El chico se sonrojó sin comprender del todo a lo que se refería, pero se sentía bien con su respuesta.
Hinata observaba a los otros dos de primer año, Kageyama no había sido nunca tan amable con alguien como lo era con ella, conseguir que quisiera armar para una persona que no fuera del equipo, debía de valer millones pero ahí estaba, ofreciéndolo como si fuera un novato a quien le urgía practicar —lo sabía porque él fue ese novato antes— y ella rechazándolo de una forma discreta pero dulce acompañado de un mensaje encriptado que seguramente sólo una chica entendería. El golpe en su cabeza valió la pena, a la próxima dejaría que lo golpeara a él.
—Por cierto —Shōyō llamó la atención de los demás—. Kumi-san, ¿no ha pensado entrar al equipo de voleibol femenino? —preguntó parándose al lado de la castaña para medirse, ella le llevaba casi diez centímetros—. No digo que no la queramos aquí pero, con su altura podría ser una muy buena jugadora.
—No es tan alta —comentó Tobio también deteniéndose al lado de la de ojos cobres, diez centímetros más abajo, que bien.
Le gustaba la diferencia porque desde esa altura, podía ver a la perfección su rostro.
—Tronco-kun tiene razón —habló la Ushijima notando la diferencia de altura entre ambos muchachos. Le gustaba su tamaño, era promedio aunque un poco alta para su edad pero estaba a gusto— hay chicas más altas como Banana-kun y con muchas ganas de participar como tú, Mandarina-kun.
—¿Banana? —susurro confundido Tobio.
—Eh, ¿cuál era su nombre? —Se preguntó la castaña con su dedo índice en su mentón, tratando de recordar a cada uno de los chicos que estuvieron antes—. Del alto de cabello amarillo y lentes.
—Tsukishima —respondió Kageyama rápidamente.
—¡Tsukishima-kun! —repitió Kumi—. Parece una banana, ¡es muy alto y amarillo! ¿No creen?
El pelinaranja soltó una carcajada mientras el de ojos azules asentía inconscientemente a la opinión extraña de la chica.
—Nosotros somos frutas y tú un tronco, Kageyama-kun —comentó Hinata.
—Uju, me gustan las frutas —habló la chica.
El azabache volteo sin decir una palabra, ¿debería sentirse insultado por no ser una fruta?
—Te odia —le susurro Shōyō únicamente para él.
—Dijo que tienes ganas, no talento —soltó para terminar con las risas del de cabello naranja.
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—¡Te acompañemos a tu casa! —exclamó Tobio una vez que terminaron de limpiar el gimnasio. Su codo se estrelló con fuerza en las costillas del pelinaranja que de inmediato se puso firme para asentir lo que decía el armador—. Digo, si es que así nos lo permites, Kumi-san.
