】♕【
"Me inclinaré ante el rey, al menos por ahora. Hay una serpiente en estas aguas tranquilas, oculta en lo profundo de mi, así que pronto le robaré la corona... Porque nadie te llama cariño, cuando eres la que se sienta en el trono"
Su madre lo amaba. Amaba a su padre con la misma intensidad con la que amaba los rayos del sol sobre su piel, la misma intensidad con la que adoraba hacer pociones, la misma intensidad que sintió el día en que supo que estaba embarazada.
Y se dio cuenta de lo enamorada que estaba a temprana edad; estudiaba en Hogwarts, la misma escuela de magia en la que su padre enseñaba el complicado mundo de las pociones y, además, pertenecía a la casa que él dirigía: Slytherin.
Allí, Beatriz Slughorn conoció al que terminada la escuela se transformaría en su marido, Barty Crouch Jr, el único hijo del respetado juez del Wizengamot y director del Departamento de Seguridad Mágica, Bartemius Crouch.
Esa fue una de las razones por las que se acercó a él en primer lugar; era su quinto año y su padre ya estaba desesperado por conseguir que el primogénito de Crouch se uniese a su club, ese que llevaba años liderando y que reservaba para los estudiantes más talentosos o más importantes, por lo que no era extraño que quisiese a Barty.
Así que, perfectamente consciente de que su hija veía embobada al chico por los pasillos, hizo algo que le convendría tanto a él como a ella, pedirle que lo convenciera. Era algo que los ayudaría a ambos, o al menos eso se decía a sí mismo, pues primero, él por fin conseguiría que el muchacho se uniese a su club, y segundo, Beatriz tendría las agallas de hablarle al chico por el que suspiraba desde tercero.
Y es que la Slytherin haría lo que fuese por su padre, incluso atreverse a hablar con el bonito pelinegro de su casa.
Cuando lo hizo fue, sorpresivamente, mucho mejor de lo que esperaba; Barty la invitó a salir a las pocas semanas y, pasados los meses, los dos ya estaban en una relación. Ah, y el joven Crouch había por fin aceptado la invitación de Horace, aunque fuese solo para agradarle al suegro y no por tener un mínimo de interés en el club.
Beatriz y su mejor amiga Narcissa vivían el sueño; ambas estaban con hombres a quienes adoraban, tenían excelentes calificaciones y sus nombres salían de las bocas de media escuela, la vida no podía mejorar.
Pero sí empeorar.
Resulta que la vida fuera de los terrenos de Hogwarts no era tan linda ni la mitad de sofisticada en comparación a como se la habían imaginado; el felices por siempre no era real, independiente del lado de la guerra en el que te encontrases, habiéndolo escogido o no. El mundo mágico se había transformado en una zona de batalla demasiado rápido y Beatriz había sido arrastrada al lado que lo había escogido así, sin siquiera notarlo.
Pero lo amaba, amaba a Barty demasiado como para alejarse, daban igual las advertencias de su padre, que se había dado cuenta demasiado tarde de hacia donde había empujado a su hija, la clase de hombre que el Crouch Jr era. Igual daban las vidas de hijos de muggles y mestizos, cuando él regresaba cada noche a su lado, y la abrazaba por la cintura mientras dormían. Igual daba que en su vientre comenzase a existir vida, porque era el resultado del amor que ella y Barty compartían.
Lo amaba, y lo seguiría a donde fuese necesario para estar juntos; lo seguiría hasta a las filas del mismísimo Lord Voldemort, lo seguiría a donde fuese, incluso poniéndose en riesgo a sí misma, incluso cuando podía perderlo todo en cualquier momento.
Al darle la palabra el juez, el acusado levantó la vista. Su mirada era temerosa, pero decidida. Sabía que la de ahora iba a ser su primera y única oportunidad de ser libre. Ya había estado en Azkaban durante el tiempo en que decidían la fecha para su juicio, y ese había sido tiempo suficiente para que los dementores se alimentasen de los pocos recuerdos felices que había acumulado durante su vida.
Comenzó entonces a decir todos los nombres que recordaba, pero su miedo no hacía más que aumentar cada vez que Barty Crouch Sr. negaba con la cabeza, señal de que a quien nombraba ya había sido capturado.
El ambiente se tornó frío y esto no hizo más que catapultar la desesperación del hombre; recordó esas capuchas negras y esos cuerpos esqueléticos, aquel vaho escalofriante que los rodeaba. Paseó la mirada por la habitación, buscando, quizás, misericordia en alguna de las personas que observaba el juicio, ayuda, una mano amiga. Encontró algo mucho mejor.
Había un hombre sentado entre el público. Un hombre que sonreía, sonreía como creyendo que nada malo le pasaría. Sonreía mientras sus dedos estaban entrelazados a los de una bella mujer, una mujer que le sonreía también, sus ojos brillando al observarlo a él. El acusado se fijó entonces en lo que la mujer cargaba en sus brazos: un bebé. Fue entonces que el hombre se dio cuenta de que tenía dos opciones, la primera era no hablar y regresar a Azkaban y la segunda era hablar y ser libre, destruyendo una familia en el proceso.
La elección era obvia.
-Si usted, Sr Karkarov, no tiene nada más que decir, será devuelto a...-la voz del Crouch Sr. fue interrumpida por el grito del hombre, que pudo sentir su garganta doler por la intensidad de su grito, mas no le importó, pues continuó.
-¡No! No, no, tengo un nombre. ¡Tengo un nombre! -la emoción del momento lo hacían ver como un loco, sus ojos, abiertos a más no poder, se fijaban solo en el juez frente a él, esperando con ansias que rayaban el morbo por la reacción que sus palabras tendrían- Barty Crouch... -el juez negó con la cabeza y río, risa que fue ahogada con lo siguiente...- Junior.
Karkarov soltó una risotada que pudo ser escuchada a pesar de todos los gritos de los presentes cuando un hombre del público comenzó a saltar entre la gente, intentando -porque no lo consiguió- escapar de la sala.
La mujer que estaba a su lado soltó un grito que acabó en llanto, sujetando a su hija entre sus brazos mientras llamaba el nombre de su marido.
Dos manos se posaron en sus hombros para calmarla y esa fue la última vez que Barty Crouch Jr. vio a su esposa, justo en el momento en que Lucius Malfoy le ayudaba a desaparecer. Él tenía más que claro que de Azkaban no escaparía, pero saber que su mujer y su pequeña estarían a salvo con los Malfoy lo consoló al momento en que los guardias lo rodearon y arrastraron fuera del lugar, él riendo todo el tiempo, Karkarov, sonriendo con júbilo mientras un guardia lo liberaba y la mujer de Crouch Jr. sujetando a su bebé y llorando en el hombro de Narcissa Malfoy, muy lejos de allí, el lugar en que la pequeña Ivy Crouch, sin siquiera saberlo, había perdido a su padre.
Ivy se sabía la historia. Ese romance adolescente que floreció hasta transformarse en una dependencia de la que su madre no había conseguido escapar nunca, ni siquiera después de que una carta anunciando la muerte de Barty Crouch Jr. fuese entregada por una lechuza del ministerio.
Beatriz Crouch, de soltera Slughorn, jamás fue la misma. Toda su alegría, su amor y pasión se habían desvanecido en su totalidad el día en que su amado fue declarado muerto, y antes de eso, incluso, ya se le veía como si fuese nada más un ente vagando por la mansión Malfoy, lugar en el que vivían, pues visitaba mensualmente a su esposo en Azkaban, sin importarle que cada segundo que pasaba allí los dementores se alimentaban de su energía y buenos recuerdos.
Pero Ivy incluso así adoraba a su madre, y haría lo que fuese necesario para hacerla sentir orgullosa.
Acarreaba sobre sus hombros las responsabilidades y expectativas de no una, pero dos familias pertenecientes al grupo de los sagrados veintiocho y, además, se encontraba en esos mismos momentos caminando por el pasillo del Gran Comedor hacia el Sombrero Seleccionador, su mirada en alto, hombros derechos y sonrisa intacta, ignorando las miradas de todos, pues no tenía nada que demostrar, no a ellos.
-¡Slytherin!
】♕【
Terminamos las presentaciones de las protagonistas y sí, Ivy es mi favorita.
¿Ustedes ya tienen una? Cuéntenme, me encanta leer sus comentarios!
Besos,
Connie.
ESTÁS LEYENDO
avada kedavra ○ harry potter
FanfictionNacieron en medio de muertes y caos, la luz del morsmordre sobre sus cabezas y grabadas en sus cerebros antes de que aprendieran a hablar. Su destino estaba marcado desde que comenzaron a manejar la varita y sus secretos más oscuros residen sobre su...