Los pasos de Eric se alejaron luego de pasar junto a Max con una sonrisa triunfal. Charlotte por su parte, todavía no podía creerlo. Definitivamente ella no tenía una sonrisa, ni cerca.
Primero se llevó la yema de los dedos a los labios, pero no tardó más de cinco segundos en quitárselos y pasarse el dorso de la mano para quitarse la calidez y esa leve sensación que le era desconocida en ese mismo lugar.
Bajó los brazos hasta dejarlos apoyados sobre la mesa y la columna recta en contra el respaldar.
¿Qué rayos había pasado? ¿Es que la había besado? ¿De nuevo?
Tenía la boca abierta, pero en cuanto se dio cuenta de lo que hacía, la cerró soltando un suspiro.
¿Qué estaba planeando Eric? ¿Una burla, tal vez? ¿Por qué la acosaba de esa forma?
Max se asomó desde la puerta, había observado todo su comportamiento luego de la escena que había presenciado sin querer, sin más opción puesto que estaba allí para vigilar que la joven estuviese bien, que no sufriera ningún ataque de ningún lado. Y habría intervenido, de no haber sido porque él otro muchacho había sido lo suficientemente inteligente como para alejarse antes de que Charlotte reaccionara, o él mismo.
–¿Estás bien, Charlotte? –Preguntó dando solo un paso dentro del comedor.
Ella no respondió, seguía con los puños apretados sobre la mesa y la espalda erguida, tensa. ¿Estaba enojada? Se vería furiosa, a punto de explotar.
Era graciosa, la verdad, tenía ganas de reír, pero no se atrevía ni siquiera a sonreír por miedo a molestarla más. Lo más probable era que, con Eric ya lejos, necesitase alguien más en quien volcar ese enojo que parecía tener. Y Max no deseaba ser esa persona por más que le divirtiera verla así.
–¿Charlotte? –Repitió al no tener respuesta.
Y por fin giró la cabeza para mirarlo.
–¿Estás bien? –Volvió a decir.
Ella abrió la boca como si fuera a contestar, pero después de permanecer así por un segundo, la cerró y Max casi pudo jurar que la vio sonrojarse.
–¿Has visto eso? –Dijo al fin huyendo del contacto visual.
–¿Ver qué? ¿A tú... amigo, irse?
Y por la forma en la que pronunció la palabra amigo, Char no tuvo más dudas. Él había visto todo.
Maldito Eric.
Qué situación más bochornosa. Y no era la primera, Maximillian ya los había visto en una situación comprometedora antes.
–Por favor, no te burles de mí –masculló–. Es un idiota, no sé qué le pasa.
Nash soltó una risa burlona. –Yo creo que es bastante obvio.
La princesa alzó una ceja esperando que continuara, pero él estaba bastante ocupado disfrutando de su desconcierto como para responder.
–¿Obvio? No hay absolutamente nada obvio en esto.
–Me sorprende, Alteza. Siendo tan inteligente y perspicaz como eres, no puedes decirme que no lo has notado. Le gustas, y mucho diría yo.
Char hizo una mueca de incredulidad.
–No digas tonterías. Solo me está molestando, como siempre. A él no le gustan chicas como yo. Las prefiere más... exuberantes, llamativas. ¿Entiendes lo que digo?
–La verdad es que no.
–No te hagas el tonto –soltó un bufido y se puso de pie–. Entiendes muy bien, eres hombre. No sé cuáles son tus preferencias, pero lo que sí sé es que todos se vuelven locos por chicas como mi hermana o Caroline, la protegida de mi mamá, se quedan como bobos cuando las ven o se les acercan. Ese es el tipo de mujeres con las que siempre lo he visto a Eric. Así que, ¿comprendes porqué no me creo ni por un segundo que yo le guste?
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Bésame o Dispara. #Descontrol en la Realeza 3
General FictionHan pasado trece años desde el asesinato de los McGregor, doce de los cuales Emalene pasó recluida en un orfanato, y ahora solo tiene un objetivo: Vengar la muerte de sus padres. El príncipe Robert Van Helmont está comprometido con sus responsabilid...