16. Casandra es mía

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NOAH

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NOAH

Necesitaba hablar con Casandra, tenía que contárselo todo. ¿Qué pasó? Estaba nervioso, sí, pero eso no justificaba mi actitud; no debí comportarme así, y menos sabiendo que ella estaba dolida. No quería que se fuera, mi intención era evitarlo a toda costa, pero cuando afirmó que se iría, ni siquiera fui capaz de pedirle que no lo hiciera o de contarle la verdad. Me hirvió la sangre, estaba jodido y perdí el control, no debí actuar de aquella manera. Estaba molesto con la muchacha porque iba a abandonarme y, al igual que un crío, me comporté de forma caprichosa. Pensé que tratándola mal al menos me ganaría su atención, era estúpido, aunque efectivo. También me gané su odio.

Tenía muy claro que no pensaba probar lo que fuese que estuviera cocinando; no después de ver cómo vaciaba medio frasco de tabasco en la olla. A pesar de que estaba molesto con ella por su falta de respeto, era incapaz de despegar mis ojos de su anatomía. Me fascinaba verla, aunque sus movimientos eran rápidos y atolondrados, era evidente lo alterada que estaba. Debía disculparme, yo era el responsable de aquello, pero estaba tan dolido con ella por querer marcharse, que descarté la idea al instante. No pensaba ceder.

Me sentí culpable al ver cómo se limpiaba las lágrimas en un gesto rápido, no quería que la viese llorar, se había vuelto un tanto orgullosa. No puedo negar que eso me gustaba porque implicaba algo de amor propio por parte de la muchacha.

Quizá si no hubiera bebido un par de tragos de whisky antes de llamarla, no habría pasado aquello, el alcohol solo me traía problemas. Pero bebí, y pasó.

—¿Entonces tú también vas a dejarme tirado? —cuestioné torciendo el gesto. Ella estaba cortando una cebolla, pero se detuvo en seco; estaba dándome la espalda y no se atrevió a mirarme. Esperé paciente su respuesta, pero no recibí más que silencio—. Me lo imaginaba —dije con amargura. No pensé demasiado lo que iba a decir a continuación, de haberlo pensado, nunca hubiera abierto la maldita boca—. Espero que disfrutes con el hijo de puta de Marco —escupí mientras estrellaba una colilla más contra el cenicero. Ella me ignoró y retomó la tarea de cortar la cebolla, se estaba conteniendo. Pensé que, si Casandra se alejaba de mi lado, otros podrían robármela, y Marco andaba tras ella, no quería creerlo, pero la muchacha era lo suficientemente estúpida como para dejarse engatusar; o tal vez solo estaba desesperada por una pizca de cariño—. Te hubiera quedado mejor mi apellido —concluí. La quería más que a nadie en el mundo y me mataba la idea de que se casase con otro, y aún más si se trataba del italiano. Tenía muy claro que, si eso llegaba a suceder, lo mataría.

Los hombros de Casandra se agitaron, bastó escuchar dos segundos para darme cuenta de que estaba sollozando, pero no era mí culpa, ella sola se lo había buscado; tal vez si le recordaba mis promesas y mis deseos de estar junto a ella, ella recordaba su amor por mí.

Nos veía un futuro, uno que no sería posible si no acababa con esa situación. Tenía que confesarlo todo y rogar porque me esperase durante dos años. Pero eso no podría hacerlo estando en esas circunstancias, en esos momentos ella me odiaba y estaba convencido de que ni siquiera me escucharía.

Perfecto [✔️] [Perfectos #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora