12| Auto

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Salieron de aquel lujoso restaurante, y Sesshomaru cubrió a ambos con un paraguas para protegerlos de la llovizna. El viento era apenas frío, puesto que el verano se acercaba a pasos agigantados.

La pareja paseaba felizmente observando las vidrieras de los locales que iban cerrando. Fué así hasta que Kagome sintió un pequeño chillido bajo el techo de uno de los variados comercios.

—Sesshomaru —llamó la atención de su esposo—, mira allí. —Señaló con el seño fruncido, una caja mediana que se movía de un lado para el otro.

El peliplata se acercó a aquel objeto, y cuidadosamente lo abrió, encontrándose en su interior, con un perrito blanco un tanto pequeño, la ojiazul observó al animal y sonrió.

—Míralo, está solo y abandonado... Sessh, ¿podemos quedarnoslo si no consigue hogar?

Él la observó con el seño fruncido.

—Prometo ser responsable —hizo un puchero con su boca.

Su esposa solía ser un tanto infantil, pero no podía decirle que no a aquel pequeño rostro lleno de felicidad.

—Mph, tu ganas.

La azabache festejó y tomó entre sus manos a aquella caja, ya que no sabía si el perrito tendría alguna enfermedad o algo por el estilo.

Se dirigieron rápidamente al auto estacionado a unas cuantas cuadras, dejaron al canino en su caja y cuidadosamente sobre el asiento trasero.

Una vez que ambos estuvieron en sus correspondientes asientos, se dedicaron a hablar un poco.

—¿Qué te pareció la cena? —Preguntó admirando la belleza de su esposa.

Se veía adorable con aquel vestido turquesa y con su cabello rizado cayendo en cascada sobre sus hombros u espalda, era una belleza.

—Muy romántica señor Sesshomaru —respondió con voz sensual y coqueta.

Este sonrió y unió sus bocas en un suave beso, mordió su labio inferior ligeramente para luego adentrarse a su cavidad bucal y acariciar sus lenguas con parsimonia. Llevó sus manos lentamente el rostro de su mujer, a la vez que ella se aferraba a su nuca, profundizando aún más aquel beso.

Se separaron unos segundos después en necesidad de oxígeno, y Sesshomaru reclinó un poco su asiento, dejando así un espacio para Kagome, quién en un rápido movimiento ya estaba encima de él, con ambas piernas en sus costadosl. Volvió a besarlo, pero está vez el compás de sus labios estaba acompañando por excitantes meneos de caderas fraccionando, sobre los pantalones de Sesshomaru y las bragas de Kagome, sus calientes intimidades.

El peliplata posó ambas manos en su trasero, para guiar aquellos deliciosos movimientos, la mujer gimió en cuanto él comenzó a besar y succionar su cuello, deleitándose con el exquisito aroma que el cuerpo de ella desprendía.

Dieron gracias al cielo que fuera una noche lluviosa, y que cada una de las ventanillas estuvieran empañadas.

—Mgnh... Sesshomaru —suspiró cuando los masculinos labios acariciaron su pronunciado escote.

Estaba decidido, lo harían en el auto.

—Muero por hacerte el amor Kagome.

—Entonces vamos, hazme el amor.

—Con mucho gusto.

Dirigió su mano entre las bragas de su mujer, estaba a punto de hacerse paso entre sus pliegues, cuando un ladrido turbó a ambos individuos.

Dirigieron su mirada al asiento trasero, encontrándose con el perrito blanco moviendo su cola y chillando.

—Será mejor llevarlo al veterinario —dijo la mujer mientras recuperaba su compostura y volvía a su lugar.

Sesshomaru bufó enfadado, y puso en marcha su automóvil. Llevaron al cachorro a una veterinaria bastante reconocida de turno noche.

—Bien, al parecer el pequeño no tiene huesos rotos; le dimos un desparasitario por si las dudas, tampoco cuenta con algún tipo de microchip. Pero si tiene una pata lastimada, no es grave, pero en unos días se le irá —decía una mujer de unos cuarenta años, mientras dejaba al canino sobre una mesa.

Kagome acarició suavemente la cabeza del cachorro, percatándose de que en medio de su frente tenía una mancha en forma de luna creciente.

—Podemos conseguirle un hogar, a menos de que ustedes quieran adoptarlo —prosiguió la profesional.

Ella lo miró con súplica, y al ambarino no le quedó otra más que aceptar.

—Agh, bien... Nos llevamos al perro.

—¿Oíste pequeño Yako? Vendrás con nosotros —decía dulcemente mientras lo tomaba entre sus brazos.

—¿Yako?

—¿Te desagrada? Pensé que te gustaría...

—Me gusta.

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¿Qué les parece el nuevo integrante de la familia Taisho? Supongo que saben el porqué del nombre Yako. En fin, nos vemos mañana a la noche.

𝟑𝟏 𝐃𝐀𝐘𝐒 𝐖𝐇𝐈𝐓 𝐒𝐄𝐒𝐒𝐊𝐀𝐆(+𝟏𝟑)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora