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Daniel apareció en su habitación, y al ver a la mujer que ya estaba allí, la miró sorprendido.

—Minerva.

—¡Dany! —chilló corriendo hacia él, antes de saltarle encima y besarlo deseosa.

El castaño le correspondió, antes de intentar bajarla. Pero Minerva había enredado sus piernas en la cintura de él, sin contar con que lo estaba abrazando también.

—Que difícil es estar cerca tuyo y no querer follar —pronunció en un tono sensual, mientras sus iris negros tomaban un color dorado, sonriendo.

—Minerva ¿Por qué estás aquí? —le inquirió intentando mantener la compostura.

Esa mujer podía hacerlo flaquear muy rápidamente, muy fácil.

—¿No me extrañaste, Dany? —le inquirió haciendo un mohín, antes de robarle un beso corto.

—La última vez que estuviste aquí, perdí a una mujer por tu culpa. Tú la entregaste a tus superiores.

—Debía hacerlo, mi amor —le dijo besando su cuello, antes de pasar suavemente su lengua hacia arriba, llegando a su oído, dónde le susurró—. Pero tú sabes que no quería.

—Estás aquí por algo, habla —gruñó apretando los puños.

—¿Te parece si follamos y luego te cuento? —susurró bajo, contra su cuello, acariciado la espalda de él.

—No. Habla ahora.

—Dany, es que te necesito —se quejó haciendo un mohín, mirándolo a los ojos.

Lo tomó una de sus manos, y la llevó hacia su intimidad, extendiendo sus dedos con los de ella, para que acariciara entre sus dedos.

—Ya basta —masculló deteniendo su mano—. Y bájate, no haré nada contigo.

—¿Por qué me tratas mal? —le inquirió volviendo a su color de ojos negros, mirándolo confundida.

—Cada vez que estoy contigo, algo sale mal, la última vez-

—Tenemos mellizos —lo interrumpió.

Daniel se quedó con la boca semiabierta, aturdido.

—Tenemos mellizos, un niño y una niña —sonrió—. ¡Y son un dolor de cabeza! Sacaron mi personalidad —rio.

—E-Eso no puede ser verdad.

Ella continuó riendo, al ver la expresión de desconcierto de él. ¡Era tan tierno el estúpido!

—Nosotros no podemos engendrar, tú especialmente no puedes hacerlo.

—Bueno, a cambio de la chica, me dieron un regalo.

—¿De qué hablas?

—Le pedí una pizca de creación, sólo un poquito. Me dijeron "no va a funcionar, necesitas luz". Y pues, tú eres luz, y la última vez juntos, me diste mucha "luz" —sonrió traviesa.

—Me estás diciendo, que entregaste un alma pura, y me engañaste ¿Sólo para tener un hijo?

—Dos hijos, y nuestros.

—Esto no puede ser verdad.

—¡Te juro que lo es! Tuvimos dos bebés, y fueron mellizos. Mira, obsérvarlo por tú mismo, ya no hay más nada en mí, porque esas dos criaturas consumieron la chispa de creación para formarse.

Daniel la miró y luego se pasó una mano por el rostro y el cabello, dándole la espalda, dando un par de pasos.

—¿Quieres conocerlos? Son un poco traviesos, pero son buenos niños, Dany.

—¿Niños? Si deben tener como doscientos años, Minerva ¿De qué diablos hablas?

—Son espíritus jóvenes, su desarrollo es diferente al nuestro, parecen muchachitos de trece o catorce años humanos. Y no hubiese venido aquí, si no fuera porque me pidieron verte, conocerte.

—¿Y por qué no me lo dijiste antes? ¿Por qué esperaste tanto tiempo?

—Porque tú estabas muy molesto conmigo, y todo pasó de un modo muy extraño. Y cuando ellos nacieron, tuve mucho trabajo por cuidarlos. ¿Crees que fue fácil para mí ocultarlos? Si alguien llegara a saber que ellos son hijos nuestros, los asesinarían. Y creo... Que estarán más seguros contigo.

Y aquello era cierto, Daniel lo sabía muy bien.

—Tráelos —suspiró resignado.

—De acuerdo —sonrió emocionada—. El niño se llama Dante y la niña Mara, espérame aquí —le dijo antes de desaparecer.

Y Daniel no terminó de procesar los nombres de sus hijos, cuando Minerva regresó con dos muchachitos, que como ella le había dicho, aparentaban unos catorce años humanos.

—Dante, Mara, él es su papá Daniel —sonrió aquel hermoso y sensual demonio feminino.

Daniel observó a ambos muchachos, y sí pudo sentirlo. Minerva no estaba mintiendo, esos niños eran sus hijos.

Tenía hijos.

...

😱♥️😱

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