Capítulo XI

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El lugar elegido para la celebración de los juegos  fueron los Campos Altos de Miradoth, una amplia pradera donde el rey Fimer acostumbraba a celebrar eventos de gran relevancia. Los juegos consistían en una sucesión de pruebas físicas de agilidad, resistencia y habilidad. Solían terminar con un combate cuerpo a cuerpo entre los dos finalistas. Para el combate final, era costumbre seleccionar una localización diferente que añadiera una dificultad extra a la prueba. La localización se mantenía en secreto hasta el momento de la prueba final. En los últimos juegos, la localización ganadora fueron los montes de Uhd, un lugar con condiciones meteorológicas extremas. El tío de David siempre le contaba historias sobre aquella gloriosa batalla que marcó su vida, una vez incluso le enseñó el muñón que anteriormente había albergado su dedo pulgar del pie. "El frío era inaguantable, pero el cuerpo es listo y reserva energías allí donde no las necesita. Recuerda esto siempre hijo, los dedos son siempre prescindibles. El corazón... eso es otra cuestión", le repetía una y otra vez cuando le narraba su victoria. David no podía creerse que finalmente fuera a participar en los juegos, siempre pensó que ese momento no llegaría nunca. Quería disfrutar y saborear cada instante de aquella mágica experiencia, pero su mente no se alejaba de Lier. Tiempo atrás lo único que le impulsaba en la vida, su mayor motivación, eran la gloria y la aventura. Soñaba despierto con que llegase el día de partir y descubrir los rincones más recónditos del mundo. Ese había sido el motor de su existencia, era su visión y su única misión en el mundo. Ahora, mientras se dirigía al puesto de inscripciones, la única preocupación que tenía era estar con Lier, ella era el primer y el último de sus pensamientos.

El puesto de inscripciones estaba vacío cuando llegó. El soldado encargado de anotar la llegada de los participantes estaba a punto de marcharse cuando David se personó ante él. El caballero poco amigable que estaba al frente de la recogida de datos, se mostró receloso ante la llegada del joven soldado. Normalmente son diez los participantes en los juegos y todos habían hecho ya su acto de presencia en el alistamiento. Cuando David estaba a punto de dar por perdida su discusión con el oficial, un mensajero llegó con una orden real para el reclutador. La orden la había expedido Su Majestad el Rey Fimer, pero la letra era innegable que era la del Capitán Fork. David sonrió ante el hecho de que su mentor diera su brazo a torcer y le ayudase, al fin, a entrar en los juegos. Estaba seguro de que su padre continuaba desaprobando la idea, pero el monarca no iba a ser impedimento para que moviese ésta ficha en todo el embrollo que se traían entre manos. 

Cuando terminó de firmar el acta de presencia, escuchó como las trompetas del campo sonaban, señalando así el inicio de los juegos. Sin perder tiempo, David corrió a la tienda de los campeones, donde éstos esperaban a ser nombrados para realizar su entrada triunfal y el saludo inicial que daba inicio a su aventura. Cuando llegó, David escuchó desde fuera el enorme barullo que había en la tienda. Se asomó sigilosamente y observó como los 10 campeones reían, brindaban y disimulaban sus nervios. Miró desde lo lejos a su buen amigo Plain, que tenía una sonrisa de oreja a oreja y caminaba con aire victorioso por el interior de la tienda. Pensó en lo que supondría entrar en ese momento a la tienda y aguarles la fiesta a todos, así que, tras sopesar su opciones, decidió esperar fuera a ser llamado. Se asomó por detrás de la tienda y echó un rápido vistazo a los campos. Había muchísima gente, miles de personas se habían concentrado para hacer acto de presencia en el histórico acontecimiento. El gobernador de la capital había ordenado el montaje de una especie de gradas para albergaban a toda la nobleza y en el centro de éstas había un pequeño palco resaltado por numerosas guirnaldas y adornos florales. El palco estaba presidido por Sus Majestades, por su puesto. A la derecha del rey se encontraban Mrøk junto con su escolta y el Gran Duque de Miradoth, acompañado de su esposa. A la izquierda de la reina estaban sentados el gobernador, su esposa y su hija Vesi.

Celesthöll | La llave de los mundosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora