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━◖𝐅𝐢𝐜𝐭𝐨𝐛𝐞𝐫 𝟐𝟎𝟐𝟎◗━
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╰┈➤ ❝Pequeños cortos durante el mes de octubre sobre dos parejas inusuales.
Diferentes personalidades.
Propósitos opuestos.
Líneas distintas.
Per...
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Las praderas del este sin duda eran sus favoritas, sobre todo por la gran jacarandá que adornaba el pastizal y una extensa sombra, el lugar ideal para alejarse del pueblo y descansar sin miedo a ser molestado; luego de una larga jornada de quehaceres en la granja, por fin pudo tomar rumbo al sitio, acompañado del instrumento que amaba tocar.
Llegó en unos quince minutos montado a caballo, disfrutando de la brisa que chocaba en su rostro y la sensación de libertad, dándole un impulso para componer alguna canción; estaba seguro que la inspiración llegará al fin después de varias semanas de espera, ahora que el cumpleaños de su prima se acercaba merecía una gran fiesta, y él quería ser quien cantara.
Tantos pensamientos e ideas se esfumaron de golpe al ver a un joven sentado bajo su árbol especial, tocando una fina melodía en un violín celeste; hizo detener al animal cerca de donde reposaba el chico, haciendo que dejara de tocar y se enfocara en ellos.
—¿Pasa algo? —Sostuvo el instrumento para seguidamente pararse y acercarse.
—Escúcheme señorito, estas tierras son de propiedad ajena, le pido que se retire —dijo al bajarse y apartarlo con unas palmadas en el pecho, transmitiendo burla hacia al joven.
—Buenas tardes a ti también —rió sin prestarle atención al tono, volteó a los lados buscando a más personas que anduvieran cerca, pero al parecer solo estaban ellos; retomó su postura calmada y miró al moreno—. Perdona, creo que no te has enterado, ¿verdad?
—¿Enterarme? ¿De qué o qué?
—Verás, mis padres acaban de comprar la hacienda Esmeralda, así que el terreno abarca hasta estos rumbos, se podría decir que tengo el derecho legal de estar aquí —mencionó sonriente, dejando perplejo al oji-rubí—. Oye, creo que eres el hijo del señor Doom... ¡Genial! Eso quiere decir que somos vecinos. Ah, dónde están mis modales, mi nombre es Sonic Maurice, un gusto en conocerlo, joven Shadow.
—Ve pues... —Rascó su nuca evidentemente nervioso, sintiéndose tonto por algo tan absurdo, sus padres pudieron anticiparle y evitar una vergüenza como esa; chasqueó la lengua algo incómodo, el acento del cobalto no se parecía en nada a los del campo, al parecer era de la ciudad—. Bueno señorito no voy a seguir estando en su propiedad, que la disfrute.
—Hey —le cortó el paso, tocando su hombro derecho para que girara a verlo, el animal se acercó al vetado aunque permitió que el cían lo acariciara—. No quiero darte una mala impresión de mí, por eso quiero decirte que puedes seguir viniendo, nadie te va a sacar, te doy mi palabra.
—Que lo siento muñeco pero yo no confío en los fuereños —escupió con las manos en los bolsillos del pantalón, lo mejor que podía hacer por el momento era inspeccionar las actitudes y acciones del oji-esmeralda.
—Lo entiendo, es cuestión de tiempo para conocernos. Por cierto, tu guitarra es muy bonita, ¿sabes tocar? —Preguntó con tal de aliviar el ambiente tan tenso, en esos momentos desearía haber recibido clases sobre cómo socializar, y no de la forma educada, sino amistosa.
—Sí, compongo canciones, la vida aquí a veces es aburrida y hay que ver otras maneras de pasar el rato. No es que me moleste cuidar a mis animales o labrar las tierras, aunque también me gusta pasar el rato solo. Supongo que de donde vienen las cosas son diferentes.
—Bueno, un poco; ¿sabes? Yo tengo un violín, ¿quieres tocar conmigo?
—No veo porque no —desenfundó el instrumento al mismo tiempo que lo hacía el azulado, lo invitó a sentarse bajo el árbol y explicarle cómo podían llevar el mismo ritmo, dando como clave la chispa de la naturaleza en que estaban rodeados.
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