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⑉Miradas distintas que colisionan contra un sensible corazón⑉

—¿De verdad creíste que con esa técnica pudiste haberme derribado? No eres más que un débil hombrecito con baja capacidad para convertirse en un gran soldado. ¿Que diría tu padre? ¿Se sentiría orgulloso? Déjame decirte algo, yo no lo estaría si supiera que has estado jugando todo este tiempo, preguntándote cada noche quién eres y por qué estás aquí, en lugar de haberlo sabido antes de poner un sucio dedo acá. Gabriel, eres un inútil más, y si continuas siéndolo no llegarás a nada, seguirás siendo un Donadie.

Acortó la distancia y pude percibir su respiración chocando contra mi naríz, tragué grueso antes de mover mis brazos al intentar apartarla de encima, su peso sobre mi abdomen estaba afectando mi respirar, bueno, no solo eso, sino que también por aquellas palabras. Logró mantenerme callado sin saber que pronunciar o realizar para apartarme de ella. Su agarre en mis brazos se volvió más fuerte, tanto así que sentí sus uñas enterrarse en mi piel.

Sus ojos oscuros me miraban fijo, con ira pincelada sobre las tonalidades de estos, no era algo que sucediera a menudo, no todos los días ocurre que la chica se va en contra de mi y me ataca tratando de darme una lección.

Una lección que está infestándose en mi cabeza.

—¿No piensas hacer nada, Dott? ¿Vas a quedarte inmóvil mientras te desgarro la piel que cubre toda tu vergüenza? ¿Vas a seguir virándome con terror? ¿Que eres? ¿Un cobarde?

Seguía empeñada en herirme verbalmente, cada vez intensificando la presión de su fuerza en mis extremidades. Y yo ahogaba mis gemidos por contratacarle su atenta observación. Era un ápice, tan solo un ápice dividía nuestras caras, pero no permitiría que mi inseguridad me ganara y evitara verle directo. No.

Me removí un poco a lo que ella reaccionó propinándome un cabezazo. Por un instante cerré mi vista y apreté mis dientes sobrellevando el dolor y evitando soltar mis quejidos.

—¡Responde! ¿En qué piensas tanto? ¡Vamos! ¡Arremete contra mí! ¡Sé un adversario digno!

Abrí los ojos y me encontré con su frívola mirada, clavándose en la mía y causando un martilleo punzante en mi pecho, traspasando fronteras y añadiendo sensaciones eléctricas en mis entrañas. Su decisión por querer que la golpee es firme, se puede observar y sentir, observar en esos ojos profundos y sentir en la fuerza que aplicaba en sus uñas dañándome.

—Estás muy callado, y no eres así; ¿Que te ocurre? ¿Temes herirme? ¿Temes hacerlo? ¿Golpearme y demostrarme lo capaz que eres para merecer ser uno de los graduados de la Tropa, ser uno de los diez mejores? ¿Temes ser mejor que yo?

—Temo... perjudicar a Marco.

Jadeó tan pronto en cuanto me escuchó, mostrándose estupefacta, con esos orbes abiertos en demasía. Logrando así echar su cabeza hacia atrás y detener por unos segundos su fuerza en el agarre. Y con semejante oportunidad, fui yo el siguiente en contratacar, la tomé de las muñecas y tomé el impulso para girar sobre el suelo e intercambiar posiciones.

Ahora la peli-castaña se encontraba bajo mi cuerpo, siendo mis manos aferradas en sus brazos y ella sintiendo un poco el peso de mi persona sobre su vientre. Con las rodillas a los costados de su cintura, decidí acercarme a su rostro bañado en un ligero aire de asombro.

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