CAPÍTULO 8

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Arya

Adel lleva días sin dormir, piensa que es el responsable de todo, ya que como me contó hace unas noches propuso cuando tenían diez años el irse de el Bosque, y por mucho que le insista en que no se culpe lo sigue haciendo, lo que provoca que cuando por fin consigue dormirse comiencen las pesadillas.

-Tranquilo, tranquilo estoy aquí, respira- le susurro como todas las veces mientras le acaricio el pelo y la cara sudorosa.

Si no fuese por ese chico, ahora mismo me encontraría todavía llorando por las esquinas, y aunque no le hablase durante varios días, nunca se alejó de mí, entendiendo el dolor tan profundo que sentía y sigo sintiendo, pero ahora me toca a mi ser la fuerte. Las relaciones tanto de amistad como amorosas son un tándem; si alguno de los dos no se siente con fuerzas como para pedalear, el otro debe tomar las riendas y hacerlo con mucha mayor intensidad ya que sino la bicicleta se cae, y en este momento Adel no es capaz de soportar el peso del tándem.

En cuanto me despierto y veo que ya ha amanecido, decido salir de la cama y dirigirme hacia mi casa para recoger ropa, así que avisando a Minerva para que cuidase de Adel llego a ese hogar que compartía con la persona que más quería en el mundo.

Tras limpiar durante bastantes horas y elegir la ropa que me llevaría, me acerco a la habitación de mi padre, como si me estuviera llamando desde el más allá. Al tocar el pomo noto su presencia, de una manera tan extraña que no soy capaz ni de soltar una lágrima. Todo como lo dejó: el libro abierto que siempre leía por las noches antes de dormir, la foto de mi madre sonriendo con unas gafas de sol y un retrato que me hizo mientras dormía cuando era pequeña. No había mucho más, él siempre decía que lo esencial no es la cantidad sino la calidad, y la calidad sin duda era su familia. En un arrebato agarro las dos fotos y las meto en la bolsa, pero antes de salir de allí, veo un trozo de papel debajo de la cama, lo que me llamó la atención ya que nunca dejaba algo en medio sin una razón. Me agacho, y me doy cuenta de que es una carta, mis manos comienzan a temblar, me falta el aire y con un nudo en la garganta abro el papel para encontrarme con lo siguiente:" Si has encontrado esto es que han descubierto mis planes durante mi servicio en la casa del Líder. Hacen experimentos con los ciudadanos de el Bosque para convertirlos en una raza perfecta y modificarlos a todos, pero lo bueno es que hay una manera de pararlos. Estos se llevan a cabo en la montaña, justo al lado del Bosque, para pasar desapercibidos. Hay un chico trabajando allí y es de fiar, se llama Dante, supongo que lo conocerás porque es el amigo de Ciro. Este le obligó a ofrecer su ayuda en esto, no tiene culpa de nada, y seguro que os ayudará en todo lo que pueda si le comentáis que os mando yo.

Arya, vas a ser feliz, lo sé, y aunque no estuviera muy pendiente de ti a veces, te quiero con locura, y todo lo que hice hasta mi muerte, lo hice por un buen futuro para ti." Termino a duras penas de leer la carta, y mientras me ahogo en mi propio llanto intentando reprimir mis sentimientos, salgo corriendo para llegar cuanto antes a la residencia, subo las escaleras y me encierro en su cuarto, aunque me doy cuenta que todavía está dormido.

Recuerdo la primera vez que lo vi, caminaba decidido por el campus junto con sus amigas y con una gran sonrisa reían todos. Por un momento envidié que él fuese capaz de pasar un buen rato con la gente que quería, pero al ver que en cuanto sus amigas se marcharon su sonrisa se borró, la envidia tornó a curiosidad, aunque no le di mucha importancia.

Justo la noche en la que me encontró, pasaba por un mal momento. Me sentía tan sola que planeaba suicidarme después de fumarme el último cigarro de la cajetilla, pero de repente con sus comentarios comencé a interesarme por cada palabra que articulaba, hasta que me di cuenta de el error que cometía mostrándome simpática con él y hui, pero ya no era capaz de quitarme la vida, por una extraña razón sentía la necesidad de quedarme al menos un rato más.

Disfrutaba cada vez que hacíamos contacto visual en clase, parecía ser el único que entendía ese tipo de miradas aunque a veces las desviase. Ya después de esa tarde, fui consciente de lo mucho que había vivido a su corta edad, y de lo inteligente que era, cosa que me asombraba ya que con poca gente se puede tener una buena conversación, de esas en las que te interesas por cada palabra y cada silencio. De una manera o de otra se me hizo muy tierno el notar como su piel se erizaba al notar el contacto de mis dedos con su espalda, y ahí me di cuenta de que era mi ángel de la guarda, por eso esa noche no fui capaz de suicidarme, porque en el fondo sabía que él me iba a salvar sin saberlo del agujero en el que me encontraba, y del que hacía años que era incapaz salir.

Tras varias horas de observar cómo su cuerpo y su cara se encontraban más tranquilos que nunca, decido salir fuera a tomar el aire. Pongo las manos dentro de los bolsillos del pantalón de chándal, y en ese momento me doy cuenta de que me queda un cigarro, lo saco, me lo pongo en la boca y tras pensarlo varias veces lo enciendo, sintiendo el humo entrando desde mi boca hasta los pulmones, para después salir en forma de masa de aire gris. Al estar tan ensimismada en disfrutar de el último, no me doy cuenta hasta que se coloca detrás mía que Adel ha despertado. Descansa su cabeza en mi hombro, y en vez de regañarme por haber recaído me lo arrebata, y le da una calada mientras que deja que su mente vuelva a relajarse.

-No sabía que fumabas- comento un tanto divertida.

-Lo probé con doce años para conseguir uno de los siete pecados, y lo odié, pero ahora mismo lo necesito- explica mientras que vuelve a darle una calada mirando hacia el atardecer del cielo.

-Ahora mismo los dos necesitamos calma, estamos rotos y debemos de arreglarnos tan pronto como podamos para solucionar esta situación- le digo mientras le miro firmemente a los ojos, a lo que él responde con el mismo gesto.

-Lo sé, y te prometo que lo conseguiremos, pero quiero aprovechar esta noche para olvidarme de todo lo malo que nos ahoga y nos rodea.

Los dos quedamos en silencio, y mientras nuestras miradas no se despegan del otro, decido dar el primer paso y acercarme a la vez que apago el cigarro. Él responde acercándose lentamente, y rozando mis manos dudosas con las suyas nerviosas las pone en mi cadera, colocando después su pecho con mi cabeza. Levanto la vista y veo como las pupilas de sus ojos verdes se dilatan hasta parecer que tiene el iris negro. Me pongo de puntillas ya que es bastante más alto que yo, y mientras el aire se condensa de una forma en la que deja de hacer frío, acerca su cara a la mía hasta el punto en el que nuestros labios respiran el mismo oxígeno, jadea mientras intenta no bajar su mirada de mis ojos, y en respuesta sonrío acercándome un poco más provocando que su respiración se vuelva mucho más rápida y nerviosa. Apoyo mis brazos encima de su cabeza, y la empujo hacia abajo haciendo que nuestros labios casi choquen. Tal es la tensión del momento, que comienzo a jadear al ver que no da el primer paso, poniéndome muy nerviosa, a lo que responde con una sonrisa que marca sus hoyuelos, y en el momento en que me armo de valor y me dispongo a besarle, aparecen nuestros amigos con gritos.

-¡Chicos!¡Hay fiesta de pijamas hoy!- anuncia exclamando Iria mientras sujeta a Amalia por la cintura.

-Ahora vamos- toma la palabra Adel con una sonrisa un tanto forzada.

La conexión del momento se ha roto, pero me mira, se acerca de nuevo a mi, y en el momento en que parece estar a punto de besarme, aleja su cabeza y con una sonrisa de oreja a oreja me dice con un tono vacilón:

-Otro día será.

-Serás capullo- le respondo con rabia y con un rostro rojo de la vergüenza.

-Me moría de ganas, pero si nos han interrumpido será porque cuando pase el momento será muchísimo más idílico- explica tranquilo y sincero.

Entramos para preparar la cena y las palomitas, pero mientras mi mente repite esa primera frase: "Me moría de ganas". ¿De verdad quería besarme?¿Mentía para que no me avergonzase de la situación?

DESENTERRANDO MENTIRASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora