Capítulo 3: Lo que sea necesario

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Los ojos de Abigail parecieron más brillantes por un segundo, como si fuera a llorar, y ese pequeño efecto causó que su mirada se notara repentinamente amable, como si fuera una persona distinta, y la sed de venganza y de muerte que ella habría ll...

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Los ojos de Abigail parecieron más brillantes por un segundo, como si fuera a llorar, y ese pequeño efecto causó que su mirada se notara repentinamente amable, como si fuera una persona distinta, y la sed de venganza y de muerte que ella habría llamado justicia sin miramientos, se apaciguó por la esperanza. Sin embargo, ella no soltó su agarre, dudando.

—No necesitas confiar en su palabra, Abigail —dijo Rosalie, con amabilidad, y ella se giró para mirarla de reojo. Rosalie era preciosa, con su largo cabello rubio y piel perfecta, parecía una muñeca de porcelana, frágil y de inhumana belleza; también le recordaba un poco a Abigail al aspecto que ella creía que tendrían los ángeles, los ángeles vengadores, al menos, a juzgar por la forma en que le había animado a atacar a Jasper—, pero quizá él diga la verdad. Carlisle, aquí, es un doctor, y puede corroborar si te ha dicho la verdad. Si él te ha mentido con algo así, puedo jurarte que no llegará lejos y lo sujetaré mientras tú lo destrozas, parte por parte.

Abigail suspiró, suavemente, y la sensación del aire entrando en sus pulmones la hizo sentir increíblemente incómoda, como un acto forzado e innecesario, así que no volvió a hacerlo y dejó de intentar respirar en absoluto. Liberó el cuello de Jasper y él se desplomó en el suelo. Emmett hizo ademán de dar un paso al frente, pero Rosalie se apresuró a ponerse a su lado y sujetar su brazo con firmeza.

— ¿Eres un médico? —preguntó Abigail, mirando a Carlisle.

Él asintió con la cabeza con amabilidad.

—Lo soy. Trabajo en el Hospital de Forks y he estudiado la carrera de medicina varias veces, ¿me permitirías acercarme?

Abigail avanzó lentamente hacia el sillón, donde tomó asiento, antes de hacer un gesto de asentimiento a Carlisle. Él estuvo a su lado una milésima de segundo después, y junto a él estaba Rosalie.

—Edward, trae mi estetoscopio —indicó Carlisle, mientras ponía una de sus manos en el cuello de Abigail para confirmar la ausencia de pulso. Edward dio media vuelta y salió de la habitación.

—Me parece que no me he presentado debidamente, mi nombre es Rosalie, y el grande idiota que intentó defender a Jasper es mi esposo, Emmett.

Emmett hizo ademán de hablar, pero la mirada asesina de Rosalie fue suficiente para que eligiera mantenerse en silencio.

—Mi nombre es Abigail, aunque supongo que ya lo saben —respondió Abigail, con una voz aún un poco áspera, pero mostrando cierta disposición a hablar.

Carlisle frunció el ceño tan notoriamente que Alice dio un paso al frente.

— ¿Qué sucede, Carlisle? —preguntó ella, antes de darle una fugaz mirada a Abigail y decirle con amabilidad: —Soy Alice.

—Encontré su pulso —respondió Carlisle, confundido, y apartó su mano de su cuello para tomar la muñeca de Abigail y revisar allí también.

—Nunca fui una gran creyente de los Fríos, pero eso no significa que no escuchara las historias. Creía que los Fríos no tenían... Tenemos... Pulso —dijo Abigail.

—No lo tenemos —dijo Edward, entrando de nuevo con el estetoscopio de Carlisle en la mano, se lo arrojó y él lo atrapó al vuelo, rápidamente colocándoselo. Mientras tanto, Jasper se había levantado del suelo y permanecía en un rincón de la habitación, observando con cautela la situación y tanto Rosalie como Abigail lo miraban cada tanto, de reojo, vigilándolo—, y se supone que tú tampoco deberías, pero podría estar relacionado con tu embarazo.

— ¿Y qué hay de los ojos? —preguntó Abigail, había mirado a Jasper y sus ojos rojizos fijamente el tiempo suficiente para notar que todos los demás allí tenían ojos dorados, excepto él.

—Los ojos tienen que ver con nuestra dieta —dijo Esme, dando un paso al frente—. Mi nombre es Esme, querida, estoy casada con Carlisle. Verás, un vampiro vegetariano, que se alimenta de la sangre de animales y no de personas, tiene los ojos dorados como nosotros, y uno que se alimenta de sangre humana tiene los ojos rojos, igual que los recién convertidos.

Carlisle apartó el diafragma del estetoscopio del estómago de Abigail y se quitó las olivas de los oídos, llamando de inmediato la atención de la muchacha. Ella apretó el reposabrazos del sofá con tanta fuerza que de inmediato la madura crujió y ella se obligó a relajar su agarre.

—Jasper tenía razón. El corazón del bebé late tanto como el tuyo, estará bien, incluso si no entendemos el cómo en cuestión —dijo Carlisle, para después mirarlo—. ¿Cómo lo supiste, Jasper?

Abigail lo miró, y por primera vez lo miró de verdad, porque antes había estado ciega por la ira y sus ojos rojos y los recuerdos habían sido lo único que pudo captar. Su piel era igual que la de los demás, se veía como fina porcelana, su cabello era de un brillante tono dorado, ligeramente largo, ligeramente rizado y algo desordenado, como si solo hubiera pasado su mano por su cabello aquella mañana en lugar de utilizar un peine; en realidad, ella vio cierto parecido entre él y Rosalie, y se preguntó si quizá compartirían cierto parentesco, pues eran indudablemente las dos personas más atractivas en la habitación, y no dudaba que lo serían en cualquier habitación, sin importar quienes estuvieran allí...

Cuando Carlisle se dirigió a él, nadie se atrevió a emitir un solo sonido, y se limitaron a aguardar, pero él jamás respondió, ni siquiera observó a Carlisle, sino que clavó sus ojos en los de Abigail y no los apartó ni por un instante, no hasta que ella hizo un solo y pequeño movimiento con la cabeza para asentir y él se acercó, tan lento como lo haría un humano.

—Soy un empático, siento las emociones de los demás —explicó Jasper a Abigail con cautela—, y las de tu bebé fueron suficientemente fuertes para que yo las sintiera. Pudo sentir tu dolor y tu ira, y estaba asustado, también enfadado. Lo he sentido reaccionar todo este tiempo, la voz de Rosalie lo tranquiliza, le recuerda a ti, y ahora... Ahora también está tranquilo, creo que también le gusta mi voz. Creo que, si se esfuerza lo suficiente, Edward también podría sentir el flujo de sus pensamientos, aunque no con mucha claridad, por supuesto.

Abigail lo observó con expresión impasible.

—Soy como ustedes ahora, ¿volverás a atacarme? —preguntó ella.

—Jamás —respondió Jasper, de inmediato.

— ¿Y atacarás a mi bebé? —insistió Abigail.

—Ningún vampiro volverá a atacarte ni a ti ni a tu hijo como yo lo hice. Ya no eres humana, y para mí y para todos los vampiros nunca volverás a ser un blanco por tu sangre. No puedo arreglar lo que hice, ni hacer nada respecto a la vida a la que te he condenado, pero puedo prometerte proteger a tu hijo, si eso significa algo para ti —dijo Jasper, con seriedad.

Abigail lo observó, miró cada una de sus facciones, buscando alguna señal delatora de mentira, pero no encontró nada y miró a Edward.

—Lees su mente, ¿me está diciendo la verdad? —preguntó Abigail a Edward. Edward observó a Jasper que fácilmente se giró para mirarlo a los ojos.

—Lo dice en serio. Hará lo que sea necesario —respondió Edward.

— ¿Es suficiente? —preguntó Jasper a Abigail.

—Lo es todo —dijo ella, poniéndose de pie—. Me parece que estamos bien ahora, Jasper, porque parece correcto haber sacrificado mi vida a cambio de que tú protejas la suya.

WHATEVER IT TAKES, jasper haleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora