Los tiempos cambian

16.- Salud, amor y felicidad

Floris respiró profundamente; inhalando, durante unos segundos, y luego, exhalando, durante unos segundos. Con el hombro de Kamisato Kakeru todavía agarrado con fuerza, estaba a su merced. Ella podía hacer casi cualquier cosa que quisiera. Ciertamente, estaba irritada con él, pero no quería hacerle daño. Eso era lo último que Floris quería hacerle.

Quizás "amor" era una palabra demasiado fuerte, pero Floris ciertamente se sintió atraída por Kakeru. ¿Por qué querría herir al hombre que le atraía? Aunque sus instintos le dijeron que el hombre, con esa molesta, espeluznante e imposible mano derecha suya merecía una paliza, la parte racional de la mente de Floris le dijo algo diferente. Le decía que perdonara y olvidara, a pesar de lo incorrecto de la situación, y sin importar a quienes habían sido rechazados.

Los clientes del bar, sentados en las cabinas de madera por los que pasaban, rieron de buena gana ante la vista; amor joven en su máxima expresión. Dos clientes, en particular, parecían reírse entre ellos. Fue una vista maravillosa, de hecho. El joven conocía su lugar, eso era seguro; los dos hombres mayores y experimentados sabían todo acerca de esas cosas.

"¿Cuál era la antigua expresión, Arnold?" ¿Esposa feliz, vida feliz? "

"Esposa feliz, vida feliz, Robert. Esposa feliz, vida feliz. Olvida esa lección y morirás".

El primero del dúo, cuyo nombre aparentemente era "Arnold", se levantó de su asiento. Vestido, con una chaqueta de cuero oscura, un par de jeans oscuros y sucios, y un par de botas de trabajo con punta de acero cubiertas de barro, llevaba un par de gafas de sol oscurecidas y tintadas en la cara. Su cabello estaba peinado hacia atrás, de color marrón oscuro. La piel, toscamente estirada sobre su rostro, presentaba muchos cortes y cicatrices grandes y carnosas, la más prominente de las cuales iba desde la parte superior de la mejilla derecha hasta la parte inferior de la misma, llegando a su fin cerca de la esquina derecha de la boca. .

"Tengo que gotear. Volveré."

Haciendo caso omiso de los comentarios sarcásticos, Floris finalmente dejó ir a Kakeru; en lugar de permitirle caer al suelo, se detuvo y extendió el brazo izquierdo. Se agradeció tal ayuda, pero no fue necesaria. Kakeru fue capaz de estabilizarse rápidamente.

"¿Dónde quieres sentarte? ¿En cualquier lugar en particular?"

Kakeru se encogió de hombros. "Donde quieras. ¿Qué puedo decir en mi defensa? No estoy acostumbrado a dejarme llevar. A veces, es bueno dejar que otras personas tomen decisiones, crean el flujo, en lugar de crearlo tú mismo".

Floris chasqueó la lengua, pero no respondió verbalmente al comentario.

El bar en el que se encontraban el dúo, el de Winner, era bastante espacioso, por dentro; Floris había juzgado mal esta estructura de aspecto pequeño. A lo largo de los bordes de las paredes del bar, había espaciosas mesas para sentarse, hechas de madera, con cojines de colores claros y de aspecto suave en los asientos de las cabinas y en los respaldos de las cabinas. En el centro de la sala de estar del bar, había varias mesas circulares de madera; aproximadamente doce, según los respectivos recuentos internos del dúo.

Espaciosas, con unos pocos pies de distancia entre sí, la mayoría de las mesas estaban vacías, sus sillas volteadas hacia un lado, no habiendo sido empujadas apropiadamente, después de que aquellos que habían estado sentados en ellas habían terminado cualquier tarea que ellos ' Me propuse actuar. Aquellos que aún no estaban frente a sus respectivas mesas, pero aún no estaban metidos.

Kakeru sintió una punzada de molestia, seguida por la urgencia de arreglar los muebles, que tiró lejos; en el ojo de su mente, podía ver cosas esféricas, pequeñas elásticas, criaturas casi como duendes, pastoreadas como ovejas, por una gran mano extendida.