Todo estaba listo, hoy vamos a buscar armas y a avisar a los del Bosque que es exactamente lo que tienen que hacer. Exactamente habían pasado casi dos semanas desde que mandamos ese mensaje clavado en una flecha, y sinceramente mis nervios iban en aumento imaginándome lo que podría pasar si no hiciesen caso a la carta.
-Dante toma esto- le digo ofreciéndole una especie de tubo bastante pequeño de cristal-, eso es lo que tienes que darle a uno de los pacientes que entren hoy, ellos sabrán que hacer con él.
-Lo haré, pero vosotros tenéis que conseguir algunas escopetas, cuchillos y arcos- responde mirando hacia todos.
-Por eso no te preocupes, nosotros nos encargamos- asegura con los ojos llenos de brillo Kathia.
Todos sabíamos el lugar perfecto para conseguir lo que queríamos: las zonas de trabajo. según lo que Arya nos había contado la semana pasada, aparte de trabajar de granjeros, agricultores o mecánicos entre otros, la droga se movía por ese lugar como las chuches en un colegio, así que supusimos que también nos podrían ayudar con nuestro problemilla.
En vez de ir andando como acostumbramos, Lincoln ofreció su coche para así poder movernos más rápido, y como era un todoterreno de bastantes plazas cupimos sin problemas.
-Habrá que relajar un poco el ambiente- comenta gracioso Percy mientras enciende la radio, y suena a todo volumen la música.
-¿Quieres seguir conservando tu vida o quieres que me estrelle contra un coche?- pregunta casi gritando el conductor, lo que provoca que mientras riamos Percy baje el volumen.
-¿Sabes que se puede ir a más de cincuenta kilómetros por hora no?- pregunta Amalia.
-Gracias por resolverme esa duda, todavía no sabía ni cómo funcionaba mi propio coche- le dice Lincoln rodando los ojos.
-¡Pues dale fuerte!- grito mientras empujo la pierna que controla el acelerador, y el coche sale casi volando mientras nos da un ataque de risa al ver la cara de espanto de Lin.
-¡Joder Adel como nos estrellemos me vas a pagar la reparación del coche!
-¡Oye no le grites y mira la carretera abuelo!- chilla Arya graciosa.
-Es verdad que solo su novia puede meterse con él- responde Amalia con un tono burlesco y sacándonos la lengua.
-Es un derecho que solo tiene reservado ella- le digo sacándole aún más la lengua, pero lo que no me espero es su reacción.
-¿¡Acabas de confirmar que sois novios y no me lo habías dicho antes?!- exclama con la boca abierta de par en par al igual que el resto del coche.
-¿Lo siento?- pregunto rascándome la nuca con una sonrisa nerviosa.
-Cuando lleguemos a casa me lo vas a contar todo o te castro- me amenaza con los ojos entrecerrados y señalándome.
-Con tal de que no me mates...- murmuro mirando hacia otro lado.
-Bueno, ya hemos llegado a drogalandia, saquen su precioso culo del asiento y salgan de mi precioso coche.
Ya fuera parecía como si estuviésemos en otro país; un ambiente mucho más frío, nadie en las calles, los edificios viejos junto algunos destruidos y abandonados, y sobre todo el ensordecedor sonido del silencio. Estuvimos varios minutos intentando buscar algún mapa o a alguien que nos enseñase donde estaba la residencia de nuestros amigos, pero de repente y entre el silencio aparece Alexander.
-¡Chicos!¿Qué hacéis aquí?- pregunta extrañado aunque dándonos un fuerte abrazo a los tres-. Me llamo Alexander, soy amigo de estos tres, encantado de conoceros a los demás.
-Bueno, ¿nos puedes decir por qué no hay nadie en esta maldita ciudad?¿Es que esto es un apocalipsis zombie o que?- se dirige Kathia hacía él mientras caminamos rumbo a su casa.
-La droga y el control no se llevan muy bien- hace una mueca- y los que no trabajan se meten de todo hasta morirse.
-Pues necesitamos a esa gente que se pincha- comento mirando hacia mi alrededor, en busca de algún rostro humano.
-¿Para qué?
-¿Te crees que una revolución puede empezar sin armas o qué?- pregunto burlón.
-No sabía que ibais a empezar ahora, pero me apunto.
Justo llegamos a la casa, y sorprendentemente estaba muchísimo más limpia y reluciente que el resto del lugar, así que entramos, y al escuchar nuestros pasos Rubén sale de la cocina.
-Alex quier- le dice con un trozo de queso en la boca- ¿Qué hacéis aquí?- formula mientras corre a abrazarnos con una sonrisa tierna de par en par.
-Empieza la revolución amigo- respondo agarrándole los mofletes.
-Estoy intentando ver una serie, ¿os podéis callar la bocaza?- dice irritada una voz que conozco muy bien.
-Si quieres me callo- le susurro en el oído acercándome por detrás del sofá en el que está tirada.
Sus ojos se abren de par en par, no dice nada pero en cuestión de segundos se sube encima mía y me abraza como un koala.
-Capullo te he echado de menos- murmura agarrando con fuerza mi sudadera.
-Lo sé.
Una hora bastó para ponernos al día de todo, para presentar a nuestras respectivas parejas, y para presentar a los veteranos del Bosque.
-Bueno, pero ahora tenemos que hablar de lo que vais a hacer- cambia de tema Jùlia emocionada.
-Pues como ya sabréis hacen experimentos con nuestro pueblo, exactamente con una persona de cada familia, con el fin de crear la raza perfecta, y como Alex se metió descaradamente en la boca del lobo le metieron una droga paralizante, pero parece que ahora estás completamente bien.
-De un día a otro me había recuperado- se limita a contestar levantando los hombros.
-Vamos a colarnos en la casa del Líder y obligarlo a confesar en vídeo lo que está llevando a cabo desde el principio de los tiempos, mientras que liberaremos al Bosque- dice Amalia un tanto nerviosa-. Pero para ello necesitamos armas.
Nada más se dice, nos guían bajando unas escaleras, para después meternos en un hueco que lleva a una habitación con unas dimensiones bastante grandes. Colgado en la pared había un cuadro: las antiguas generaciones de nuestro pueblo vivieron aquí, y dejaron todo esto porque sabían que algún día lo necesitaríamos. Puñales, arcos, flechas, botas, ropa de camuflaje, pintura de guerra, escopetas, silenciadores y dardos venenosos.
-Si queremos empezar una primera guerra mundial lo tenemos todo aquí- murmura Arya mientras se pasea por la habitación asombrada.
-Aquí hay de todo, así que elegir lo que queréis usar, prepararlo y dejarlo aquí hasta que sea el día- nos dice Jùlia orgullosa.
Tras media hora subimos, y al ver que ya se había hecho de noche nos despedimos y salimos hacia el coche. El viaje transcurre en silencio porque nuestras caras lo dicen todo: estamos muy cansados. Hacemos unas pizzas en el horno, y comemos en silencio sin nada que aportar.
-Bueno yo me subo a estudiar- nos dice mientras se levanta cansada y se dirige a las escaleras.
Mierda, el primer examen es dentro de dos días y no he tocado un apunte todavía.
-Ehh, yo también tengo que estudiar, que no he empezado y la época de exámenes empieza dentro de nada- subo corriendo nervioso. Menuda noche me espera.
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DESENTERRANDO MENTIRAS
Ciencia FicciónUn mundo distinto al que conocemos hoy en día, diferente en todo menos en que las mentiras son el pan de cada día de todos los jóvenes. Tres lugares: la Ciudad, el Bosque, y el Destierro. Cada uno con sus normas, y aquí entra en acción Adel y sus co...