Tenía su cuerpo tan golpeado que siquiera podía mantenerse en pie, de hecho en cualquier momento perdería la consciencia. Brasil no había tardado nada en "entender" los planes de Argentina, pero claro que nunca lo dejaría irse con algún estúpido niño rico.
Si sólo supiera quien era el loco y maldito niño rico.
--¡Maldita puta! ¿¡Crees que puedes dejarme así como así?!--Ya estaba en el suelo, sintiendo como la sangre se escapaba por su nariz y boca, podría decir lo mismo de sus oídos pero no sabe si es sangre de allí o de su cabeza.
Si sólo tenía un poco más de suerte, quizás...
El cuerpo del contrario se tiró sobre él, aplastándolo con todo su corpulento ser, haciendo que las heridas abiertas se sientan aún más de lo que ya se sentían. No entendió nada hasta que las fuertes y grandes manos del brasilero rodearon su ya dañado cuello, apretando con fuerza con claras intenciones de ahorcarlo.
Sólo un poco más...
Siquiera podía luchar, sus manos apenas respondían, no podía moverlas casi, de hecho, siquiera las usaba para cubrirse, sino que los dejaba a los lados de su cabeza, esperando finalmente caer ante la somnolencia que la falta de aire y la perdida de sangre habían provocado.
Brasil no entendió la sonrisa que dio antes de caer inconsciente.
Le encantaría decir que las píldoras llegaron a él junto a la prostitución, que se había vuelto un adicto ante lo mierda que había sido todo.
Pero no, o al menos no del todo.
La mirada de Paraguay era un puñal para él, porque sabía que no era la primera vez que lo veía así, y seguramente no sería la última.
Él drogado no era peligroso, no se ponía agresivo, no gritaba, no golpeaba nada.
Él lloraba.
Él maldecía.
Él intentaba...
--¡Argentina! ¡Uruguay, llama una ambulancia!
...intentaba...
Las lágrimas de Paraguay se mezclaban con el agua de la bañera, la sangre y el agua hirviendo se sentían deliciosos, el como fluía el líquido fuera de sus venas lo estaba matando.
Literalmente.
Los sollozos de su hermano eran aterradores y lo hacían sentir mal, quería llorar junto a él pero estaba tan drogado que siquiera las lágrimas eran comprensibles para su sensible sistema.
Uruguay gritaba por teléfono desde la cocina, con un pánico indigno de un niño de nueve.
Paraguay sollozaba y le rogaba como si no fuera un niño de trece.
Argentina se desangraba como la perra de diecisiete de que era.
Luego de eso Paraguay no quiso volver a verlo.
Se fue de la casa en la que los tres vivían, su padre había salido de la ecuación hace mucho tiempo.
Ahora era su responsabilidad cuidarlos.
No morir por ellos.
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Just once baby //UsArg
Conto¿Recuerdas cuando intentaste matarme la noche pasada, mi amor? Yo no, estaba demasiado drogado, lo siento.