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Abrió suavemente sus ojos, y en ese instante recordó todo lo que había pasado. Y sintió un temor enorme, al ver qué ya ni siquiera se encontraba en la misma habitación de antes.

Se sentó en la cama, y se encontró con un rubio sentado junto a ella, sonriéndole de una forma estúpida.

—Mi hermosa y amada Hazel, finalmente volveremos a estar juntos.

—¿Quién diablos es Hazel? Y más importante aún ¿Quién mierda eres tú?

Baltazar abrió los ojos sorprendido, antes de sonreír.

—Lo entiendo, has reencarnado en este nuevo cuerpo, sin recuerdos, ni memorias de nuestras vidas.

—Dios mío, donde fui a caer —pronunció cubriéndose el rostro.

—Hazel, todo lo que has visto, es real. Tú y yo somos lo mismo.

—¿Pero de qué hablas? Yo ni te conozco, lunático.

—No me recuerdas, pero sí me conoces, mírame.

La castaña giró su rostro y lo observó. En ese momento, los ojos del rubio cambiaron a un color negro y aparecieron sus alas a ambos lados de su espalda.

La jovencita abrió los ojos con horror y se hizo hacia atrás.

—Tranquila.

—¿Q-Qué diablos eres t-tú? ¿U-Un demonio?

—No soy un demonio, soy un —lo pensó por un momento y luego sonrió levemente—... Soy un ángel, como tú.

—¿Qué?

La tomó de las manos y le sonrió.

—Deja que tu naturaleza salga a flote, no eres una humana, Hazel. Sé que has vivido ésta reencarnación como una, pero no lo eres. Recuerda quién realmente eres.

Ella continuó mirando sus ojos negros, mientras él le hablaba, y sus iris cafés cambiaron a verdes. Sus alas se hicieron visibles, alas de un plumaje café, con un tornasolado en verde limón.

Baltazar la observó y sonrió suavemente.

—Antes tus plumas eran blancas, un color puro y perlado, porque tenían un brillo rosa ante la luz de la luna.

—¿De qué hablas?

—Mira sobre tu hombro.

Confundida, Hazel giró su cabeza y observó aturdida las alas que estaban en su espalda.

—¡Santa mierda! —exclamó asustada, provocando que sus alas se extendieran, haciendo reír bajo al rubio.

—Tranquila, tómatelo con calma.

—¡Tengo alas!

—Sí —sonrió—. Alas muy bonitas.

—Tengo alas y soy un ángel ¡Un maldito ángel!

—Am, sí.

—¡No puedo creerlo! —rio cubriéndose la boca con ambas manos—. Entonces existen, los angeles existen y son de verdad.

—Y los humanos no deben saberlo.

—¿Y cuál es nuestra misión? ¿Debemos proteger a los humanos? ¡No puedo creerlo! —pronunció emocionada, moviendo sus alas.

—Nuestra misión, es encontrar a los humanos que son especiales, y protegerlos hasta que trasciendan. En el pasado, ya han venido otros espíritus como nosotros, y quedaron atrapados en la tierra, como humanos. A ellos también debemos ayudarlos.

—¿Y tú? ¿Quién eres tú?

—Soy tu compañero, tu pareja. Fuimos enviados juntos a la tierra.

—¿Cómo mí marido?

—Sí, en términos humanos sería tu marido.

—Diablos, yo... Yo ni te recuerdo, sé que no es mentira, porque lo poco que me has dicho, es cierto, pero... Lo siento, no sé quién eres.

—Te ayudaré a recordarlo —sonrió apoyando una de sus manos sobre la mejilla de ella, acariciándola—. Esperé tanto tiempo por ti.

—¿A qué te refieres con eso? ¿Por qué dices que reencarné cómo humana? ¿No sé supone que los ángeles no mueren?

—No moriste en sí, pero... Ocurrió algo muy malo, que provocó que tu alma se dividiera.

—¿Ocurrió algo malo? ¿O fui yo quién hizo las cosas mal? Porque tú sigues aquí.

—Es tu primer día, mejor no hablemos de eso ahora —sonrió.

Ella lo miró y luego asintió con la cabeza, antes de desviar la mirada.

—Entonces ¿Qué se supone que haga ahora?

—Te llevaré a conocer nuestro hogar, y contarte un poco de que trata todo esto.

...

CalebDonde viven las historias. Descúbrelo ahora