La tensión pareció aumentar con cada día que pasó, los nervios y el temor no decrecían. Pero treinta y un días después de que Eric se sumiera en ese profundo sueño, sus ojos volvieron a abrirse.
Muchos pensaron que al fin podrían tener un respiro, festejar que todo estaba volviendo a la normalidad. Pero de lo que no estaban enterados, es que para muchos, esa normalidad nunca volvería a ser la misma.
Era un hermoso día soleado, no había ni una sola nube en el cielo. Rob estaba teniendo un buen día, últimamente todos eran de ese tipo. Calmos y preciosos, a pesar de que todos estaban demasiado atentos a que Eric despertase.
El bebé de Brooke había nacido y hacía tan solo cuatro días ya le habían dado el alta. Era pequeño, hermoso y había llevado luz a toda la familia. En especial a las mujeres que se habían volcado de lleno a protegerlo y consentirlo desde recién nacido. Brooke se había distanciado mucho de la gran familia que todos ellos formaban, pero con la llegada de su hijo, prácticamente la habían obligado a volver a integrarse. Ya no estaría sola nunca más, y no tendría la oportunidad de rechazar la ayuda que con mucho gusto todos le ofrecían.
Y el pequeño Brian, como habían llamado al niño, sería un bebé al que no le faltaría cariño.
Esa tarde todos irían a visitar a Eric y darle la bienvenida. Y por todos se refería a Nolan, Nina, Geraldine y él mismo. Charlotte como siempre había preferido hacer lo mismo más tarde, sola. Y no había nada que pudieran hacer para cambiar eso. En los últimos días había pasado bastante tiempo con Nina, se habían hecho amigas según parecía, pero su hermana menor seguía mostrándose reacia a salir en conjunto con ellos.
Y ahora tenía la excusa perfecta, tenía que estudiar para sus últimos exámenes antes de graduarse, lo que no era una tarea fácil dado que se había perdido muchas semanas de clases en el colegio, y se había saltado muchas de las particulares.
—¡Oh, no! —Exclamó Nolan como si se tratase de un asunto de vida o muerte. Todos lo miraron desconfiados, nunca se sabía con qué podría salir—. Mi estómago, ¿no lo oyen? Estoy hambriento.
Nina y Rob soltaron una risa, mientras que Geraldine arrugó la frente.
—¿Y qué se supone que vamos a hacer nosotros al respecto? Aguántate, Nol.
La expresión de incredulidad de él fue épica, él de verdad creía cada palabra que decía.
—¿Tan poco me quieres, dejarías que me desmaye de hambre aquí mismo?
Dina lo contempló sin poder creerse lo loco que estaba su hermano menor, era una pequeña pesadilla.
—Recuérdame por qué te trajimos con nosotros.
—Oh vamos, no seas así —intervino Robert, como siempre, tratando de llevar la paz en ese tipo de discusiones—. Acompañaremos a Nol a la cafetería, y tú puedes adelantarte. Después de todo, no nos dejarán entrar a todos juntos a verlo, ya sabes lo que dijo Frankie.
Dina se encogió de hombros y se giró, con dos de sus custodios siguiéndole el paso. Nolan los miró a ellos dos con una sonrisa agradecida y bajó los hombros mientras se apresuraba a llegar a la deseada cafetería con una mano en su estómago.
Nina y Robert caminaron tomados de la mano por detrás del más joven y por delante de sus propios custodios.
La castaña miró a su novio transmitiéndole como cada vez que lo veía, todo su amor y adoración. Él había sido un novio modelo en el último tiempo, no podía negarlo. Pasaban hermosos y perfectos momentos juntos, tal y como ella lo había soñado desde niña.
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Bésame o Dispara. #Descontrol en la Realeza 3
General FictionHan pasado trece años desde el asesinato de los McGregor, doce de los cuales Emalene pasó recluida en un orfanato, y ahora solo tiene un objetivo: Vengar la muerte de sus padres. El príncipe Robert Van Helmont está comprometido con sus responsabilid...