La esperanza al final

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"Es tan genial volver a estar con los que más quieres después de un largo tiempo...".

(...)

Los sentidos de Mogecko habían regresado, él abrió los ojos rápidamente y observó a su alrededor. Él se encontraba en el mismo cuarto en donde se despedió de Yonaka y Nega-Mogeko.

Mogecko sostenía la puerta de la habitación, mientras miraba a una muy triste Yonaka y a Nega-Mogeko. Un dolor punzante en el pecho le recordó las heridas de bala que le dio el bastardo de Rey mogeko.

Mogecko todavía miraba a sus dos amigos delante, mientras ideaba un plan en su cabeza.

—... ¿S-Señor Mogecko? —preguntó Yonaka, secándose un poco las lágrimas, al ver tan pensativo a Mogecko.

—... Señorita Yonaka, ¿podría darme su cuchillo, por favor?

—Ah, claro... tome —respondió ella, mientras le entregaba el cuchillo encantado a Mogecko.

Luego se dio la vuelta hacia Nega-Mogeko, y le preguntó—: ¿Tienes algo por allí que podría ayudarme en mi escape?

—Ahm... Sí, aquí —dijo Nega-Mogeko, mientras le entregaba un par de granadas de humo a Mogecko, y este las guardaba en su mochila.

—Perfecto... —dijo él, estando preparado—. Bueno, nos vemos luego chicos —se despidió Mogecko, saliendo del cuarto y cerrando la puerta detrás de él.

(...)

¿Como haré esto? Mogecko observaba a la banda de idiotas que estaba frente a él, gritando el nombre de Yonaka y revisando cada rincón del pasillo sin siquiera darse cuenta de la presencia aterradora que se cernía sobre ellos.

Mogecko dibujó su Thompson, descargó el arma y la volvió a cargar con el cargador de tambor. Observó entre la multitud de Mogekos y el arma por unos segundos. Soltó un suspiro de cansancio, y dijo—: ¿No creen que si la llaman más fuerte, tal vez venga? —El sarcasmo era obvio en su voz, solo que la multitud de bastardos frente a él no tenían la inteligencia para entenderlo.

—¿Ehhh?

—¿Quién es ese?

—¡¡¡YONAAAAKAAAAA!!!

—¡Cállate idiota!

Hubo un silencio incómodo que compartieron todos y cada uno de los Mogekos, incluido el psicópata mismo.

—Espera... el olor de su sangre me es familiar...

Pero no tomaron en cuenta...

—¡¡¡Es uno de los defectuosos!!! Y está malherido ¡¡debemos atraparlo!!

... que ya estaban acabados.

Mogecko permaneció en silencio, mientras escuchaba los gritos de los Mogekos y observaba como se acercaban rápidamente hacia él. Simplemente tomó una de las granadas de humo, y la lanzó a los pies del Mogeko más cercano.

La granada estalló y los Mogekos empezaron a llorar y tumbarse al suelo por el ardor que tenían en sus ojos. Mogecko aprovechó esto y empezó a rociar balas ante la cortina de humo. Se escucharon muchos gritos adoloridos.

Mogecko se dio la vuelta y caminó hacia el cuarto en donde lo habían acorralado y atrapado anteriormente, solo que esta vez sería diferente.

Se dio la vuelta para observar como el humo se disipaba, y salían de él unos Mogekos con máscaras de gas.

El Contrato (reescrito)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora