【Capítulo 5: Grandeza】

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Dedicado a JufiJauregui que por fin se está viendo la saga

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Dedicado a JufiJauregui que por fin se está viendo la saga.

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Hogwarts era la mejor escuela de magia y hechicería en el continente, pero seguía siendo eso, una escuela. ¿Y qué tienen todas las escuelas del mundo en común? Jerarquías, rivalidades y enfrentamientos ridículos; Hogwarts no iba a ser la excepción.

Desde su primer día, Ivy Crouch tenía claro que su apellido no le traería nada bueno. E incluso antes de subir al tren sus sospechas fueron confirmadas; la miraban como si fuese veneno, como si el suelo sobre el que andaba se encendiese en llamas y destrozara todo a su paso.

Su tía Cissy se lo había advertido, al igual que sus hermanas mayores. Willow Dolohov y Anabel Yaxley sabían lo que apellidos como los suyos provocaban en la gente, pero también sabían que Ivy podía enfrentarlo, porque, por muy buena que fuese, seguiría siendo una Slytherin, y los Slytherin no se quebraban.

—La grandeza inspira envidia, y la envidia genera rencor —le había dicho su madrina, Narcissa Malfoy, la noche anterior al primero de septiembre— Tu madre lo sabía muy bien. Yo lo sé muy bien —añadió, mirando a la niña a la que consideraba una hija con todo el amor que su propia madre no podía entregarle— lo importante es que mantengas la cabeza en alto.

Ivy lo había hecho. A pesar de todo.

Sí, hay muchos que dicen que en Slytherin no hay más que malas personas; los magos y brujas más malvados han salido de allí, pero eso no significaba que ella lo fuese también, y le costó comprender que en la cabeza de la mayoría de la escuela así era como siempre había sido.

Hufflepuff, Ravenclaw, pero por sobre todo Gryffindor. Las demás casas tenían una idea de lo que ser una serpiente significaba y no les agradaba, así que no se relacionaban con ellos en absoluto. Habían excepciones, por supuesto, pero eran pocas y no generaban el impacto suficiente como para significar un cambio de paradigma.

En ese, su primer año, se sintió más fuera de lugar que nunca. Ni siquiera los pasillos de Malfoy Manor se habían sentido tan fríos como los de Hogwarts durante lo que duró su estadía. Sí, entre las serpientes era bien recibida, después de todo había llegado junto a Draco y sus hermanas de otra madre se encargaban de que nadie se metiese con ella, pero eso no era lo que quería, y se lo decía siempre a Brenda en sus cartas, como quería volver a casa o tenerla a ella ahí para acompañarla.

Había pensado que sus años escolares serían pura diversión, conocimiento y, por supuesto, magia. Pero eran mucho más que eso, eran una batalla constante contra los estereotipos y prejuicios de un montón de estudiantes que no veían más allá de su apellido.

Y todos esos insultos, todas esas miradas de lado y susurros, todas las veces que fue ignorada o mirada con temor, todo eso la hicieron convertirse en lo que los demás creían que era.

Anabel y Willow lo vieron, vieron ese cambio en su mirada cuando ya estuvo harta de ser odiada o temida sin haber dado razones para serlo. Vieron la determinación en su rostro, la determinación que nació en ella un tiempo después de quebrarse.

Porque para nacer entre las cenizas, primero hay que dejarse consumir por las llamas.

—¡Longbottom! —gritó en el pasillo tras el chico, que se había apresurado a dejar el aula tras la clase de Historia de la Magia— ¡Hey, Longbottom! —repitió, solo para notar como el chico aceleraba el paso.

Había recogido el libro que el niño había olvidado sobre el pupitre y lo había seguido al pasillo, con la pura intención de devolverlo. Pero claro, si había alguien que le temía, ese era Neville, el pequeño Gryffindor cuyos padres habían sido torturados hasta la locura por su papá y la madrina de Willow.

—¡Hey! —la cabellera negra de la recién mencionada apareció frente a ella, haciéndola dar un paso hacia atrás por la impresión— ¡Longbottom, detente ahora mismo!

Ivy se encogió en su lugar, avergonzada por los gritos de la chica de dieciséis años a la que consideraba una hermana; notó como el chico se detuvo de seco en el pasillo y volteó, su rostro rojo por miedo y vergüenza.

—Ivy te habló —dijo entre dientes Willow— y si ella te habla, tu la escuchas. ¿Entendido?

El castaño asintió lentamente, mirando el suelo. Ivy suspiró, acercándose a él a paso lento para no espantarlo más— Olvidaste tu libro en el salón... —murmuró, dejando el objeto en sus manos y girando rápidamente, volviendo a su lugar tras la chica mayor.

—¿Qué decimos, Longbottom? ¿Papi y mami no te enseñaron modales? —sonrió la pelinegra, Ivy jalando su túnica por detrás para que se detuviera, escuchándola bufar— Ya, sal de mi vista.

Neville echó a correr por el pasillo, seguramente con lágrimas en sus ojos por lo sucedido. Willow, en cambio, volteó y miró a la menor con una ceja alzada.

—Tienes dos opciones, Ivy —le dijo, su sonrisa de siempre en su rostro, esa que asustaba a la mayoría, pero no a la Crouch, que había crecido viéndola— Dejas que te teman y te ahogas en tu miseria, o les das razones para temerte y recuperas el control.

Era fácil para ella decirlo; Willow era aterradora y no solo estaba al tanto de ello, sino que le encantaba. Sus padres estaban en Azkaban, su madrina estaba en Azkaban... Vivía con los Yaxley desde que tenía aproximadamente cinco años, pero jamás había dejado de ser una Dolohov.

Con Anabel la cosa era un poco diferente; le temían, sí, pero la respetaban mucho más. Se manejaba con una energía superior a la de la mayoría, caminaba como si el suelo hubiese sido construido por y para ella y le bastaba con abrir la boca para silenciar a todo un salón.

Ivy aprendió a combinar ambas cosas, ganándose la reputación que los demás le habían dado, comenzando a sentirse más cómoda y orgullosa de quién era, o al menos eso parecía. La habían obligado a arrancarse ella misma su corazón, con tal de no sentir nada.

No podía evitar mirar de reojo a otros estudiantes de su año, Finnigan y Thomas, que no se separaban ni aunque el primero explotase su caldero. Granger, que se había hecho mejor amiga de Weasley y Potter.

Potter.

Él, como ella, había llegado a Hogwarts ya teniendo una reputación y también como ella, se la había acabado por merecer.

Ivy vio a Anabel apretar su puño alrededor de la copa de agua que estaba bebiendo y a Willow enterrar su tenedor en la mesa de madera cuando Dumbledore, en el discurso de final de año, le dió la copa de las casas a Gryffindor.

—San Potter —gruñó Draco a su lado, mirándola molesto— mi padre se enterará de esto.

Que mierda de primer año.

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¡Espero que les gustase!
Lo siento si querían tener los primeros años muy detallados, pero probablemente resuma de esta forma hasta el tercer año y haga bastantes flashbacks (amo los flashbacks) para llegar a donde todo se va a la mierda pronto JAJAJAJAJ

Besos,
Connie.

avada kedavra ○ harry potter Donde viven las historias. Descúbrelo ahora