20. Desvaríos.

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—¿Que te ocurre? ¿Estás bien?—preguntó Yamcha preocupado.

—Si. Pero no me gustan estos lugares. Me dan escalofríos.—Respondí ocultando mi nerviosismo.

—Si me hubieras esperado, habría venido contigo.— La molestia en sus palabras era comprensible, no tendría que haber ido sola.

—Lo lamento fui muy impulsiva.

—¿Al menos tienes el informe? ¿Algo que nos sirva?

—Si. Tómalo.— Se lo extendí. —Murió por las puñaladas que recibió.

Empezó a leerlo y prosiguió:
—Vaya novedad. ¿Había pistas? ¿ADN o algo? Con semejante carnicería, es imposible que no haya rastros.

—La asistente del forense no me dijo nada. Mejor vamos a la central y revisamos bien. Estoy cansada de estar aquí.

—Es necesario hablar con el forense en persona, a ver si hay algo relevante.—Insistió él.

—Pero mejor lo hacemos después o por teléfono, ¿No te parece?— Intentaba convencerlo de irnos de ahí, pero no él no cedía.

«No deseo estar aquí»


Me tomó de los hombros intentando calmarme y habló con suavidad: —¿Que tal, si entro solo y hablo aunque sea con la asistente forense? Seguro no se resistirá a mis encantos.

—De acuerdo, ve y haz lo tuyo, hoy estoy algo dispersa, te espero aquí.

Pasaron 40 minutos y por fin salió con una sonrisa de éxito.

—¿Tuviste suerte?

—Claro que si. ¿Porqué no me dijiste lo de la nota que encontraron en su boca?

Golpeé mí cabeza con mi mano, reconociendo el error. —Lo olvidé, que bueno que viniste conmigo, siempre es bueno tener niñero.

—¿Te sientes bien? No te ves muy bien que digamos.

—Necesito ir un momento a mí casa. ¿Podrías por favor alcanzarme?— Junté mis manos de forma suplicante.

—¿No puedes esperar hasta terminar el turno?

—En realidad no. Por favor será solo un momento.

—No voy a ese edificio desde que me atacaron.—Reconoció.

—Entiendo, puedes dejarme afuera y me esperas. Te prometo que no tardaré.

—¿Es muy necesario?

—Lo es. Olvidé mi medicación, iré a tomarla y bajo, lo prometo.

—Agghh, espero que cumplas.—Yamcha Finalmente se rindió y nos fuimos.

Me llevó hasta mi casa, tomé el ascensor y fui por mis medicinas. Estaba a punto de perder la cabeza. Cuando iba a regresar, tuve otra alucinación, esta vez era Vegeta tirado en el piso lleno de sangre, su mirada pérdida me auguraba lo peor. Cerré la puerta de un golpe y bajé muy atormentada.

—¿Ya te sientes mejor?—Volvió a preguntarme.

—Si.—Mentí— Gracias por traerme, será mejor que vayamos a la jefatura, hay que notificar a nuestros superiores.

Subí al vehículo intentando ocultar mi estado, era desesperante perder el control de mi mente. Pero no podía ocultar lo que me ocurría, tomé la medicación demasiado tarde. El malestar tardaba en disminuir y para calmarme, comencé a mecerme de un lado a otro de forma inconciente, cerrando los ojos.

PESADILLA RECURRENTE                                 Vegebul [Libro 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora