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El segundo error.

El segundo error llegó días después. Estaba en el despacho de Conway, proporcionándole al hombre la lista de antecedentes que le había pedido por radio minutos antes.

Gustabo estaba perfectamente tranquilo, quizás demasiado. Eso es algo que no pasa desapercibido para Conway. Además, apestaba demasiado a alcohol.

—¿Has estado bebiendo de servicio? —pregunta el hombre proporcionándole una feroz mirada al menor.

—Estaba de secreta siguiendo una pista. Me vi obligado a beber un poco—miente a medias Gustabo.

En realidad se había olvidado que estaba de servicio y había terminado junto a Horacio bebiendo en un bar bastante extraño. Casualmente había conseguido entablar conversaciones con gente que parecía interesante. Hasta el mismo se sorprendía de lo mucho que congeniaba con los delincuentes.

—Y yo me lo creo ¿no?

El chico de ojos azules no responde. Estaba inmerso en sus pensamientos y en cómo un par de noches antes solo pretendía jugar con ese hombre ¿quién iba a decir que Conway actuaría de la forma en la que lo hizo?

El juego que pretendía jugar no era referente a ninguna atracción sentida por hacía ese hombre casi desde el primer instante. Era más bien porque quería comprobar hasta dónde llegaría Conway en la intimidad con él. La última vez había salido corriendo sin ningún motivo, eso significaba para Gustabo que el hombre estaba huyendo, por lo tanto, tenía cierto poder sobre el Superintendente si lo hacía correr de esa manera.

—¿Me escuchas, capullo?

—10-4 , Súper Conway.

El hombre sonríe sin ganas mientras se pone de pie. Dirige su paso hasta Gustabo y se para frente a él con el único objetivo de intimidarle.

—No, no me estabas escuchando.

—Y dale. No es mi culpa que esté usted sordo.

Conway agarra al de ojos azules y brillantes por la camiseta con fuerza. El chico se queja sonoramente, pero es ignorado.

—Anormal. Eres un puto anormal. Ni aunque intentes disimular un poco estando de secreta puedes beber.

Le importaba una mierda. Había bebido porque le apetecía y estaba relajado. Por una vez que estaba relajado desde hace mucho tiempo. En el trabajo tenía que estar continuamente en alerta y eso era estresante.

—Eres un amargado.

La afirmación de Gustabo había causado una sonora carcajada en Conway.

—Lo que digas, Gustabín.

—Un amargado y un vicioso.

El rostro del hombre cambia y hace un mueca.

—¿Un vicioso?

—Se tiró sobre mí la otra noche, Conway. Por puro vicio.

Gustabo mantiene la respiración por un segundo cuando Conway da un paso más, pegándose a él de una forma bastante peligrosa ¿Lo golpearía? Probablemente. Eso era una de las cosas que odiaba de ese hombre. Siempre intentaba amenazar y golpear para imponerse ¿Quién podría hacer eso mismo al Superintendente?

Como si fuera una idea brillante, el chico sonríe cuando se inclina para besar al contrario. Coloca sus manos en las mejillas de Jack y abre su boca intensificando el beso.

Más que un beso, era una lucha entre ambos hombres. Por marcar el ritmo, por imponerse ante el otro. Una lucha de egos constante.

En el plan de Gustabo no entraba dejarse llevar de ninguna forma, aunque cuando el hombre baja sus manos hasta el cierre de su pantalón, suelta un gemido. Se maldice internamente una y mil veces por eso. No podía permitir que Conway le hiciera perder el control de esa manera.

—¿Y lo tuyo qué es? Vicio también, supongo.

Ante esas palabras, esboza una gran sonrisa a modo de respuesta para Jack. Por amor, seguro que no era todo eso. A decir verdad, ambos estaban un poco desesperados. Quizá todo el estrés soportado en comisaría se manifestaba de esa forma.

—¿Me das a dejar con las ganas otra vez? —cometa el chico de ojos azules mientras baja su mirada hasta las manos de Conway todavía sobre su pantalón. Bueno, concretamente, en su entrepierna. —Joder—murmura.

—¿Qué quieres que haga? — pregunta amenazante.

Gustabo tenía claro que no iba a decir nada sobre lo que le apetecía hacer con ese hombre. Prefería recibir un tiro antes que decir algo.

—¿Ahora no dices nada? —Conway retira sus manos y da un paso hacia atrás.  —Vete a descansar, anda.

—¿A descansar de qué?

—Se supone que llevas todo el día trabajando, capullo.

Gustabo asiente por inercia. En realidad sí que llevaba todo el día de servicio, aunque no había hecho mucho más que beber después de un reunión con un tío que decía vender armas.

El chico se plantea si lanzarse sobre Conway o marcharse sin más. Al final, escoge la segunda opción. Si era él quién hacía eso el Superintendente probablemente no lo buscaría en otra ocasión y eso era justo lo que quería.

Errores | intenaboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora