Iridiscencia

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- No me puedo creer que arrancaras las páginas – dijo Ben por enésima vez, mirando su libro mutilado

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- No me puedo creer que arrancaras las páginas – dijo Ben por enésima vez, mirando su libro mutilado. De vez en cuando las colocaba en su sitio como si fueran a arreglarse mágicamente. Aunque no parecía ser eso lo que realmente quería arreglar.

- Eso no importa – respondió Rey – Tenemos que llegar ya a Alderaan.

Ben la ignoró. Hacía eso mucho. Rey lo vio hundirse en sus propios pensamientos, como un océano negro y profundo.

- No voy contigo – dijo al final.

De alguna forma, Rey se esperaba que dijera eso.

- ¿Y qué le digo a tu madre?

Él se encogió de hombros como si no le importara, pero tenía el rostro tenso, los labios apretados.

- Dile que es libre de su carga. Que hace tiempo que murió su hijo.

Se levantó y cuando se giró, la vio. Una pequeña mariposa en su hombro.

La iridiscencia de sus alas azules destelleaban llenas de color. Con un movimiento rápido, Rey avanzó y la atrapó con la mano ahuecada, los dedos los barrotes de una jaula improvisada.

Ben se volvió hacia ella sobresaltado, pero al ver de qué se trataba, arqueó una ceja.

- Es una polyommatus icarus. Una mariposa común.

- ¿Eso dicen tus libros? - preguntó Rey irónica – Lo que no dicen es que vuelan entre mundos, son mensajeras, y pueden contar lo que hay en el alma de la gente.

Al decir eso, se llevó la mano cerca del oído, para escuchar.

Ben esbozó una mueca de desdén, pero no pudo ocultar la curiosidad en sus ojos.

- ¿Y qué dice?

- Dice... Que has estado mucho tiempo solo. Que eres estricto, contigo especialmente. Que no has tenido quien te guíe, y que has hecho cosas terribles.

Ben, que no había apartado los ojos, los bajó hasta suelo al oírla.

- Pero ese no es tu verdadero ser – continuó Rey tranquila - Dice que hay mucha luz en ti, Ben Solo. Ahora tienes que confiar en ello.

- ¿Y tú crees lo que dice? - preguntó Ben, la voz pequeña y débil.

- Sino fuera así, no la habrías atraído – respondió abriendo la mano y liberándola - Intentas transformarte, arreglar lo que has hecho. A mi me vale. Estoy segura de que a tu madre también.

Rey volvió a ver al niño en el rostro de Ben, la expresión abierta y esperanzada.

Pero de repente sus ojos chispearon, una sonrisa torcida en la comisura de los labios.

- ¿Eres una bruja?

Vale. No se esperaba esa respuesta.

- Y tú eres el alquimista más buscado de la Orden de Ren. Así que no te atrevas a juzgarme – le respondió cruzándose de brazos.

En su interior, Rey sintió la chispa del miedo. No es que pudiera delatarla, pero le preocupaba su reacción. No habría sido el primero en rechazarla. En temer quien era.

Pero cuando Ben volvió a hablar, no había rastro de ira o de miedo en su voz:

- Vale. Iré contigo.

Septiembre2020 microficDonde viven las historias. Descúbrelo ahora