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--Tienes el dinero en la mesa--La voz de ese hombre no ayudaba con sus ganas de vomitar, sentía que todo le dolía y que el estómago le daba vueltas, y ni hablar de cuando prendió el cigarro justo frente a su cara.

--Claro, sabes donde encontrarme si me necesitas, cariño--Intentaba disimular su tono de voz y sus lágrimas para no ocasionar nada en el cliente, además de que si su proxeneta se entera de que terminó llorando probablemente se enfurezca. Nunca debe dejar de sentir lo que el cliente quiere que sienta.

Aunque no está seguro de que demonios es lo que espera que sienta ese enfermo que tuvo de cliente.

Salió de la habitación lo más rápido que pudo luego de tomar el dinero, tragándose sus propios sollozos como si de caramelos amargos se tratasen hasta finalmente poder llorar con libertad fuera del lugar. No había nadie y estaba oscuro, era el lugar perfecto para llorar.

O para matarse quizás.

¿Es raro si se ríe sólo por ese pensamiento?

La farola daba justo ahí, como una luz en un escenario que apunta hacia el personaje más importante en le escena, al protagonista. Argentina no era el protagonista de su propia vida siquiera, aunque igualmente se sentó debajo de aquella luz.

El hombre había sido tan bruto que le había dejado marcas en todas partes, todo su delgado cuerpo estaba lleno de moretones o mordidas, al principio su proxeneta se enojaba cuando hacían eso pero luego perdió la importancia. USA era el único que lo marcaba mayormente, los demás casi siempre olvidaban que existía otra parte de su cuerpo además del lugar que utilizaban como juguete.

Metió la mano en su bolsillo unos instantes para poder sacar una pequeña bolsa plástica de pastillas, no sabía muy bien que demonios eran o que le ocasionarían, pero no era algo que le importara ahora mismo. Era un suministro de emergencia.

¿De dónde las había conseguido? Siquiera lo recuerda.

¿Es importante?

¿Qué sería lo peor que le podría pasar? ¿Qué lo maten?

Hermoso favor le haría Hécate al finalmente dejarlo morir.

Pero no se llevan muy bien, duda que ella le de esa satisfacción.

Un pequeño puñado de ellas iba a introducirse en su boca sin importarle el resultado que eso tendría, si tenía suerte terminaría en el suelo con convulsiones por una sobredosis, o en el menor de los casos que lo deje inconsciente por unas buenas horas. Por lo menos no sería consciente unas horas de que es una puta que se queja porque lo cogieron mal.

Era casi como jugar a la ruleta rusa.

Podía ser que sólo quedes con una sensación amarga en el estómago y un mal sabor de boca.

O podías terminar junto a un policía que intenta encontrar a alguien que pueda reconocer tu cuerpo.

Lástima que una suave canción que con sinceridad puede decir que lo tiene harto lo detuvo, su tono de teléfono.

--Maldita mierda ¿Otro más?

Lo sacó con toda la violencia que pudo pero sin romperlo, esperando con una esperanza insana que no sea su proxeneta queriendo mandarlo a otro lugar o algo así, esa noche ya tenía la paga como para darle lo necesario a ese maldito brasileño y no estaba en condiciones de siquiera vivir esa noche.

Pero no, de hecho era alguien que no esperaba para nada esa noche.

--¿Hola?

--Argentina ¿Eres tú? ¿Pu...puedes venir a mi casa?

Just once baby //UsArgDonde viven las historias. Descúbrelo ahora