10. Podremos ser felices

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NOAH

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NOAH

No era demasiado tarde cuando Casandra llegó al apartamento. Me había pasado toda la tarde dando vueltas por la cocina, con un cigarro tras otro, dudando sobre contárselo todo a la muchacha. Aquello se me había ido de las manos, y sabía que llegaría el momento en el que sería irremediable, si eso no había sucedido todavía. Me comieron los celos cuando Eloy y Casandra pasaron la noche juntos, pero ella iba tan mal, que dudaba mucho que hubiesen hecho algo, al menos eso quería creer. Después de eso, la muchacha no pareció actuar de forma extraña, y el rubio no estaba eufórico cómo lo habría estado de haber tenido sexo con ella. Pero eso podía pasar, y yo debía acabar con todo antes de que sucediera.

Acababa de prender el cigarro cuando se escuchó el portazo y, con este entre los labios, me encaminé a la entrada. Pensé que se trataría de Ian borracho, pero era Casandra quien se deslizaba con la espalda pegada a la puerta mientras respiraba con dificultad.

Me quedé atónito mirándola, hasta que todas mis alarmas se dispararon; había estado corriendo, y estaba convencido de que no lo había hecho por gusto.

—¿Todo bien? —pregunté con voz neutra, no quise sonar demasiado hosco, pero aquella escena me tensó demasiado como para evitarlo.

La muchacha se sobresaltó, no se había percatado de mi presencia. Al levantar el rostro y verme, frunció el ceño; no le agradó que fuese yo quien la recibiera.

Asintió y se incorporó para pasar por mi lado como si nada, pero era algo que no le iba a consentir; estaba claro que algo no iba bien.

La tomé del brazo, obligándola a detenerse. No se lo esperaba, y gritó cómo protesta.

—¿Qué haces? —envolvió mi mano con las suyas, intentando soltarse de mi agarre.

—¿Qué ha pasado? —pregunté bajando el tono. Ella se detuvo y me miró, durante un momento vi la duda danzando en sus pupilas.

—Nada de tu interés —escupió antes de darme un pisotón. La solté sin querer y, cuando quise agarrarla de nuevo, ella ya estaba encerrada en su habitación.

Aquello era frustrante. La relación entre nosotros se volvía más tensa cada vez que estábamos cerca, así que era mejor no darnos ni los buenos días siquiera; pero aquello me preocupó.

* * *

—No te rayes, seguro que no pasa nada; ya sabes cómo son las mujeres. Le habrá bajado la regla y por eso ha venido corriendo —dijo Ian encogiéndose de hombros.

—Te digo que no, que se la veía mal —repliqué. Conocía a Casandra lo suficiente como para saber cuándo no estaba bien.

—Joder, parece que nunca hayas visto a una tía con la regla —bufó mientras abría la nevera en busca de algo que llevarse a la boca para desayunar. Sabíamos que Casandra no aportaría por la cocina, desde que rompí con ella, dejó de desayunar y de comer si yo estaba cerca; prefería esperar a que me encerrase en mi habitación o me marchase para salir a por algo de comer. Quería reñirle por estar descuidando de nuevo su alimentación, pero no tenía derecho a hacerlo, y menos cuando yo era el causante.

Perfecto [✔️] [Perfectos #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora