CAPÍTULO 1

40 5 0
                                    

Suena la trompeta, es hora de volver al campamento. Diecisiete años y todavía no acumulo las siete marcas que nos hacen si cometes uno de los pecados considerados capitales. Necesito todos los símbolos, necesito escapar de esta mierda de vida que tengo. Nos enseñan a pelear, eso está bien, llevamos un estilo de vida diferente al que veo que llevan los de la ciudad desde aquí dentro, pero no es suficiente, no quiero vivir toda mi vida rodeado de unos árboles, aspiro a algo más que ser guerrero o guardián de el Capitán de el Bosque.

-Adel!-grita susurrando Amalia, mi mejor amiga y una de mis compañeras en nuestra misión rumbo a la ciudad-. Ven aquí, queda un día para el juicio y nos queda una última marca, tenemos que escalar ya el árbol.

Sí, una de las otras muchas normas es no escalar los árboles ya que a los de la ciudad no les gusta tener mirones en las alturas, irónico, ya que vigilan todos nuestros movimientos por no confiar lo suficiente en nosotros.

Después de unos segundos, sin esfuerzo apenas, llegamos a la copa de uno de los árboles más grandes del bosque. Este frondoso hábitat posee siete clanes, cada uno contribuye al conjunto de pueblos de una manera o de otra: con la ganadería, la caza, la ingeniería, la pesca, la medicina, la carpintería, y por último pero no por ello menos importante, la guardia. A este clan pertenecemos unos cuantos amigos y yo, y debemos de entrenarnos desde pequeños para defender nuestro pueblo, debemos de desarrollar unas habilidades que, según los líderes, nos las brinda la vida, no obstante ese talento no es repartido por igual ya que muchas personas se cambian de clan al ver su futuro en otro lugar. Aunque de eso hablaré más tarde.

Llegamos primero Amalia y yo, y más tarde nos acompañan Jùlia, Rubén, Alexander y Kathia. No me centro mucho en observar la ciudad, cierro los ojos y respiro profundamente hasta alejar todo tipo de miedos o nervios de mi. En cuanto termino de relajarme abro los ojos con cierta pereza debido a la gran claridad que nos ofrece el sol. Miro a mi alrededor y observo a mis amigos: personas capaces de morir o matar por los suyos, que defienden a muerte sus ideales; exactamente, personas dignas de admirar.

-¡Bajad de ahí ahora mismo!- nos exhorta uno de los ayudantes del Capitán. Comenzamos a bajar sin prisas y con un gesto gracioso en la cara: lo hemos conseguido, esta noche llegamos a la Ciudad.

DESENTERRANDO MENTIRASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora