OIKAWA & ATSUMU ー RELATIONSHIP

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    Jamás se había preocupado antes por lo que una relación representase en su vida.

   Para Miya Atsumu, la concentración en su futuro y el apetito de devorar un objetivo era lo que llenaba sus ojos. Por supuesto, había pasado por una adolescencia, una pubertad, negar el deseo sería reprimirlo e ir contra sus instintos. Vivió ésa etapa, y tan pronto cómo lo hizo, la quemó. No amó con locura, no rompieron su corazón. Quizás él rompió unos cuantos, pero jamás a propósito. Sólo por no poder corresponderles. Y eso era parte de la vida.

  Pero su vida amorosa. La real. La línea divisora entre el amor ingenuo y joven, al amor ingenuo y medio adulto —porque el amor, quizás, nunca dejaba de ser ingenuo— comenzó una vez rozó su cúspide. Cuando consideró que estaba pasando el mejor momento de su vida, y como si necesitara una cereza sobre el pastel, algo  le puso a la coincidencia más bonita frente a sus ojos. Una coincidencia constituida por  contextura considerablemente más baja que la de él, de cabello perfectamente peinado, falda oficinista y una sonrisa preciosa.

  —Pertenezco a la asociación nacional de vóleibol, un placer, Miya-san.

   No hubo rodeos. Concisa.

  Sin buscarla. No pidió permiso para llegar, tampoco para entrar o quedarse. Simplemente su presencia imponía desorden dentro de todos sus circuitos y le cruzaba dos cables en el mejor de los sentidos. Y fue lento, pausado. No del estilo amor a primera vista. Era más como que se encantaba con cada ojeada. Juraba que cada vez que se la encontraba, estaba mejor que la ocasión anterior. Más despampanante, más encantadora, más maravillosa.

   ¡Ni siquiera supo si le hizo caso al principio o es que era tan profesional como para no hacerlo notar su interés! Pero ésa química que tuvieron no la imaginó. Ésos encuentros casuales, las citas con la excusa de beber café aunque él ni siquiera lo hacía. Las sonrisitas. Los acuerdos sin ataduras, y aunque pudieran ver a otras personas no lo hacían. Quizás algún beso rápido durante jornadas laborales. Que su entrenador o su supervisor no los encontraran entre una pequeña huida. Los dedos tanteando el largo de la falda durante los almuerzos. Escurridizo tacto que le hacía comprender que estaba feliz de llegar rápido a casa. La de ella, la de él, la de cualquiera que estuviera más cerca porque se querían como adolescentes.

   Y era genuinamente precioso.

    Al principio algo libre  le pareció la mejor idea jamás propuesta en su vida hasta que ella lo acordó. Poco a poco, comenzó a replanteárselo. Ésas sonrisas, los sonrojos. No era únicamente comprenderse en cuerpo y quedarse dormidos o dejar al otro. Eran las conversaciones después del querer, cuando todavía desnudos se quedaban a hablar entre las sábanas, se contaban las marcas de nacimiento y los lunares, como pasaban de besarse a carcajearse.  En la letra pequeña de su contrato decía no haber ataduras, pero ya se sentía libre con su delicada espalda contra su pecho cada noche. Y quiso estabilidad. Y entonces ya no le gustaron las cláusulas. Las pequeñas huidas. El contrato. 

   Estrenaba el sentimiento. No le dió vueltas hasta que una mañana, tras verla partir antes de poder desayunar a su lado, fue que algo le golpeó con la contundencia con la que ocurren los acontecimientos importantes. Con todo el peso de las leyes universales del amor.

   Oficialmente, Miya Atsumu era primerizo en el enamoramiento.

    Tenía toda la seguridad de que ella quería lo mismo, porque jamás la había visto con otra persona y sonreír igual. Sus tiempos libres eran para él. Ésos sonrojos también tenían su nombre. ¿Para qué esperar?

   Jamás se había preocupado antes por lo que una relación representase en su vida. Sin embargo, ése día la vería cara a cara. Se decidiría por al fin conseguir quemar el contrato y desayunar juntos cada mañana si podía, porque era ella la que contribuía a pasar el mejor momento de su vida.

P♡LIAMORIS ーHAIKYUUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora