Prologo

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No podía creer que su hermana le hubiera hecho aquello.

Harry Styles apretó los dientes y aguantó la furia en silencio mientras contemplaba a la mujer que estaba de pie enfrente de él. Como miembro del sexo femenino, resultaba algo alta, pero ni siquiera la enorme sudadera ni los amplios pantalones vaqueros que llevaba puestos conseguían disimular su extrema delgadez. Tenía la cabeza gacha y una espesa mata de pelo rojizo le ocultaba la mayor parte de la cara y la parte superior del tórax. Mostraba una actitud pasiva, inmóvil, esperando… ¿Esperando qué?

Harry dio por sentado que eran preguntas. Instrucciones. Le había pedido a su hermana que le contratara un ama de llaves, así que todo lo que había pasado era solo culpa de él. Silver tenía el mejor corazón de Dakota del Sur. Ella le había dicho que ____ Hamill necesitaba trabajo y un lugar en el que alojarse cuando salió de los servicios de protección. Y, para su hermana, Harry era la solución perfecta.

Una vez más, volvió a mirar a su nueva empleada. No parecía estar lo suficientemente bien como para haber salido del hospital y mucho menos, para encargarse del extenso rancho que él acababa de comprar. Sabía que ella había sido víctima de violencia doméstica y simpatizaba completamente con lo que había sufrido. Sin embargo, él necesitaba a alguien que pudiera pintar y empapelar, frotar bien las bañeras, encargarse de la ropa sucia, cuidar del huerto e incluso cuidar de los toros y asear a los caballos si era necesario. Y parecía que aquella mujer necesitaría ayuda para asearse ella misma.

—Y bien —dijo él—… según tengo entendido, usted desea trabajar para mí.

Asintió con la cabeza. El ligero movimiento sacudió la cortina de pelo, haciendo que el reflejo del sol le sacara destellos cobrizos del cabello. Harry tuvo que contenerse para no extender la mano y engancharle un dedo entre los rizos que le colgaban bien por debajo de los hombros. Había que decir en su favor que aquella mujer tenía una melena muy hermosa.

Harry suspiró. Silver lo había colocado entre la espada y la pared y ella lo sabía. Uno de sus sueños había sido comprar el rancho que su padre había poseído. Cuando le había surgido la oportunidad no la había dejado escapar y Silver le había ayudado a limpiar y a decorar la antigua casa.

Desgraciadamente, se había enamorado de uno de sus vecinos rancheros y se había casado antes de terminar el trabajo. Y Harry seguía necesitando ayuda. Por si aquello era poco, Silver le había dicho que el único regalo de boda que esperaba de él era la promesa de que le daría a aquella mujer una oportunidad.

—Bueno, supongo que podemos intentarlo —añadió él—. Estoy terminando con unas obras, así que va a haber algo de jaleo de vez en cuando. Además, necesitaré que me ayude también con las tareas propias del rancho. ¿Dónde están sus cosas? —añadió después de una pausa, al ver que ella ni respondía ni se movía—. Yo iré cargándolas mientras usted se despide.

La mujer volvió a asentir. Sin levantar la cabeza, señaló una voluminosa bolsa de papel con dos asas de unos conocidos grandes almacenes, que estaba apoyada contra uno de los postes del porche del albergue de mujeres al que había ido a recogerla.

—¿Eso es todo? —preguntó Harry, sorprendido. Nunca había conocido a una mujer que fuera capaz de viajar ligero. Era imposible que aquella bolsa fuera su único equipaje.

—¿Estás lista para marcharte, querida? —le preguntó una mujer regordeta, que avanzaba por el porche, tomando a ____ entre sus brazos—. Entonces, usted debe de ser el señor Styles. Yo me llamo Rilla. Su hermana es una persona encantadora —añadió, indicando por el tono que dudaba de que él compartiera los atributos de Silver.

Harry sonrió todo lo sinceramente que pudo. Era la sonrisa que convencía siempre a docenas de cautos inversores para que le confiaran sus ahorros. Aquella vez, tampoco le falló.

Un Amor DistintoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora