no estaba muy seguro de odiar o desear.

Cuando cierra el grifo y enrolla la toalla en su cintura, sus nervios están a flor de piel por tener que estar así frente a ese hombre. Había visto al contrario sin camiseta y sin pantalones, pero no lo había visto a él así nunca. Ese viejo estaba de suerte.

Errores | intenaboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora