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La forma en la que sus manos temblaban era casi un martirio, de verdad que no podía mantener el aparato agarrado de correcta forma por la emoción que lo hacía temblequear como una gelatina.

USA se había dormido, no había sido el momento del niño rico y tierno.

Sólo necesitaba oírlo para estar mejor.

Hace tanto que no escucha su voz.

--¿Estás bien?

Quería llorar, quería tenerlo delante suyo para protegerlo entre sus brazos hasta que el mundo ya no sea una amenaza, ver cuanto había crecido desde su partida. 

Quería hacerlo feliz.

--Si, Paraguay ha estado un poco decaído últimamente pero creo que estamos bien--Él pensaba que no se daría cuenta seguramente, pero Argentina no era tonto, la forma en la que le temblequeaba la voz y como sus palabras se entrecortaban sólo demostraban lo obvio.

Estaba llorando.

--Sabe que también puede hablarme ¿Verdad?--Pero no quiere hacerlo que es lo más probable y lo más justo.

Él tampoco quisiera saber nada de si mismo.

--Si, lo sabe--Se mantuvieron en silencio unos momentos más, sólo escuchando la respiración mal llevada de ambos que intentaban disimularlo, sabiendo que el otro estaba ahí-- Hace mucho no me llamabas.

--Lo sé, lo sé, te llamaré más seguido.

Otra vez, silencio, no uno incómodo en el que sentían que las palabras debían ocupar más terreno, sino un silencio pesado en el que ambos sabían lo que el otro pensaba sin siquiera verlo.

Siempre se decían las mismas palabras, tanto que a veces pensaban que perdían el sentido.

Uruguay siempre decía:

--Te extraño...

Tuvo que tomar aire para no largarse a llorar ahí mismo.

Él siempre le contestaba:

--Yo también te extraño...

Claro que lo extrañaba, lo extrañaba como a nada, lo quería como a nada.

Haría todo por él, quería quedarse para siempre con él.

Viviría por él.

Su hermano siempre le pedía:

--Entonces llévanos contigo, no me importa pasar hambre, está bien, viviremos en la calle si es necesario, por favor.

No lo entendía, claro que no lo entendía. Y le encantaba que su hermanito no sepa lo difícil que es cada día.

Le daba esperanza de que no termine como él.

Siempre le respondía:

--Uruguay, sabes que no puedo hacer eso.--Era una excusa, un apaño, un ruego porque lo comprenda. Un susurro que intentaba hacerlo sentir no tan mal.

No podía, de verdad que no podía.

Le encantaría ser egoísta y mandar todo a la mierda, traerlos con él para ver a sus dos hermanos todos los días, las mañanas al despertar, la madrugada verlos dormir.

Pero no podía condenarlos a eso.

Uruguay no contestó.

--Me tengo que ir.

No, pero si seguía en esa llamada iba a terminar cediendo.

Le encantaría que sólo una vez las cosas fueran diferentes, sólo una.

--Chau.

Pero no lo eran.

Y un instantáneo toque en la pantalla acabó la conversación, cortando la llamada.

Sabía que ahora le debía explicaciones a USA del porqué estaba hablando por teléfono en la madrugada desde el jardín de su casa, pero ahora sólo quería llorar, llorar mucho hasta que finalmente se le seque el cuerpo y no quede más que una simple capa de piel vacía.

Extraña tanto a su hermano.

Extraña a su madre.

Quiere volver a casa

Quiere morir.

El abrir los ojos para volver a encontrarse vivo era una de las situaciones que más detestaba, saber que tendría que volver a pasar lo mismo que ayer, vivir en su piel una vez más

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El abrir los ojos para volver a encontrarse vivo era una de las situaciones que más detestaba, saber que tendría que volver a pasar lo mismo que ayer, vivir en su piel una vez más.

No quería despertar, no quería levantarse, pero USA no pensaba lo mismo.

Maldito niño rico.

--Cariño...--El camino de la puerta hasta la cama era corto, aunque ver al estadounidense recorrerlo con una bandeja en manos fue algo que puede jurar que tardó varios instantes--...Te traje esto para que comas.

Hoy tocaba niño tierno.

--No es necesario, mi amor, está bien.

Le estaba costando tanto mantenerse en su papel ese día en particular.

--No, no, no hay problema, no te preocupes--Se le acercó lentamente para dejarle la bandeja frente a él, aunque antes le pidió que se siente para poder comer mejor. Cuando quiso acercarse para tomar el cubierto una mano se le adelantó, tomando el tenedor para acercarle un pequeño pedazo de pastel de carne ya cortado.

Si, USA le estaba dando de comer en la boca.

Al principio pensó en negarse pero rápidamente notó que sería en vano, ya que USA siempre hace lo que quiere. 

Comió sin importarle mucho que la persona que lo estaba alimentando era la misma persona que casi lo mata un par de veces, de todas maneras su vida estaba llena de esas paradojas.

--Gracias--Pronunció cuando el plato ya estaba vacío, viendo como el contrario levantaba la bandeja con todos las cosas aún sobre esta.--Por todo.

--No hay problema, precioso, está bien--Le dio un dulce beso en la nariz antes de salir de la habitación, sonriendo con esa sonrisa tan tierna e inocente que a veces se apropia de su cara.

No pudo evitar devolverle el gesto.

A veces USA era simplemente perfecto, era la reencarnación de todo lo que estaba bien, era una de las facetas que más amaba y odiaba de su mejor cliente.

La adoraba ya que lo cuidaba como si fueran pareja, cosa que se le hacía muy tierna, realmente era algo que adoraba ya que nadie en mucho mucho tiempo lo había tratado así.

Y la detestaba porque lo hace sentir que merece eso y que siempre lo deben tratar así, que es más que sólo un puto estúpido que cada vez se vuelve más y más blando y sensible.

Lo hace sentirse vivo unos momentos.

Y no hay nada que deteste más que estar vivo.

Just once baby //UsArgDonde viven las historias. Descúbrelo ahora