2. Puedo dar más

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Había pasado años mudándome de un lado a otro. La única casa que mantuvimos fue la de New Jersey, por haberme opuesto a su venta. Vivimos en México un año y debí aprender español y en Francia otro, viéndome obligada a hablar francés. 

Para al final volver a New Jersey. Me sentía sinceramente aliviada de volver a la ciudad en la que realmente me había sentido ''en casa''. 

Había ido sobrellevando la muerte de mi hermano, aunque el término ''sobreviviendo'' sonará más adecuado, en esos dos años logré superar esa etapa de mi vida. Habían noches en las que me aferraba a los recuerdos, recuerdos tormentosos, e invadidos de la cruda realidad en que las personas como yo vivíamos o quizás en el terrorífico mundo en que la mente se deja llevar y engañar por su subconsciente. Sin embargo en la mañana yo misma explotaba mi frágil y delgada burbuja personal, que yo misma me construía en los momentos que me hacían derrumbarme.
 El sonoro grito de la ama de llaves me sacó de mis pensamientos indicándome la llegada de la tediosa hora de comer. 

Bajé las escaleras que ya me eran familiares, en la única casa que realmente me había gustado.
El ama de llaves probablemente ella era la única persona de la casa con la que hablaba seguido.

-Buenas noches señorita Melanie.- 
-Mel.- corregí como ya antes había hecho tantas otras veces.
-Oh, sabes que dicen sus padres sobre que el serv...-
-Si.- interrumpí.- Pero ellos no están aquí ¿O sí?- dije sonriendo.
-Muy bien señorita Mela...Mel.- sonrió jovialmente ella, formándose en su cara esos graciosos hoyuelos.
-¿Qué hay de cenar hoy?- 
-Bueno, la cocinera ha preparado pollo asado y ensalada...- arrugué la nariz.- Ejem... Y pastel de chocolate.- dijo al ver mi expresión, sonriendo divertida.
-¡Oh! Magnifico.- me alegré.- 
-Debe comer un poco de pollo asado al menos...- me contrarió.
-Ya, pero solo porque me lo pide.- refunfuñé.
-Estoy al tanto.- dije presentándome el plato del 'apetitoso' primer plato. Comí un par de bocados y continué con mi postre para poder ir a la cama.
Tomé una ducha velozmente y rebusqué mi pijama entre las gavetas, me zambullí en mi hermosa y acolchada cama, tapándome hasta las sienes con la deliciosa manta. Dormí sin interrupción hasta la mañana siguiente, exactamente hasta ser bruscamente despertada por mi madre.


-Mm...- me quejé.
-¡Melanie Lawrence!- chilló. Sabía que tras escuchar mi nombre, con apellido incluido, pronunciado por la boca de mi madre, debía significar algo catastrófico para mí.
-¿Qué pasa?- pregunté sobresaltada.
-Mel, levántate, es tu entrevista de escuela hoy.- dijo como quién no quiere la cosa.
-¿Iré a la escuela aquí?- dije con una alegría chispeante.
-Si.- Contestó para mi deleite. Por fin volvería a ver a Stephanie después de tanto tiempo.
-Bien.- contesté.
-¡Vamos! Empieza a vestirte, debemos estar allí a las ocho en punto, y son las siete.- contestó exasperada, como solía estar.
Me vestí apresuradamente puesto, que esta vez, me importaba ir rápido. 
Me emocionaba la idea de volver a mi escuela y escogí uno de mis conjuntos favoritos. No así el de mi madre... 
Al entrar al auto me miró de reojo, con desaprobación. Me encogí de hombros y me acomodé en el asiento trasero junto a ella. El chofer, Mortimer, puso en marcha el auto y nos dirigimos a la escuela.
La escuela ya no era igual, después de dos años los jardines, la estancia, el comedor e incluso los pasillos estaban diferentes, como suponía también las aulas a las cuales no me fue permitido entrar. 
El director McCartney nos llevó a su oficina y no cesó de hacer preguntas sobre mis estudios en Francia. Desde mi desempeño académico, excelente, hasta mi inmaculada trayectoria en comportamiento.
-Bien Melanie, creó que eres justo el tipo de alumna que buscábamos aquí.-sonrió satisfecho consigo mismo, como felicitándose de algún logro.
-Gracias director.- contesté acalorada.
-Siempre he sabido que mi Mel es muy aplicada.- Dijo mi madre sonriendo hipócritamente, como si algún día hubiese realmente preguntado por mis notas.
El director McCartney sonrió complacido.
-Perfecto, comienzas el lunes, Melanie, estoy muy complacido en que hayas regresado a la escuela.- Dijo dándonos la mano a mí y a mi madre, despidiéndose delante de la gastada puerta de su despacho. Por su expresión deduje que solo le faltaron las características palmaditas en la cabeza, para saber lo satisfecho que estaba con mi ingreso a la escuela.
Al subir al auto mi madre me vio con... ¿Complicidad?
-Esto salió perfecto Melanie.-dijo volviéndose a mí.
-¿Perdón?-
-Si, nuestra empresa esta muy interesada en los alumnos modelos, ya sabes para hacer campañas publicitarias, y tu serás perfecta. Digo, habrá que hacer algo con tu horrendo cabello, pero no hay nada que no cubra el maquillaje.- dijo guiñando un ojo. Quedé poco más que atónita ante el comportamiento indiferente de mi madre hacia mi excelencia académica, y a que las escuelas me aceptaran como si se tratase de una bendición. La mire con cara de pocos amigos pero ella no lo tomó en cuenta y fingió no percatarse del hecho.
El resto del camino lo pasamos en silencio, hasta el momento de la llegada en que pareció añadir a nuestra conversación de hacían ya veinte minutos:
-Nos vemos en la noche.- dijo colocándose unas gafas de sol de cristal negro y caminando hacia su Mercedes negro y escandaloso.
Yo bajé del auto, sin ninguna prisa y me dirigí a mi alcoba. Me quité las insoportables botas de tacón negro y fino, para dejarlos descalzos sobre el frío suelo. Estaba emocionada, exaltada. Como una niña de quince cuando faltan dos días para su fiesta.
Solo que ya yo, ni tenía quince, ni jamás tuve ni tendría esa fiesta... Sacudí mi cabeza, como si eso me dispersará de mis pensamientos.
Me aferré a mi almohada y me cubrí los ojos. Ocultando, no sé para quien, la lagrima que recorrió mi mejilla, triste, solitaria, frágil y efímera. Como yo.
Yo era una lágrima más que no había caído totalmente aún, pero que algún día lo haría y entonces, se esparciría por el frío suelo, como el rocío en las mañanas.  Esperando que una hermosa flor amortigüé mi caída, y si no lo hace, bien.  Me limpié mis húmedos párpados y me incorporé de la cama. 
Decidí comenzar una excursión por el enorme jardín de la casa, esperando que eso despejara mi mente.
El jardín era tan majestuoso, lleno de vida, colores  y olores. El cielo despejado, sin una sola nube que pudiese sacarlo de su perfección. Mi madre había querido que estuviese lleno de flores, como efectivamente había mandado a hacer. Me acosté en medio de toda la inmensidad de vida verde que me rodeaba e imaginé muchas cosas que me gustaría que sucedieran, y cosas que me hubiese gustado cambiar.
El tipo de cosas que uno piensa cuando realmente no tiene nada mejor que hacer, pero que sin embargo, alimentan tus fantasías y te llenan de sueños y esperanzas. 
Comencé por las cosas obvias que hubiese querido cambiar.
Pensé en lo que me hubiese gustado hacer con mi hermano, en lo que no le dije, y lo que debí hacer con él.
Recuerdo las veces en que me aconsejaba, cuando yo lo ayudaba a estar presentable en sus citas, y en los momento en que mamá salía y debía ser yo la que cocinara para el porqué él no sabía hacerlo. Incluso añoraba las discusiones sin sentido, en las que yo solía demostrar que siempre tenía la razón. Cuando escondía mi ropa... Todo.
Ahora podía ver las cosas con otra perspectiva. Desde una lentilla color rosa, pues antes de que mi hermano muriera, a veces, como toda hermana quería que desapareciera de la faz de la tierra. Ahora, solo soñaba en que volviera. Pero quizás sería egoísta, y malvado de mi parte querer que así fuera, lo más probable era que el estuviese mejor... allá donde estuviera.
La brisa contorsionaba mi cabello entrelazándolo con el viento. Reprimí una lágrima que asomaba, había llorado lo suficiente, yo podía, debía y tenía que dar más que eso. Sería fuerte, yo no sería una estúpida chica que se ocultaría entre las sombras que oscurecían su pasado, yo saldría a la luz, y brillaría. 
Entorné los ojos en busca de algún signo de lluvia en mi despejado cielo, y efectivamente, las nubes asomaban ya negras. Me levanté de la fría y dura hierba, dejando tras de mí las huellas de mis pensamientos.

Rompiendo el silencioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora