Final

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A la mañana siguiente ambos chicos seguían con la mente revuelta, luego de tantas revelaciones, casi muertes y casos resueltos no podían pensar en nada más que tener un día tranquilo sin ninguna de estas cosas, incluso el obsesionado con el misterio que era Shinichi pensaba lo mismo, además de que quería aclarar de una vez por todas qué haría con sus sentimientos hacia la rubia fresa y qué cosa eran luego de esa confesión en toda regla.

Esa noche había dormido en casa del profesor Agasa, a petición de Ai quien no quería quedarse sola luego de ese "terrible accidente"... o eso es lo que le dijeron a Ran y el tío Kogoro para poder quedarse en la casa de Agasa y así tener un día tranquilo luego de tantos llenos de desastres sin fin.

Gracias a dios nunca llegaremos a enfrentarnos a una pandemia, su mala suerte no puede ser tanta. -pensaba sarcástica la rubia fresa levantándose de su cama para ver al chico de lentes durmiendo en el sofá tranquilamente.

Por supuesto que no lo había dejado dormir con ella, habría sido ridículo, ni siquiera sabían qué eran luego de la noche anterior y por lo visto al chico no le interesaba hablar de ello, ya que no había hecho ni ademán de ello.

Al parecer iba a tomar un tiempo aclarar todo, pero eso no era lo que le preocupaba ese día. Estaba completamente decidida a tener un día normal y así poder celebrar con él y el profesor Agasa su cumpleaños, y darle eso que hace días que planeaba darle.

Pensando en esto fue al armario y se vistió con su ropa usual para comenzar a arreglar todo para esa jornada. Bajo hasta la sala encontrando un gran silencio, todavía era temprano así que supuso que el Profesor seguía durmiendo, con eso en mente llegó a la cocina pensando en preparar el desayuno, una nota llamó su atención nada más entrar.

Fui a comprar el pastel, no se lo digas a Shinichi.

Agasa

La pequeña niña sólo dio un suspiro antes de volver a hacer lo que tenía en mente, el desayuno. Pasó unos minutos preparando todo cuando una voz la llamó.

-Buenos días, Ai. -le saludó el cumpleañero sentándose en una silla frente a la cocina.

-Buenos días. -le respondió está sin siquiera voltear a mirarlo tal vez por nervios, miedo o incluso vergüenza.

Los se quedaron allí en total silencio, un silencio que empezaba a ser incómodo y cargado, pero ninguno de los dos se atrevía a decir algo. El silencio fue roto por el timbre del teléfono de Conan que rápidamente atendió.

-¿Diga?

-Oh, Ran-neechan, ¿qué pasa? -preguntó de forma infantil el detective. -¿Eh? ¿Desayuno? -volvió a preguntar viendo cómo la niña frente a él se mostraba ligeramente decaída mientras terminaba de freír los huevos. -No, Ran-neechan voy a desayunar aquí. -le respondió lo más infantil que podía ser. -Sí, adiós Ran-neechan. -se despidió antes de colgar.

-No hubiera sido mejor si desayunas en la agencia. -murmuró Ai terminando de servir en los platos.

-No te entiendo. -soltó el niño mientras bajaba de la silla y caminar hacia ella. -Después de todo lo que dije ayer tienes dudas. -volvió a decir al estar frente a ella, la miraba seriamente mientras ella solo se enfocaba en lo interesante de las rayas de la baldosa. -Hey. -murmuró suavemente antes de levantar delicadamente el mentón de la niña al ver que no diría nada, ni lo miraría.

Ella mantenía el ceño fruncido y los labios apretados, incluso ante la mirada de dulzura que le daba el de lentes.

-Yo... Shinichi, yo...

-Está bien. -la interrumpió. -Quiero que confíes en mí y no tengas más dudas. -la voz de Shinichi solo expresaba ternura y así era como la miraba.

Tomó ambas manos de la rubia-fresa, entrelazando sus dedos, eso logró calmarla y cambiar su expresión a una más dulce y calmada.

-Shiho... -la llamó llevando su mano derecha junto con la de ella a su pecho.

Ella no pudo evitar sonrojarse al sentir los fuertes y rápidos latidos que sentía del pecho del mini-adolecente.

-De verdad me gustas. -afirmó serio. -¿Quieres ser mi novia? -preguntó mirándola ansioso.

Las mejillas de la chica se tiñeron de rojo ante tan firme pregunta, estaba muy sorprendida no esperaba le preguntara eso, pero allí estaban.

Shiho le dio una dulce sonrisa antes de acercarse y juntar sus frentes, así quedaron unos instantes viéndose fijamente transmitiéndose todo el amor que sentían.

-Sí, quiero ser tu novia. -le respondió dulcemente.

El niño mostró una gran sonrisa. -Este es el mejor regalo de la vida. -comentó divertido.

-¿Regalo? -preguntó la científica confundida. -Oh, claro que no. -habló mostrando una sonrisa entre divertida y orgullosa.

Shinichi sin ninguna duda quería retroceder esa sonrisa siempre traía consecuencias catastróficas, aunque nunca era él el que las pagaba daba miedo.

-Tranquilo. -le dijo calmada rodando los ojos al entender la expresión estancada que mostró su ahora novio. -No es nada malo. -le dijo esta vez de forma dulce, alejándose de él buscando algo en la mesa debajo del televisor. -No sé si sea de tu agrado, pero... toma. -le dijo ligeramente nerviosa mostrándole una pequeña caja cubierta con papel de regalo en forma de lupas.

-¿Puedo abrirlo? -preguntó como todo el niño que en verdad lucía, sus ojos brillantes sólo ponían a la niña más nerviosa. Esta solo asintió con nervios e impaciente por ver su expresión.

Shinichi abrió lentamente mirando divertido la impaciencia de la ojiverde.

-¡¡Oye, ábrelo rápido!! -exclamó molesta Miyano al ver la expresión prepotente del chico.

Este río divertido antes de abrir el regalo rápidamente, se quedó paralizado al ver el contenido un llavero, era una pequeña placa de 221B, una alusión a Sherlock Holmes.

-¿T-Te gusta? -preguntó la niña impaciente.

-Me encanta. -le dijo el niño antes de darle un fuerte abrazo. -Apenas está empezando y es el mejor cumpleaños que he tenido.

Ai río tiernamente devolviéndole el abrazo. -Ve preparándote porque definitivamente esta vez no escaparás de mí.

-Tampoco es que quiera huir. -le respondió entre risas, pasando unas mechas tras su oreja.

Los dos se quedaron mirando fijamente, olvidándose de completamente todo.

-Feliz cum... -se detuvo abruptamente al ver a los dos que lo miraban sonrojados aún cerca el uno del otro. -Ehh, continúen, continúen. -comentó divertido poniendo el pastel en la mesa. -Pasen una linda velada.

-¡¡Profesor!! -afirmaron avergonzados.

-¡Profesor, vuelva! -exclamó Ai con molestia, al ver que no volvía suspiró. -Dejaré que desayune lo mismo que nosotros. -volvió a decir. Unos segundos después el Profesor Agasa estaba impaciente sentado en la mesa del comedor.

Así pasaron todo el día los tres juntos, el ojiazul atento a cada sonrisa de la rubia fresa, el anciano profesor tratando a cada momento de sacar más comida de la mesa siendo regañado por la chica cruelmente, el ojiazul mirando fascinado a esta a pesar de lo mala que se veía en esos momentos, y por último la chica quien por primera vez en su vida sentía que estaba en una familia completa, a pesar de las circunstancias que los había unido... se sentía muy feliz.

Fin

Peligro en el rascacielosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora