YACHI & SHIMIZU ー CHERRY N' LEMON PIE.

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   El sentimiento desvanecedor le tenía calada el alma, la semana y sin dudar, el mes y medio en el que no hizo más que acobijarse entre mantas de tres centímetros de grosor y compasión propia. Absuelta de cualquier pesadumbre en torno al trabajo, pero no de la sentimental. Ésa que nunca antes había vivido y ahora le estaba arremolinando el pecho, como si su corazón se fuese hecho más grande dentro de un mínusculo cubículo con paredes de púas.

   Pero lo sabía, ¿Cómo podía hacerse más grande si se oprimía un poco más con cada ojeada a las cartas de caligrafía descuidada que solía enviarle? el dolor se había extendido por tanto tiempo que se sorprendía a sí misma no haber tomado la decisión de asistir al cardiólogo de buena vez. Algo exagerado, pero la sangre bombeando más fuerte ante el tan anhelado recuerdo de su ex no pintaba ni la mínima mota de gracia. No en ése motivo de descuido emocional.

  Hayami no estaba siendo ella misma. Paseábase entre la sala de estar como un ser de pocos signos vitales, apenas comiendo lo necesario en penumbras, a persianas cerradas como si el sol mismo se hubiese vuelto su enemigo. Un bote de helado vacío en la mesa enana de caoba que por sí sola le recordaba a aquella vez en la tienda de muebles, cuando él gentilmente le dijo que quedaría hermosa en su sala.

    Porque en ése entonces, hablar de un nosotros  era lo mínimo que se esperaba.

   Pero el nosotros que alguna vez habían formado se desmoronó en pedazos desde que le encontró entre cobijas con la amante surcando el camino de besos que ella misma había impuesto muchas noches antes, reemplazando sus marcas de amor por otras más ilícitas. No sólo fue sofocante haber sido tomada por insuficiente, sino también humillada al querer alzar la voz. Al querer, por primera vez, escapar de entre la sumisión que como mujer perfecta debía ocupar. La palmada en su mejilla fue bien recibida, la esperaba, pero eso no la hizo titubear. Lo sacó, casi quiebra media ventana al lanzar el portafolio de su absurdo novio por ella, pero no se arrepintió porque bien que le apuntaba a él desde el quinto piso. Ver su ropa desparramada entre la acera y su rostro desfigurarse de indignación fue invaluable... Pero cuando los vecinos regresaron a sus hogares para abandonar el show, y los perros del vecindario decidieron callarse, el silencio de la noche jamás le había parecido tan absoluto.

   Y lo fue durante mes y medio. Lo fue.

   Ni siquiera extrañaba la áspera sensación de ésas manos ceñirse a sus costados, o la resequedad de sus labios con cada beso de regreso a casa. La comida excesivamente picante que siempre preparaba o la absurda manera en la que no paraba de hablar de sí mismo. Tampoco le gustaba ésa asfixiosa necesidad de tenerle siempre la cena lista, de encargarse de cada tarea del hogar porque él simplemente no había sido criado para servir, porque su papel era ser atendido. Como debía suplir todas sus necesidades según sus antojos, y si hacía algo que no le gustaba aunque fuera sólo un poco ¡válgale el lío que armaba! Ni hablar de ésa desagradable colonia masculina en base a pinos, robles y mentol que le asqueaba la nariz...

   —¿Y por qué seguías con él?

   Paz reinante daba la rubia melena contenida en una delgada coleta negra para no dificultar su visión del televisor. Su fiel amiga no comprendía las razones de algo quizás difícil de captar. Y Hayami sabía que si se esforzaba lo suficiente en explicarle, ella y la damisela en la cocina podrían entenderlo mejor que nadie porque no había barreras de estigmas en su mente. No concebían la sociedad de la misma manera que el resto, era obvio nada más a partir de su declaración hacía una semana atrás, cuando confianzudamente renunciaron a la monogamia en una conversación de tres. No se lo habían dicho a nadie de su círculo social más que a Hayami, y ésta no concebía las razones de su repentina honestidad, pero era honrada de guardar la información. No obstante, su propio problema era algo que, aunque contase con las personas adecuadas para hablar, ni siquiera ella misma podía explicar.

P♡LIAMORIS ーHAIKYUUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora