Juego de cartas

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—Con el hambre que tenía… Esto será increíble…
Los labios de Rocca rozaron despacio la oreja de Álvaro, quien esperaba un mordisco en ese mismo lugar, pero tuvo que aguantar un quejido cuando notó como los dientes de su ama atacaban su cuello como una vampiresa hambrienta. Sintió la cálida lengua de la universitaria por encima de la marca de dientes que seguramente tenía ahora en la piel y, al ver como se alejaba y relamía los labios, se atrevió a preguntar.
—Por favor, cuénteme algo más de usted…
—Adelante, Alvarito, puedes preguntar cuanto desees. —En ese momento se bloqueó. Tenía libertad total para preguntar, pero no sabía el qué. Sabía pocas cosas, era vasca, estudiaba en la universidad el grado de criminología, regentaba el Rocca… ¿Qué más podía preguntar?
—¿Sigue trabajando? —Suponía la respuesta, no se había ganado la exclusividad de aquella diosa.
—Claro que sí —Respondió la dómina mientras acercaba la baraja de nuevo a la boca de su nuevo juguete —. Adoro humillar a salidos como tú… aunque nunca nadie me ha gustado tanto.
Atontado por lo que acababa de escuchar acercó la boca lentamente a la baraja y, usando solamente los labios para no dañar las cartas, escogió la nueva tortura con la que recibiría placer. Cuando vio la carta no pudo evitar abrir la boca, dejándola caer, un as de corazones.
—Bueno, yo he comido —Escupió al suelo justo junto a la carta, sonriendo al ver los ojitos de cordero suplicante que ponía su sumiso —, es justo que tu bebas algo, ¿No?
Álvaro acercó la cabeza lentamente al suelo para lamer el escupitajo, pudiendo acercarse así a esos pies que deseaba besar y adorar. Cerró los ojos esperando oír los tacones de aquella diosa rodearlo para darle una patada en los huevos desde atrás, pero en vez de eso sintió como el tacón se le clavaba en la coronilla, y el resto del zapato en la nuca, haciendo que su cara chocase contra el suelo y aquel escupitajo se quedase en sus labios.
—Chupa y tragatelo… O en vez de quitar el pie, presionaré aún más. —Como pudo, el joven lamió sus labios y el suelo, dejando de sentir aquel tacón en su cabeza.
Al incorporarse puso sus dientes disimuladamente sobre su labio inferior, cubriéndolo con el superior, para soportar el grito de dolor cuando recibiese el final del castigo.
Los tacones golpearon el suelo cuando Rocca comenzó a rodearlo, un sonido rítmico que lo excitaba por razones que escapaban a su control. Las uñas de porcelana acariciaron su espalda, haciendo que se encorvase, mientras sentía como la punta de los tacones le rozaba levemente los tobillos para que separase los pies, lo estaba preparando para acabar con su primer as.
—¿Conseguiré su exclusividad en algún momento? —Lo siguiente fue un grito desgarrador de dolor, seguido de un calor en la entrepierna, tanto por el golpe como por la excitación.
—Eres en exclusiva para mi, pero yo juego con quien quiera. Aunque tal vez consigas una especie de exclusividad, ¿Qué te parece que mis clientes sean únicamente para humillarte a ti? Tenerte mirando, mientras los humillo y torturo, negándote el placer que les doy a ellos.
No supo qué responder, no entendía la razón, pero no hacía más que bloquearse. Se sentía con su ama como nunca se había sentido antes, y esa novedad le había llenado la cabeza de niebla, una niebla que le hacía perderse en sus propios pensamientos, obligándole a centrarse en la realidad y de disfrutar el espectáculo ante el que estaba.
Cogió otra carta, la reina de picas. Soltó el aire retenido, tenía miedo de encontrarse otro as. Volvió a sentir esas uñas de porcelana por su espalda, rasgando la piel levemente, haciendo que un suspiro de placer saliese de los labios del torturado. Sentía el placer suficiente como para excitarse y mantenerse así, pero Rocca no quería darle lo suficiente como para que pudiese sentir el orgasmo siquiera cerca.
Las cartas iban saliendo poco a poco, hasta que empezaron a salir ases. Uno tras otro, superó los cuatro ases, descubriendo que la baraja estaba trucada.
Su excitación estaba al límite, ya era imposible mantenerlo como quería haberlo mantenido al principio, aquellos mordiscos en el  cuello, la oreja o el pecho cuando eran cartas normales, en los labios o en su entrepierna cuando salían ases, lo habían puesto a punto.
Los arañazos por la espalda y los brazos lo mantenían para que no le bajase la libido, mientras que los arañazos que sacaban algo de sangre de sus muslos le hacían desear que subiese un poco más las manos para poder sentir una caricia de placentera tortura.
Tragaba la saliva de su diosa nada más rozaba su boca, o la lamía del suelo antes de recibir el taconazo en la nuca para poder disfrutar de ambas humillaciones por separado y que así durase algo más.
Se dejaba disciplinar con los bofetones cada vez que salía una pica, recibiendo una serie de bofetadas con los anillos puestos hacia el interior cuando salía un as, manteniendo la postura recta, sin soltar un solo quejido, dañándose el labio inferior enrojeciéndolo, incluso cortándolo con sus propios dientes y dejando que la sangre le gotease hasta la barbilla, dándole el placer de sentir la lengua de su diosa limpiando aquello.
Lo que ya no soportaba de ninguna manera eran las patadas que se llevaba en los huevos, los tenía casi negros de tanto golpe y le dolía sentir el corazón palpitando por el moratón. Cuando sacó el as de diamantes separó las piernas para recibir los arañazos en los muslos y la patada, dispuesto a soportar el último golpe antes de suplicar piedad.
Sintió las uñas por los muslos, pero no sintió cómo se clavaban. Miró a su diosa y esta le sonrió cuando llegó a sus amoratados huevos para empezar a clavar las uñas despacio, haciendo que Álvaro no pudiese hacer otra cosa que gritar de dolor. Esas uñas no desgarraron, pero hicieron muchísimo más daño que en las veces anteriores.
—Por favor, ama, pare… Ya no lo soporto más.
Rocca se alejó, mirándolo con asco. Era un manojo de golpes y cortes. Estaba tirado en el suelo tan perfecto de la habitación. No había sacado demasiada información de aquella mistress que lo volvía loco, pero había pasado toda una tarde con ella.
—¿Tengo que llamar a un ambulancia o te puedes ir andando a casa?
El silencio fue la única respuesta, estaba dolorido, pero tampoco tenía una respuesta para las preguntas de cualquier doctor.
—Creo que será mejor que te revisen… pensé que serías algo más que el resto a los que he llegado a traer aquí. Supongo que no eres más que otra rata de las que van en busca de humillación… Yo que pensaba haber encontrado a mi bichito.
—No llames —La voz de Álvaro sorprendió a Andrea, que lo miraba ya con el teléfono en la mano —. Tampoco tendría una respuesta a las preguntas de cómo me he hecho esto, y no es la primera vez que tengo que curarme alguna herida.
La dómina se acercó lentamente a ese despojo que quedaba de lo que antes había sido un adolescente relativamente en forma y se agachó para mirarlo a los ojos, aún algo más arriba que él para recalcar su superioridad. Se relamió los labios y acarició suavemente su mejilla con las uñas de porcelana para besarlo despacio, relamiendo las heridas de las que sacó unas pocas gotas más de sangre y separarse tras eso, sin decir nada más, arrebatándole un suspiro al dominado. Este último miró hacia abajo, ese beso había sido suficiente para que, después de toda la tarde de excitación, culminase sin sentirlo, perdiéndose una vez más el placer que aquella diosa le podía dar.

Rocca (Novela ERÓTICA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora