14.- Música y pecado.

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Ese movimiento incitaba. Parecía que decía “ven, cógeme por la cintura y baila conmigo”. Y eso no era malditamente gracioso. No, no lo era.

Tenía el teléfono inalámbrico en la mano izquierda a modo de micrófono, mientras que en la mano derecha tenía un trapo húmedo y limpiaba el recibidor. Su cabello volaba de un lado hacia otro, en sentido contrario a sus caderas, como si estuvieran ambos sincronizados, programados. Oh sí, están programados para adelantar el día de mi muerte.

La canción actual acabó, lo que hizo que su ritmo redujera ligeramente y se tomase un pequeño respiro.

Todo fue diferente cuando los primeros acordes y golpes de batería de la nueva canción empezaron a sonar en el reproductor automático.

–        I’m a puppet on a string.

Tracy Island, time-traveling diamond.

Could’ve shaped heartaches.

Come to find ya in some velvet morning.

En ese mismo momento giré, enfrentándome a ella y, sin comprender bien por qué, me la encontré mirando en mi dirección, con los ojos tan abiertos que parecía que en cualquier momento se saldrían de sus órbitas.

–        ¿Qué?

–        No, nada. – Se encogió de hombros, giró y siguió a lo suyo. Al igual que yo, giré y continué limpiando, cantando a su vez.

–        In my mind when she’s not right beside me

I go crazy ‘cause here isn’t where I wanna be.

And satisfaction feels like a distant memorie.

And I can’t…­ – Y no pude continuar por una milésima de segundo, abrumado por un peso sobre mis hombros añadido.

Yuls estaba sobre ellos, subida a caballito sobre mí, por lo que me vi obligado a tirar el trapo de entre mis manos para sujetarla bajo sus muslos, evitando así su caída. Giré mi cabeza, frunciendo el ceño, así como ella lo hace todo el tiempo, y me encontré con la sonrisa más bonita que había visto nunca. Tan cursi y vomitivo como eso suena.

–        Canta, idiota. – Susurró, aun sonriendo.

Y así lo hice. Aunque esta vez gritaba, en lugar de cantar. Pero lo hacía junto a ella.

–        All I wanna hear her say is ‘Are you mine?’(*)

Y no era mi canción favorita, ni estaba cantando bien. Ni siquiera estaba haciendo lo que más me gusta hacer. Pero en ese momento, por poco tiempo que fuera, pude sentirme completamente feliz.

¿Que si este era mi segundo pecado? Posiblemente lo era. Pero si esto es pecar, bien puedo acabar ardiendo en las llamas del mismo infierno.

La mañana fue pasando, hasta que a mediodía fui yo mismo a recoger a Amy del colegio. La niña saltó a mis brazos nada más verme llegar al recinto. ‘¡Qué genial que hayas venido a recogerme, Niall!’, ‘¿Te ha mandado Yuls a por mí?’ y ‘¡Quiero que vengas a recogerme todos los días de mi vida!’ eran las tres frases que principalmente salían de los labios de la pequeña, lo que, de una forma u otra, me llenó un poco por dentro. Al menos era útil para algo.

Al llegar a la casa de las Stevens el olor a pasta inundó mis fosas nasales.

–        Mi estómago parece un dinosaurio hambriento. – Comentó Amy al abrir la puerta principal.

–        Querrás decir que tú eres un pequeño dinosaurio hambriento.

–        Posiblemente. – Coincidió la pequeña.

La mesa estaba puesta y se podía ver a Yuls terminando de prepararlo todo.

–        ¡Hola, hermanita querida! ¿Sabes que estás muy guapa hoy? – Casi gritó Amy, mientras salía corriendo hacia la cocina, conmigo pisándole los talones.

–        ¿Te ayudo a algo? – Pregunté a Yuls, a lo que negó con la cabeza, mas me quedé apoyado en la jamba de la puerta, escuchándolas.

–        ¿Qué es lo que quieres, Amy?

–        ¿Acaso no puedo decirle a mi hermana lo bonita que se ve hoy?

–        Responde a mi pregunta. – Dijo esta vez la mayor, tajante. Se metía tanto en el papel de ‘mamá-hermana mayor’ que ni siquiera  parecía la chica que había tenido en mis hombros esta mañana.

Amy suspiró, y puso la que supongo que es su mejor cara de soy-la-niña-más-buena-de-este-mundo.

–        Mi amiga Stephanie me ha dicho que si podíamos ir al cine hoy.

–        ¿Quién es Stephanie?

–        Una amiga.  – Contestó, encogiéndose de hombros.

–        Déjame pensarlo mientras comemos, ¿de acuerdo?

La pequeña afirmó con la cabeza varias veces y salió, de nuevo, corriendo.

–        ¡Lávate las manos! – Gritó Yuls, desde la puerta de la cocina, apoyando una mano en el umbral de la puerta, y la otra… en mi pecho. – ¡Y no corras por la escalera! – Añadió. – Un día se va a abrir la cabeza. – Dijo, esta vez a un tono normal, dándome de alguna forma explicaciones.

–        Y que lo digas. Deja que lleve esto. – Dije, cuando llenó el primer plato de tallarines.

–        De uno a diez, ¿cuánta hambre tienes, Niall?

Lo llevamos todo entre los dos. Al llegar, Amy estaba en su silla – un poco más alta que las otras dos – secándose las manos en el mantel de la mesa.

–        Amy, deja de hacer guarrerías.

–        Esto es higiene, hermana.

Yo luchaba por mantener la carcajada que deseaba salir de mi boca mordiendo mi labio inferior. Esta niña parecía de otro planeta. Si tuviera la cabeza verde y tres ojos no sería más extraña que ahora, desde luego.

–        ¿Quieres ir al cine? – Chantajeó la mayor.

Instantáneamente soltó el mantel y puso una sonrisa en su cara.

La comida pasó rápida y callada, a excepción del constante ‘¿Has pensado ya lo del cine?’ de Amy.

Un tercio quedaba en mi plato del total que había en él en un principio, y ya estaba por explotar. No dejaría lo que quedaba, sin embargo.

–        Oye, Niall. – Llamó la atención Yuls, aclarándose la garganta. Yo sólo la miré. – ¿Has acabado ya las clases o algo?

–        No. – Respondí, más cortante de lo que pretendía.

–        ¿Y cómo que no has ido hoy a clase?

–        Porque voy a dejarlo, no tiene sentido ir.

–        ¿Puedo yo también hacer eso, Yuls?

–        No, Amy. Come y calla. – Dirigió su mirada a mí. – ¿Me ayudas ahora a lavar los platos, por favor?

Oh, no. Huyo de mi madre, y ahora llega la máquina de demolición Julieta Stevens.

(*) R U Mine -  Arctic Monkeys

Eden Of Sinners | Niall Horan. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora