La sed

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Me encontraba tirado en lo más profundo de un callejón. La luna se alzaba sobre una ciudad hecha por el hombre. Todo estaba frío. La roca. El viento. Mi piel. Mi carne. Mi sangre. Era un cadáver que respiraba.

Una insana sed atacaba mis sentidos.  Y entonces algo se escuchó. La melodía de un líquido espeso. Me arrastré hasta encontrarla a las afueras del callejón. Una hermosa botella de curvas perfectas. Repté hasta ella. Me alcé sigiloso. La tomé del cuello y la abrí de un tajo. La abracé. Un vino dulce salía a chorros. Beberla era placentero. Un denso calor acariciaba mi ganta para después mezclarse con mi sangre  y recorrer mi carne.

Dejé caer el recipiente de tal exquisita bebida. Una gotas carmesíes se escapaba de un cuello desgarrado. Dos ojos celestes que veían con horror a la nada. Un vestido vuelto rojo cubría un frío cadáver. Era un ser bello, pero también era ganado, y había cumplido con su inconsciente misión. Lamí la poca sangre que se quedó en mis garras y camine rejuvenecido en busca de un refugio.

Ríos de sangre: Historias OscurasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora