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Lizzu escuchó otra vez la pista, solo para volver a dar play y escucharla de nuevo por tal vez décima vez

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Lizzu escuchó otra vez la pista, solo para volver a dar play y escucharla de nuevo por tal vez décima vez. Había algo ahí que no la cuadraba, algo que se la escapaba, pero no entendía el qué. Jooheon estaba en un programa junto con el líder, Changkyun estaba con Minhyuk, Hyungwon y Kihyun recogiendo el departamento para la visita rutinaria de los managers, y Hoseok preparándose para su propio debut.

Su estómago rugió. No había mirado la hora desde que entró una vez acabó su ensayo sobre las siete, y suponía que ya debía ser la hora de cenar. Se quitó los cascos con pereza, y pausó el programa para poder volver al mundo real.

— Oh, ¿qué?

Eran las cinco. Ni había cenado, y en una hora y media o así el resto de sus chicos llegarían y se la encontrarían en el mismo sitio donde la dejaron con la misma ropa, una taza de café nueva y hojas arrugadas. Tampoco podía simplemente llegar al departamento, Kihyun tenía un oído increíble, y se preocuparían y enfadarían si supieran que había vuelto a quedarse despierta toda la noche por quedarse absorta en su bloqueo sobre una canción.

¿Su móvil? En silencio y en un lugar desconocido entre tantas cosas.

Comenzó a revolver cosas, y se levantó dejando caer algo que antes estaba en sus pantalones.

O tal vez en su bolsillo trasero.

Desbloqueó la pantalla, y por poco deja caer el móvil de nuevo de la sorpresa. Tenía en un total de ciento dos llamadas perdidas, trescientos mensajes y notificaciones. Deslizó por la barra de notificaciones, llevándose la sorpresa de que hasta sus amigos idols habían dejado al menos una llamada a su colección de caos, aunque el que más llamaba la atención ahí por su insistencia eran Wonho y Shownu. La última llamada era de Wonho, y tan reciente que se sorprendió, por lo que le llamó sabiendo que estaría despierto.

— ¿Won-?

— ¡IM JUNHEE! – gritó de inmediato, haciendola separarse un poco del teléfono. No se extrañaría si los vecinos le expulsan por ruidoso–. ¡¿Dónde estás?! ¡¿Estás bien?! Iré por ti, dime donde estás.

Estoy en el estudio, me quedé un poco... – miró la pantalla con la dichosa canción, y la miró entrecerrando los ojos, sintiendo que esta se estaba burlando de ella–. Ocupada.

¿De nuevo los malos hábitos? – preguntó menos histérico–. ¿Has cenado? ¿Tienes hambre?

Una pequeña bombilla se encendió en su cabeza, y sonrió.

— Oppa, ¿tienes aún allí mi ropa?

...

— Debería estar enfadado – dijo, dejándola pasar y cerrando tras ambos, pasándola unas zapatillas para andar por casa de conejitos.

— Lo siento, estaba tan ocupada que silencié el teléfono para concentrarme más – le sonrió, ya calzada con las zapatillas de conejos–. Espero que Kihyun oppa no me mate.

— Lo harán, los seis – afirmó, cruzandose de brazos y alzando ligeramente las cejas–. Sigo algo enojado, nos diste un gran susto a todos y encima te sobreesforzaste de nuevo.

— Estoy bien, mira – dio un par de saltitos y puso una mueca–. No te enfades, por favor.

Wonho siempre había tenido la increíble habilidad de tener una tremenda dualidad. En el escenario era un hombre temible y sexy, pero cuando la música dejaba de sonar, su gesto cambiaba al de un niño pequeño inocente y tierno.

El gesto algo enfadado de Hoseok fue como si hubiera estado sobre un escenario todo ese rato, ya que soltó de la nada una risita tierna ante el aegyo de la menor, y deshizo su pose intimidante.

— Al diablo, estoy más feliz de que estés bien, me reservo en enfado para otro dia – negó, cubriendola entera con un abrazo–. Pequeña boba, sabes que yo sería capaz de ir a la guerra por ti o formar un ejército entero si lo necesitas.

Lizzu quiso dar un saltito, aunque se lo pensó mejor y devolvió el abrazo, quedando como una pequeña cosita acurrucada.

— Gracias.

Wonho sonrió, y rompió el abrazo para peinarla ligeramente con las manos.

— Sabes donde están las cosas, esta es tu casa también.

Lizzu asintió, yendo a paso tranquilo hacia la habitación contigua a la de Wonho, donde él había adaptado ciertas cosas para que ella pudiera quedarse allí cuando quisiera, al igual que la habitación de enfrente estaba también pensada para esas visitas del resto de Monsta. La adoraba, y estaba seguro de que debía parecer un bobo frente a ella.

En cuanto escuchó la puerta del baño cerrarse, Hoseok se dejó caer en el sofá, suspirando. Unos pasos más allá, más cerca de Lizzu que de él, había una cajita guardada que contenía un collar doble, y justo al lado una flor roja que consiguió en el parque cerca de la empresa. También, en la nevera, había un pastelito, el pastelito del sabor preferido de Junhee. ¿Y si esa era una señal del destino para no confesarse? ¿Y si Lizzu realmente no le quería de esa manera? ¿Acaso lo ocurrido en Año Nuevo fue un malentendido? ¿Y si ella realmente quería a un idol más guapo, joven o talentoso?

— Solo una señal, por favor... – rogó al aire después de un rato, sin referirse a nadie en realidad–. Solo una señal y me arriesgaré, por favor...

La puerta se volvió a abrir, y escuchó los pasitos de Lizzu salir del cuarto de baño, e ir a dejar su ropa en la habitación para después lavarla. Volvió a escuchar sus pasos, y él se levantó de manera inconsciente para mirarla.

— Oppa, ¿te importa que me haya puesto tu camiseta?

Lizzu, completamente cubierta con una camiseta suya, sonrió de manera tierna hacia él. La quedaba como un gran vestido, pero se veía tan bien en ella que no importaba. Pensó seriamente por un segundo en regalarla toda su ropa porque se veía preciosa.

¿Y si esa era la señal? ¿Debía tomarse a esa Lizzu vestida con una de sus camisetas favoritas como una señal? Ciertamente no le importaba, porque para él hasta un pájaro pasando por la ventana habría sido una señal.

— ¿Wonho qué-?

Dio un último paso para quedar junto a ella, y no la dejó finalizar la pregunta porque la besó.

Valió la pena la espera? Xd

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«LIZZU; SE MONSTA X» #4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora