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Terminó de entrar la última mesa del bar, finalizando su jornada laboral, cuando el gerente se acercó a ella, entregándole un sobre blanco.

—¿Qué es esto?

—Como sabrás, las ventas han bajado mucho en los últimos dos meses. Y lamentablemente, tuvimos que reducir el personal.

—¿Me están despidiendo? ¡Soy la única que siempre accedió a todo lo que pedían! —exclamó con indignación—. Si habían horas extras, si había que cubrir días de descanso ¡Era la única que lo hacía!

—Y reconocemos tu trabajo y también tu cumplimiento, es por eso que te hemos dado un plus de la suma total que-

—Púdranse —pronunció con rabia, quitándose el delantal y la cofia que aún llevaba en su cabeza, antes de ir hasta su mochila y salir por la puerta trasera.

Era el trabajo que más le había durado, casi dos años aguantando sus malos tratos, haciendo lo mejor para poder conservarlo ¡Y la echaban!

Era injusto, tan injusto que le pagaran de ese modo. Pero lo entendía, así eran todos, se aprovechaban de sus empleados. A ellos lo único que le interesaba era facturar.

***

—Sabías muy bien que esa era la zona de Baltazar y nos metiste igual allí.

—¡Maldito seas! ¡Qué no lo sabía, okay! A mí me dieron el maldito encargue y me dijeron, lleva los puntos paquetes a-

—¡Cuidado!

Volvió su vista al frente, en el momento que su hermano le gritó con temor, y frenó de golpe, sin poder evitar chocar a la mujer que iba cruzando la calle.

—¡¿Qué hiciste, Caleb?! —le gritó con rabia el rubio junto a él, antes de bajar rápidamente del auto.

¿Y qué culpa tenía él? Si la humana había cruzado sin mirar.

Se bajó también del auto, y se acercó hasta el cuerpo de la mujer y su hermano, que ya estaba de cuclillas a un lado de ella.

—Está viva, pero se golpeó la cabeza —le dijo, mientras giraba con cuidado la cabeza de la castaña.

—¿Llamamos a la policía? ¿Una ambulancia?

—No, idiota, la llevamos.

—¿Qué? ¿Estás demente?

—¿Y qué nos encuentre la policía con los encargos? ¡Muévete! —gruñó tomándola por debajo de los brazos.

Caleb chasqueó la lengua, y la tomó por las piernas, dirigiéndose ambos a la parte trasera del auto.

—¿Qué haremos cuando revisen las cámaras de seguridad?

—No pasó nada aquí —pronunció mientras sus ojos brillaban de un modo extraño.

Pasaron de negros, a un verde brillante, antes de volver a su color natural.

—Ahora vamos —le dijo Caleb subiéndose en el asiento del conductor.

***

Se quejó con dolor, y se llevó una mano a los ojos, jadeando. Le dolía demasiado la cabeza y el cuerpo. Sentía como si la hubiese... Arrollado un carro.

Abrió los ojos rápidamente al recordar aquello, que había sido real, y se encontró en una habitación que no era la suya, ni la de un maldito hospital.

¿Dónde diablos estaba?

Se sentó en la cama con algo de dificultad, debido al dolor de espalda, y en ese momento entró una mujer de cabello naranja y rizado, y un hombre de cabello negro.

—Vaya, la niña despertó —sonrió la joven pelirroja.

El azabache la observó, y antes de poder decir algo, la humana gritó aterrada, cayendo nuevamente en la cama, inconsciente.

—¿Qué demonios le pasa? —le preguntó con fastidio Caleb.

—Creo que vio nuestras alas —pronunció la pelirroja acercándose a la cama.

—¿En serio, Esmeralda? Es una humana, ellos no ven nuestras alas —le dijo rodando los ojos.

—¿Sí? Pues dime entonces ¿por qué gritó luego de ver hacia nuestras espaldas?

—Quizás me reconoció.

—Quizás vio las alas, idiota —le dijo molesta—. Y eso será un problema. Hay que dejarla en donde la encontraron.

—Eso mismo dije desde un principio yo. Pero Samuel la quiso traer.

Qué una humana pudiera ver a los caídos, era un gran problema... Más aún si encima la habían llevado a su casa.

...

CalebDonde viven las historias. Descúbrelo ahora