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La noche ya había caído mientras Marcela terminaba de vestirse y arreglar su atuendo

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La noche ya había caído mientras Marcela terminaba de vestirse y arreglar su atuendo. Pasaría a ver a su hija a la mañana siguiente antes de dirigirse hacia donde su comandante le había ordenado. Tatiana estaría en su hogar y eso le hacía sentir añoranza del tiempo pasado, recordando el día que le comunicó a su esposo, Alexei, que estaba embarazada. La felicidad en sus ojos, esa alegría desbordante al levantarla en sus brazos y hacerla girar en el aire.

Él falleció una semana después en una misión donde logró frenar la reencarnación de Aamon, el príncipe del infierno que representaba a la ira. El padre de la actual comandante le había ascendido de subcapitana a capitana de los cuatro continentes luego de aquel suceso, y posteriormente, sucedió aquel incidente que le costó la vida al jefe de la familia Cousteau y a su esposa. Diecisiete años habían pasado ya, en los que se dedicó a velar por las hijas de Sebastian y Shantal.

—Capitana.

Desde la puerta, Ingrid estaba observándola. Su semblante preocupado llamó la atención de la capitana, quien le sonrió con dulzura. Desde que Ingrid fue puesta bajo su tutela, Marcela la veía como una hija junto a sus otras dos estudiantes y las conocía tan bien que podía deducir con facilidad sus sentimientos y emociones, aunque lo intentara ocultar.

—Subcapitana Acker.

—No me llame así, por favor —pidió Ingrid—. Sabe igual que yo que ese puesto es de Solange.

—¿En serio? —Marcela elevó una ceja, con cierta burla—. Creí que era el puesto que Lenssher dejó y no hubo nadie que lo supliera oficialmente con todos los honores y acto ceremonial.

—Lenssher... —murmuró Ingrid de manera casi inaudible—. Tiene respuestas para todo siempre, maestra.

—¿Qué sucede? —preguntó Marcela, preocupada—. ¿Qué mal te aflige?

—No es nada solo que tengo un mal presentimiento.

—Oh, bueno. —Marcela se frotó la barbilla con suavidad—. Vivimos con esas sensaciones en este mundo actual, ¿no lo crees?

Ingrid asintió ligeramente antes de acercársele. La necesidad de abrazarla surgió en su pecho y se preguntó si era prudente hacerlo. Y lo hizo, al fin de cuentas, nadie estaba allí más que ellas y, para su alegría y sorpresa, Marcela correspondió a ese abrazo con una ternura maternal digna de ella.

—Todo estará bien cuando esto termine, Ingrid —le susurró al oído—. Eres la más ágil de mis tres aprendices y la más aplicada. Siempre has tenido los pies en la tierra, ¿recuerdas? Aquella vez en Italia, los primeros meses del entrenamiento...

Ingrid sonrió ante la mención de aquel recuerdo. Era en la época donde el trío dinámico, como llamaba Marcela a sus tres aprendices, entrenaba con la capitana luego de haber aprobado el último año de estudio en la academia.

Dicha institución tenía todos los niveles educativos, desde jardín de infantes hasta universidad. Ingrid y Tatiana habían cursado juntas desde la primaria y cuando Solange cumplió los quince años y tras la muerte de sus padres, ingresó a la secundaria con ellas. Sorprendentemente, las dos se habían hecho muy amigas de la nueva alumna rápidamente. Katherin pensó que esa amistad forjada lograría que su hermana, tan lejana y distante, pudiera abrirse a los demás y asumir sus obligaciones familiares. Por ese motivo, puso a las tres bajo la tutela de su propia capitana.

BLOOD DUST© [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora